Se terminó. Ya no lloraré. Voy a recuperar a Tristan Quinn, he dicho. Esto no se puede terminar así. Él estaba enojado y yo agotada. No estábamos siendo nosotros mismos. Esa escena en el bar y luego en medio del camino no fue más que una pesadilla. Un error, tanto estúpido como trágico. Pero arreglaré todo esto. Es mi nuevo reto, mi leitmotiv, el desafío más hermoso. Y estoy lista para cumplirlo.
Yo, Liv Sawyer. Utilizando mis ventajas y mis cualidades, aquéllas que estuve a punto de olvidar: mi testarudez, mi poder de persuasión, mi astucia para salir de las peores situaciones - y no soy yo quien lo dice, sino mi padre.
Y no, no me veo como una tonta repitiéndome todo eso frente al espejo del baño.
Antes, hace apenas algunos meses, era una chica un poco dura, fría, solitaria y hombruna que decía groserías, lanzaba cosas y desafiaba a las personas, No tenía muchos amigos, y mucho menos enamorados - la simple idea de eso me parecía extraña -, pero al menos, las personas me respetaban. O más bien me ignoraba y eso me parecía bien. Así que lo he decidido, no pienso transformarme en una de esas lloronas, que se deja atacar sin reaccionar, que tiene miedo de todo, cede ante la menor presión externa, desvía la mirada cuando la ven de soslayo, se deprime porque su chico se ha ido y llora al pensar en todo lo que debió haber dicho y hecho.
Repite después de mí: « ¡Se acabaron esas estupideces! ¡ A-CA-BA-RON! »
Sólo que al parecer, soy la única en este estado. Y para perdonarse, olvidar todo y volver a comenzar, es mejor que sean dos. Desde hace dos días, siento como si Tristan fuera un fantasma que vive conmigo. Me ignora con todas sus fuerzas. Se cruza conmigo sin voltear siquiera a verme. Y huye de la casa cada que puede y por el mayor tiempo posible. Debo aprovechar cada oportunidad cuando está aquí, en el mismo lugar que yo, para intentar acercarme. Primero tímidamente y luego más jovial. A veces hasta exasperante. Pero quiero intentarlo todo.
En el desayuno, le echo una buena dosis de sal a su taza. Pero eso ni siquiera lo hace sonreír. Se conforma con vaciar el café en el fregadero e irse. En la cena, imito perfectamente a Sienna, con los puños sobre las caderas y la boca apretada, como si estuviera molesta por un detalle insignificante. Harry estalla de risa, pero Tristan deja la mesa de inmediato, suspirando ruidosamente, como si ahora fuéramos dos arruinándole la vida. Una noche, le robo la guitarra y la llevo a mi habitación. Me recargo en nuestra pared compartida, me pongo a tocar, como puedo, canturreando una balada de la cual invento la letra al vuelo. Y escucho la reacción de mi vecino, esperando haberlo conmovido.Lo único que obtengo, es que salga de su habitación, baje las escaleras, se ponga los tenis y azote la puerta de salida. Ni siquiera llega a dormir. Al día siguiente, y varios días después, ni un solo sonido sale de su boca. Sigue sin haber ni la más mínima emoción en su mirada. Ninguna expresión parece animar su bello rostro. Y esta indiferencia me vuelve loca. Ya pasaron no dos días, sino dos semanas.
¿Cómo le hace para aguantar? ¿Eso quiere decir que realmente no siente nada? ¿Que no tengo ningún efecto en él? ¿O sólo que es demasiado orgulloso como para enternecerse? ¿Demasiado testarudo como para ceder? ¿O sólo lo suficientemente buen actor para no demostrar nada?
Sólo hay una forma de saberlo. Una noche, cuando todos en la casa están dormidos, entro de puntillas a su habitación. Vestida como le gusta, con un shorty que deja mis piernas desnudas, una playera sin sostén y mi cabello suelto y sacudido para darle un aspecto salvaje, desordenado. La lámpara de su buró está encendida, puedo ver que está despierto. Me planto frente a él, pero no obtengo ninguna reacción. Me deslizo dentro de su cama, al lado de su cuerpo indolentemente extendido, pero que se tensa de inmediato. Él observa el techo, sin perturbarse. Entonces cruzo la última barrera, entro bajo las sábanas para acurrucarme contra él, sentir su piel, deslizar mi brazo helado alrededor de su cuerpo caliente, hundir mi rostro en su cuello que tanto extrañé.
Creo percibir una vacilación de su parte. Sus pectorales se elevan como si estuvieran buscando aire. Su nariz roza mi cabello y me respira. Su puño apretado se relaja, como si la idea de tocarme lo carcomiera. Pero renuncia. Me empuja suavemente y se sienta en su cama, antes de murmurarme:
– No puedes hacer esto, Liv. O más bien no has comprendido. Esto no es lo que quiero. Bueno, no digo que no lo quiera. Pero... provocarme cuando nadie nos ve. Venir aquí en secreto. Intentar hacerme reír a espaldas de Sienna. Y jugar este
jueguito clandestino. Eso es todo lo que me vuelve loco. Me peleé bastante contra esto, contra ti, pero ya no quiero. Lo único que quiero es dejar de tener que esconderme. Eso es todo.
Él suspira de nuevo y su aliento cálido y poderoso levanta ligeramente mi cabello. Luego deja lentamente su habitación. Lo sigo sin moverme, simplemente escuchando sus pasos: pasillo, escaleras, biblioteca de la planta baja, puerta cerrada. Se va dormir en ese sillón, aquél donde hicimos el amor por primera vez, y me pregunto si esta elección es perfectamente inocente. Me encuentro sola, sentada en su cama, en su universo. Todavía puedo escuchar su voz ahogada que me hace estremecer, oler esa mezcla de detergente y de su perfume un poco pasado, entrever la ínfima sonrisa que no pudo contener cuando confesó «No digo que no lo quiera».
Al menos, me habló. Me explicó. No cerró la puerta totalmente. Me rechazó pero, por primera vez, eso pareció costarle trabajo. Y si « ya no tiene ganas », tal vez pueda volver a dárselas...
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Juegos Prohibidos
Teen FictionA los 15 años conocí a mi peor enemigo. Sólo que Tristan era también el hijo de la nueva esposa de mi padre. Y eso nos obligaba a vivir en la misma familia, aunque no tuviésemos ningún vinculo de sangre. Entre nosotros, la guerra estaba declarada. Y...