Capítulo XXVIII

33 4 51
                                    

28 de septiembre de 1561.
3:30 p.m.

K a t h e r i n e  d e  A u s t r i a .















Bueno, tengo que ser un buen espadachín si quiero llevar a Francia a la victoria en el campo de batalla —oigo decir a Charles.

    Estamos en los jardines, yo viendo cómo es que practica con la espada. Al principio sí tenía sus complicaciones, pero ya veo que está entendiendo cada vez más este deporte tan necesario.

    No me di cuenta en qué momento llegó Catalina, pero aún así la veo a mi izquierda, en uno de sus clásicos ropajes que siempre suelen tener el mismo diseño, de cuello apenas alto y esta vez casi sin escote, aunque de diferentes colores. Hoy parece ser azul con rojo, aunque los detalles en oro son los mayores predominantes.

    Sobre todo en los hombros y torso.

¿Y ya no tienes miedo de esa responsabilidad? —pregunta Catalina como si nada.

No, ya no más —responde solemne—. Sé que a veces un rey debe blandir una espada para defender a su pueblo.

Y tu pueblo te honrará por eso, como lo hacían el otro día.

Me amaban —sonríe de lado, casi incrédulo de que hubiese ocurrido—. Aún puedo escuchar a la gente gritando mi nombre. Eso quiero, madre —asiente decidido—. Ser rey.

    Catalina lo abraza de inmediato, y yo noto que su alegría es sincera. Es la primera vez que la veo así, al menos desde que desperté sin memorias de este país.

Estoy tan orgullosa de ti —susurra.

    Segundos después, Charles se libera del abrazo y continúa su práctica como lo hacía antes de que la reina madre pasara por los jardines.

Además —empieza a decir mientras blande su espada—, si las cosas van bien, habrá un punto en el que mi relación con Katherine se formalizará. Floyd me dijo que la familia De Austria tienen una tradición que se remonta a al menos tres generaciones atrás, y aunque suene bastante cliché, parece que me toca vencer a Aleksander en un duelo amistoso para tener su bendición.

¡Vaya! ¿Para desposarla, Charles? ¿A eso te refieres? —Catalina entrelaza sus manos, sorprendida—. Pensé que querías estar con Nicole. Aunque eso explica lo del otro día.

    Y entonces me mira. Pues sí, al parecer a ella y a Narcisse les sorprendió que Charles no llamara a Nicole cuando la vimos llegar mientras estábamos hablando con esos aldeanos que nos agradecían por haberlos salvado.

He de pensar en mi futuro, madre —el ojiazul me lanza una mirada antes de atacar a su mentor de nuevo—. Y Katherine es mi futuro. Un futuro bastante prometedor, he de agregar.

    A pesar de que eso va en contra del plan que se supone que estamos ejecutando, me agrada bastante el que Charles haga que su madre considere la idea de vernos casados... oficialmente.

Aleksander es bueno con la espada, tanto él como Floyd y yo fuimos entrenados por papá —comento—. Aunque para casarse con mi cuñada necesitó tres rondas antes de derrotar a su suegro.

No ha habido quien ganara al primer intento desde su tatarabuelo o eso oí —me sigue Floyd—. Así que no me haría tantas ilusiones si fuera tú,... Majestad.

    De no ser por mi rápida mirada tal vez el ojiverde se habría ganado una severa de mi suegra, y aún así noto que me ve a mí de una forma extrañada, casi preguntándome si sé algo respecto a esta nueva informalidad por parte de mi mejor amigo.

Después del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora