2. Trabajando con el enemigo

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—¡Tristan! ¡Te necesito bañado, vestido y peinado en diez minutos! ¡Rápido! -grita Sienna en la mañana enfatizando cada palabra con un aplauso.

Ella sacó a su hijo mayor de la cama hace apenas cinco minutos y este se fue inmediatamente a recostar sobre el sillón de la sala para terminar su noche, tocando perezosamente su guitarra con los ojos cerrados.

—¿No quieren hacer más ruido? Son las 7 de la mañana, -reclamo tomando mi primer trago de café, recargada sobre la encimera de la cocina.

—¡Tristan, deja esa guitarra y muévete! -continua mi madrastra mientras que su hijo permanece inmóvil sobre el sillón. —Sí, ya sé... Eso no es nada bueno... Hay que encontrar una solución, -gruñe en el teléfono que sostiene entre su hombro y la mejilla. —Tristan, ¿me escuchas? ¡Despierta! -Y entonces chasquea los dedos a algunos centímetros del rostro adormecido del guitarrista.

—Entre más gritas, menos comprendo lo que dices, -le responde lentamente, como para ignorar la urgencia y hacer rabiar a su madre. 

Quien a veces se lo merece. 
Al menos no es solo conmigo que está insoportable.

Me sé estos conflictos de memoria y, a pesar del desorden matutino, me divierten bastante. Me muevo discretamente en la cocina abierta para tener una mejor vista hacia la escena que se desarrolla en la sala. Tristan está en bóxers grises y playera blanca, con sus pies descalzos sobre la mesa baja y su guitarra en los brazos, y Harry con pijama está sentado al lado de él, con un biberón de leche con chocolate en una mano y la pata de Alfred el cocodrilo en la otra. Típico.

—Siete de mis mucamas tienen intoxicación por alimentos, explica Sienna quien colgó su teléfono y colocó sus manos ahí donde parecen estar sistemáticamente imantadas, sobre las caderas. ¡Arreglaré eso más tarde con quien tuvo la brillante idea de celebrar su cumpleaños en un diner barato e invitar a las demás! Mientras tanto, necesito que mi hijo me haga un favor y vaya a prepararse. ¿Es demasiado pedir?

—No puedo ayudarte, tengo ensayo con los chicos hoy.

—¡No va a pasar nada si lo pasas para después! Es solo por un día. O dos. Mientras encuentre reemplazos. Y te pagaré, no será un día perdido para ti... por primera vez en tu vida, precisa con un tono cínico en la voz.

¿Cómo le hace para ser tan molesta? Ya veo de dónde lo heredó Tristan.

—No me importa tu dinero, mamá, suspira con una sonrisa indiferente, antes de echar hacia atrás la cabeza en el brazo del sillón. No puedo dejar a los chicos.

—¡Ellos pueden venir a trabajar para mí! le responde levantando las cejas como si acabara de tener una revelación. ¡Cinco chicos apuestos en plena juventud! Algunos ya han sido meseros, ¿no? se emociona.

—No, la interrumpe de inmediato Tristan. ¿Y quién va a ocuparse de Harry?

—¡Ya llamé a la niñera y está en camino! Y tú ya deberías estar llamando a tus amigos. A Blake el alto y el moreno apuesto ese, Jackson... ¡Y al que toca el piano!

—Es Drake, no Blake, la corrige Tristan suspirando. Y Jackson es blanco. El negro es Elijah. De hecho, es mestizo. Y Cory toca el teclado, en un grupo de rock no se dice «piano».

—¡Ah sí, Rory!

¿Pero por qué no escucha?

—¡Si yo tengo que jugar al sirviente todo el día, no veo ninguna razón para que Liv no esté obligada a ello también! protesta Tristan que acaba de darse cuenta de mi presencia. Y de sacarme bruscamente de mi papel tan amado de espectadora silenciosa. Con su mirada provocadora y su actitud de orgullo, sabe que ya ganó.

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