4. Bienvenidos al Wild Motel

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– Liv Sawyer de la Luxury Homes Company, ¿en qué puedo ayudarle?

Mi voz suena falsa, pero hago mi mayor esfuerzo para sonar más adulta.

Hace aproximadamente diez segundos, Ellen, la telefonista, entró totalmente en pánico y me transfirió esta llamada « de gran importancia ». Al parecer, un cliente millonario está pensando en comprar una propiedad en los Cayos. ¿Su presupuesto? Ocho millones.

De dólares, sí.

Como Craig y Romeo están fuera, Janice y sus colaboradores en reunión con los banqueros y los agentes inmobiliarios de vacaciones o mostrando alguna casa, actualmente soy la única disponible. Obviamente, nadie esperaba que un cliente de esa magnitud llamara directamente a la agencia. Generalmente, los magnates así son representados por asistentes u otros administradores de patrimonio, con los cuales es mucho más fácil hablar.

– Estoy buscando una propiedad muy particular, señorita Sawyer, me anuncia sin rodeos la voz masculina con un fuerte acento texano. Y estoy extremadamente presionado.

– Lo escucho, ¿señor...?

– Byron. Austin Byron. De Byron Pharmaceuticals. ¿No me conoce? Debería...

– Lo ubico perfectamente, Sr. Byron, invento. ¿Cuáles son sus criterios de búsqueda?

El bloc de notas sobre el cual garabateo cada palabra se pone rápidamente negro. El Sr. Byron no es difícil... es imposible de satisfacer. Un presupuesto de ese tamaño no hace todo, sobre todo cuando se desea a la vez un campo de golf, una piscina con cascadas y un terreno lo suficientemente vasto como para construir caballerizas. Sin olvidar la escalera de doble hélice, la cocina con acceso a una terraza panorámica que dé hacia el mar, las diez habitaciones amplias, los doce baños contiguos - perfectamente lógico -, el estilo art déco de los sesentas y... el refugio atómico.

– ¡Haremos nuestro mejor esfuerzo! le digo con entusiasmo, escondiendo mi total falta de convicción.

– Usted, señorita Sawyer. Usted hará su mejor esfuerzo. Quiero que usted sea mi única interlocutora en esta transacción.

– ¿Puedo preguntarle por qué? continúo casi sintiendo una gota de sudor en la frente. Apenas estoy comenzando y...

– Porque el destino así lo quiso. Si me comuniqué con usted el día de hoy no fue por casualidad, ríe el hombre con un acento tan marcado que debo descifrarlo. Inhalo, exhalo y retomo con mi voz « profesional ».

– ¿Cuándo estaría disponible para comenzar con las visitas?

– Mañana. Únicamente.

– …

– Soy un hombre ocupado, señorita Sawyer. Si no cree estar a la altura, puedo gastar mis millones en otra parte...

– ¡No! grito fuerte. La Luxury Homes Company está hecha a su medida, Sr. Byron.

– Espero que así sea.

– ¿En qué número puedo comunicarme con usted?

– Usted ocúpese de su investigación. Yo la llamaré.

– ¿Está seguro? Generalmente proce...

– No le doy mi número a cualquiera, señorita Sawyer, me interrumpe de nuevo. Primero demuéstreme quién es. Que tenga buen día.

– Buen día...

Bip. Bip. Bip.
Texan Gentleman, cómo no...

Esa noche, al regresar a la casa cerca de las 11 de la noche, me duele todo. Literalmente. Mis manos están adoloridas por haber garabateado y tecleado tanto en mi teléfono. Mi espalda se bloqueó de tanto estar confinada a una maldita silla de oficina. Miles de descargas eléctricas recorren mi cabeza haciendo que las lágrimas se me acumulen en los ojos. Y mis pies se quedaron demasiado tiempo encerrados en unos zapatos que parecen aparatos de tortura. En otras palabras, tacones.

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