4. Antes de la tempestad

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¡Home, sweet home!

« Sweet », tal vez no. Pero al menos ÉL estará allí.

Desde que vivimos todos juntos, las vacaciones de Navidad de los Lombardi-Quinn-Sawyer tienen una extraña tradición... Primero, nos levantamos todos enojados con los demás. Luego Sienna se va con Harry para pasar las fiestas con la familia de ella - Tristan no tiene que hacerlo desde que se comportó lo suficientemente mal como para avergonzar a su madre. Y mi padre aprovecha para salir con sus amigos - antiguos colegas o compañeros de la inmobiliaria con quienes va a esquiar - ya que los negocios están bajos en esta época del año. Es ahí que recupero mi libertad. Oficialmente, estoy bajo la tutela de Betty-Sue, pero mi abuela resulta ser la más laxa y por consecuente el mejor de los chaperones del mundo. Para la mayoría de las personas, las fiestas de fin de año son la ocasión de reunirse. En nuestra casa, es todo lo contrario. Es extraño que esto nunca le haya dado un indicio a mi padre o a mi madrastra acerca de la realidad de su sueño de linda familia recompuesta.

En fin, normalmente no soy una gran fan de Navidad. Pero la simple idea de volver a ver a Tristan, después de cinco días separados y tantas atenciones que tuvo conmigo durante mi viaje a Francia, hace que todo me hormiguee.

Malditos insectos, con sus miles de patas que me vuelven loca.

Me decepcioné de no verlo ayer al regresar a Key West. Pero el rockstar
tenía obligaciones - ensayos y citas con el productor interesado en los Key Why - y esa imagen que tiene, como líder de su grupo que negocia un primer contrato, sólo logró que me pareciera más sexy. Y la espera todavía más excitante. Estaba decepcionada también por no haberlo visto esta mañana, con el cabello despeinado al despertarse, en playera y bóxers, con su bello rostro lleno de mal humor - una de sus facetas que prefiero. Pero mi padre me explicó que había regresado muy tarde y se fue temprano, y tuve que hacer como si me conformara con esta explicación.

Mientras que pensaba en esa noche que pasamos en mi cama, justo al lado de él, en la suya, ambos separados por esa delgada pero tan cruel pared compartida.

[Deja de darte a desear, Quinn... ¡aparece!]

[No puedo.]

[¿Por qué? :(

[¡No podré evitar lanzarme sobre ti! :) ]

[¡Provocador! 3 ]

Nuestro intercambio de mensajes me impide reprocharle nada. Y como el día se prolonga perezosamente, con apatía e interminable, esperando la cena, mi corazón late a mil por hora cada vez que escucho un ruido en la calle o cerca de la puerta de entrada. Pero debo esperar más, más y más. Recostada sobre el sillón de la sala con Harry, Alfred y un plato de palomitas saladas, me repongo tranquilamente del cambio de horario acariciando al pequeño que hace lo mismo con su peluche. Vemos las caricaturas llenas de elfos, duendes y renos, y después películas de Navidad que ya he visto unas seis veces.

Y Tristan sigue sin aparecer...

Este año, me parece que la villa tiene una atmósfera extraña para ser Navidad. Un gran vacío, una calma inhabitual. Si fuera supersticiosa, creería que una gran tempestad se anuncia. O si no, que todo el mundo aquí ha bajado las armas. Según lo que comprendí, Sienna prefirió llamar a un banquetero que cocinar ella misma. Y las decoraciones de Navidad son más bien escuetas para alguien que le encanta tanto la exageración: un pino más grande de lo normal, algunos bastón de dulce colgados en las ramas y una guirlanda luminosa que me parece apagada permanentemente. Y la bota de Harrison es la única que espera cerca de la chimenea, como si nadie más hubiera querido seguir el juego.

– ¡Toc toc toc! exclama Betty-Sue entrando en la casa sin tocar. ¡Dios mío, qué ambiente!

Mi abuela baja la voz, sorprendida de verme en este estado y de constatar el vacío alrededor de mí. Ella hace una mueca molesta para disculparse por su gran entusiasmo y avanzo de puntillas para unirse a nosotros sobre el sofá.

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