3. La edad más hermosa de la vida

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Escuché a todo el mundo agitarse esta mañana. Pude haberme quedado dormida más tiempo pero ya estaba despierta, con los ojos bien abiertos y las piernas temblando.

Escuché mi nombre varias veces, abajo, sé que hablan de mí y sé muy bien por qué.

Pero no me levanté. Me quedé casi una hora más en la cama, pensando en este día especial, intentando visualizar mi futuro, sin ver nada, verificando si me sentía diferente o no. Ya tengo 18 años. Y, como lo había previsto, nada ha cambiado.

Mi padre trabaja demasiado, fuma demasiado, se estresa demasiado. Tristan habla demasiado fuerte, ríe demasiado fuerte, canta demasiado fuerte. Harrison no come mucho, habla mal, tiene miedo de todo y llora por cualquier cosa. En todo caso fue lo que escuché a Sienna reprocharle esta misma mañana.

Y si yo hubiera estado allí, seguro también me habría tocado algo: «Cepíllate el cabello, tienes muchos nudos. ¿No te quieres broncear un poco? ¡Deja de hacer esa cara! ¿Cuándo te vestirás como chica? ¡Las señas obscenas y las groserías están prohibidas bajo mi techo ¿Puedes cuidar a Harry hoy?»

¡Veamos!

Esperando tener un poco de silencio como regalo de cumpleaños, esperé pacientemente a que el ruido cesara, que las puertas se azotaran, que la casa se vaciara.

Escuché a mi padre irse a trabajar y lanzar un caluroso «¡Buen día, nos vemos más tarde!».

Escuché a mi madrastra encerrarse en su oficina y exigir suspirando «Intenten no molestarme».

Escuché a Tristan irse a pie, silbando, y corrí hacia la ventana para verificar: estaba atravesando el patio, dándole la mano a su hermanito, quien le daba la suya a Alfred el cocodrilo, cuya cola se arrastraba por el suelo.

Una imagen casi enternecedora. Pero sobre todo, la señal de que el camino estaba libre.

Sin pensar en mi atuendo, en mi peinado o en cualquier otra cosa, entro felizmente en la silenciosa cocina. Mi taza llena de café -frío- y el mensaje de mi padre me hacen sonreír.

«Feliz cumpleaños, mi gran Oliva verde. Hace dieciocho años cambiaste mi vida. Deseo que la tuya sea igual de bella, igual de fuerte y de apasionada que tú. Te amo, Papá».

Justo abajo, garabateado sobre el mismo papel, Sienna escribió «Con esto cómprate todo lo que quieras» y puso cincuenta dólares al lado. Como cada año. Es el máximo de ternura y generosidad del que es capaz. Ya me acostumbré.

La puerta de la villa suena de nuevo y Harry se lanza hacia mí explicándome que «Titan» acaba de enseñarle a hacer pipí afuera. Genial. Entonces solo salieron por algunos minutos. Y estoy vestida con unos shorts, playera sin sostén, y con el cabello esponjado y despeinado, en medio de la cocina.

Tristan llega después, pareciendo indolente, despeinándose el cabello con una mano y manteniendo la otra escondida detrás de la espalda. No ha hecho ningún comentario sobre mi atuendo o mi peinado, hasta ahora.

Mantengo a Harrison pegado contra mis piernas desnudas para esconder lo esencial.

-¡Happy birthday, Sawyer! -Dice Tristan haciendo aparecer un ramo de rosas blancas de detrás de su espalda.

Dudo por un segundo. Él no es así. Pero su sonrisa parece más sincera que de costumbre.

Y mi corazón late a un ritmo inusual. Su detalle me conmueve. Pero tengo miedo de que sea una broma.

-Puedes contarlas, hay dieciocho -insiste acercándome más las flores.
-Gracias, -murmuro aceptándolas finalmente.

-Harry, ve a hacerle un dibujo a Liv, -le dice a su hermano mientras que nuestras manos se rozan.

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