1. Cobardía ordinaria

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«Sé lo que hicieron. Y se llama incesto».

En el otro extremo, la voz metálica era glacial, asesina. Escalofríos descienden por mi espina dorsal a pesar del calor de agosto, suben hasta mi garganta y es la náusea quien toma el relevo.

¿Quién se esconde detrás de estas amenazas?

¿Quién podría vernos?

¿Y quién nos puede culpar así tanto?

Tres días que estas preguntas dan vueltas en mi cabeza, me impiden dormir, me cortan el apetito, me dan sudores fríos cada vez que algún teléfono suena de nuevo en la casa.

En el concierto, nadie me vio entrar al camerino de Key Why, estoy segura. Si Drake hubiera sabido que me encontraba detrás de la puerta, jamás habría bromeado con Tristan como lo hizo.

¿Y si el autor de esta llamada anónima habló justo del beso en la playa? Allí, había mucha gente. Mis dos mejores amigos, jamás harían una cosa así. Los amigos de Tristan, capaces de este tipo de bromas pesadas, pero que jamás se atreverían hacerle esto al líder de su grupo.

¿Lana, su ex? ¿La camarera con los ojos de gato? ¿Jake, el estudiante de medicina del Dirty Club? ¿El jardinero? ¿El cartero? ¿Y por qué no Harrison, mientras estaba allí? Esta llamada telefónica me ha vuelto tan paranoica que casi me pongo a sospechar de un niño de 3 años de edad. Un chiquillo adorable, que me acaba de poner en los brazos Alfred cada vez que siente que soy pesimista. A pesar de la baba y el polvo, aprieto la felpa contra mí antes de que Harry lo recupere para «llevarlo a caminar» o «aprender a contarle historias para cuando mamá ya no esté allí».

Sienna haría bien en pasar un poco más de tiempo con su hijo y un poco menos contando sus fajos de doláres.

Mi corazón carece de un latido. El teléfono suena, a lo lejos, pero se calla al cabo de tres timbres. ¿Un error? ¿Una advertencia? La próxima vez, no me esperaré a que alguien descuelgue…

¿Pero a quién se le puede ocurrir hacerme vivir esta pesadilla? ¿Quién es tan cobarde, tan patético y tan bastardo para hacerme esto? Todo lo que sé, es que si me le echo encima, la va a pasar muy mal.

La ira en lugar del miedo: mi nuevo mantra.

Tres días, también, que evito cuidadosamente cruzarme con aquel a quien se le han referido tanto como yo por estas amenazas. O en todo caso, de encontrarme sola con él. No tan complicado, finalmente. Me levanto temprano, cuando Tristan emerge en medio del día. Voy al trabajo mientras se queda en un garaje de chiquillos ricos, con su grupo de seductores de chicas. Ceno en «familia» mientras él se va a los bares de moda con su grupo de amigos. Cuando vuelve, estoy acostada desde varias horas, echada en mi habitación.

Acostada desde hace horas, sí… pero no siempre dormida.

Puede dormir tranquilo, al otro lado de la pared. A veces, tengo la impresión de escuchar su respiración a través de la división, cuando la mía no es más que sofocaciones y sobresaltos. Cada noche, tengo la sensación de ahogarme mientras que él, inconsciente del peligro, flota alegremente en la superficie.

Tomé la decisión de no revelarle nada de todo este lío. Ya, porque Tristan probablemente tendría mucho gusto de tomar esto a la ligera, de media sonrisa tratándose de un chiquillo asustado y paranoico. También y sobre todo, porque nunca se sabe, podría tener el impulso repentino de localizar a la persona responsable, con el riesgo de delatarnos de paso.

Él no tiene nada que perder. Todo el mundo sabe que el cantante de Key Why es un rebelde, con una boca grande, un electrón libre que no tiene ningún uso de la moralidad. En cambio, nuestro «acercamiento accidental» —es así como decidí calificarlo desde que me juré que nunca MÁS me rendiría— podría hacerle una publicidad increíble.

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