1. Un gran desastre

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Ese beso tan sublime... La pantalla subiendo... Tristan y yo, cayendo en la trampa, frente a todos esos rostros impresionados.
Si tan sólo pudiera borrar esa imagen. Arrancarla de mi mente donde está tan
grabada, para siempre.

Sienna está furiosa. La castaña, humillada por nuestra culpa, atraviesa la multitud del country club y nos ordena con una voz glacial que la sigamos. Tristan obedece, se pone de pie y me ofrece la mano animándome con su mirada grave y protectora. Mi corazón me incita a tenerle confianza, a creer en él, en nosotros, pero me quedo postrada, incapaz de moverme.

Los murmullos se multiplican, se hacen más fuertes. Craig interviene, llega hasta mí sosteniendo todas las miradas acusadoras, toma suavemente mi muñeca y me convence de seguirlo hasta el estacionamiento. Recupero el uso de mis pies, pero de la palabra todavía no.

En el auto reina un silencio de muerte. Lucho contra las lágrimas, estoy en otro mundo. Harry se duerme rápidamente, acurrucado en su asiento del auto.

Tristan está volteado hacia el otro lado y sus amplios hombros forman una barrera entre nosotros. Al bajar de la SUV, me doy cuenta de que lo peor todavía está por llegar.

– ¡No se conformaron con arruinar la ceremonia de mi premio, no! ¡Hicieron que no me atreva NUNCA más a salir de mi casa por la vergüenza que siento!

Los gritos de Sienna llevan más de una hora resonando en la residencia familiar. Mientras que mi padre permanece mudo, volteado hacia la ventana, su mujer se desgañita sin parecer para nada cansada. Y a pesar de mis tímpanos que timbran, a pesar de todo lo que me molesta de ella, me siento culpable. Me odio por haber arruinado su velada. Me odio por haber decepcionado a mi padre, por haber dado ese espectáculo, por haber manchado el retrato familiar. Y por haberle hecho sufrir todo eso a Tristan. Pero más que nada, me odio por haberme enamorado del único chico al que no tenía derecho de amar. « No tienen derecho », eso es lo que todos deben estar pensando. Justo cuando acababa de decirle, o casi, que lo amaba. Siento que regresamos al punto de partida.

Tristan no me ha mirado, no me ha dicho ni una sola palabra desde que dejamos el country club. Con la mirada dura y pareciendo intocable, él mira la pantalla plana de la televisión apagada, como si fuera a lograr atravesarla para huir.

Cuánto lo comprendo…

Y Sienna continúa hecha una furia dando vueltas alrededor de mí:

– ¡Maldita sea, digan algo! ¡Al menos eso nos deben! ¡Craig, reacciona! ¿Te das cuenta de lo que hicieron?

– ¿Sólo fue un beso? pregunta de pronto mi padre, pareciendo cansado y sin mirarnos. ¿Uno sólo? ¿Nada más?

Estoy agotada. Agotada de tanto mentir, de tanto actuar, de tanto esconderme. Estoy a punto de confesarlo todo cuando Tristan voltea finalmente hacia mí. Mi corazón se detiene, me doy cuenta de que ya no es el mismo. Nuestra burbuja, nuestra serenidad, nuestra osmosis realmente acaba de romperse. ¿Todo el camino que recorrimos fue en vano? Tiene los brazos cruzados, la mordida apretada, sus ojos me examinan cuidadosamente, con cierta ternura.

Esperaba encontrar en ellos enojo, desconfianza, pero estaba muy equivocada.

Él parece comprender que estoy a punto de confesarlo todo. Parece leer la desesperación en mi mirada. Y con una ínfima señal de la cabeza, me dice que no.

Me impide hacerlo. No estoy segura de entender por qué. Me siento confundida.

Una lágrima corre por mi mejilla. Tristan se voltea y toma el control de la situación. Su voz ronca llega a rescatarme.

– Fue un error... resopla hacia mi padre. Lamento lo que hice. Yo soy el único responsable, no sean tan duros con Liv. Esto no se va a repetir. Nunca.

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