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—Madre.
—¡Oh, HoSeok!
Me acerqué a abrazar a esa mujer tan adorable que me había recibido con una sonrisa tan enorme. Hacía bastante que no la visitaba sin sentir que era una obligación, esa vez, genuinamente quería pasat tiempo con ella.
Era una mujer sola que perdió a su hija y su único hijo vive a un par de horas, su marido estaba en la cárcel y su único orgullo era yo.
Y pensar en que estaba fallándole tras las cortinas comenzaba a carcomerme.
Estaba comenzando a sentir remordimiento y eso era... inimaginable.
No amaba a SeulGi, la odiaba pero no dejaba de ser una bella mujer.
¿Amaba a YeoJoo? Sabía que me gustaba, que me atraía pero...
Tal vez ver el rostro demacrado de mi madre era lo que estaba haciéndome cuestionar aún más mis acciones a lo que había estado haciendo los últimos días.
Más que ahogarme en un néctar amargo, retenía mis impulsos en las espinas alrededor de esas flores.
Había estado deteniendo mis atenciones a todas y cada una de aquellas ninfas tóxicas que aún seguían dejándome inconsciente con su droga imparcial. Evitaba acercarme, en los recesos huía a la sala de maestros y tal vez conversar con la señorita Ahn no era tan malo después de todo.
Era torpe, espontánea y graciosa aunque no dejaba de tener actitudes molestas.
Huía tal vez porque sabía que ir más lejos bajo las faldas de mis alumnas me llevarían a algo peor.
Pero era difícil.
—¿Sabes algo de mi padre?
—A parte de que debe estar pudriéndose de culpa ahí, no sé nada más.
Asentí.
—¿De verdad no te has deshecho de las cosas de DaHye?
—No puedo, me duele, es lo que me hace recordarla.
—¿No es más doloroso mantener el vivo recuerdo a un lado tuyo? Latente...
Negó.
—¿Cómo han sido las cosas con esa mujer... SeulGi? Insisto en que deberías traerla alguna vez.
—Hemos avanzado bastante bien. La traeré a otro día.
—¿Realmente estás dispuesto a estar con ella teniendo una hija?
—YeoJoo es la niña más encantadora, no me pesaría hacerla mi hija, ¿sabes?
—Mientras seas feliz.
—Lo soy ahora.
O tal vez no.
Tal vez sólo me gusta engañarme.
Más tarde mientras mi madre tomaba algo de té en el jardín, tomé el valor de ir a la habitación de DaHye.
Mi mano temblaba mientras sostenía la manija para abrir la puerta, suspiré y abrí después de eternos milenios en los que dudé hacerlo.
Esa habitación había sido un lejano recuerdo por años y años en los que lo último que deseaba era recibir estacas en mi corazón.
La luz entraba de la misma manera que ese día, iluminando esa cama con el mismo desdén con el que le arrebataron el aliento con tanto sufrir.
Mis ojos picaron.
La mirada que ella me había dado casi inherte, la impotencia que sentí ese día regresó y ahogué un grito de frustración.
Tal vez la amaba un poco más de la cuenta.
Contuve mis lágrimas tratando de ser tan fuerte como no lo era, idiota sentimental que podía llorar como la lluvia en esos melancólicos días nublados.
Su perfume estaba ahí, sobre su tocador y en un envase de color lila, era lindo, tan aniñado como podía ser cualquier objeto para niñas.
Y tal vez no debí hacerlo, pero la necesidad de un amargo recuerdo me incitó a acercar mi nariz y descubrir la más terrible verdad en todo el enjambre que tenía en mi mente.
Dalias y vainilla.
¿Qué tan desafortunado debía ser? ¿Qué tan enfermo debía ser?
¿Qué tan imbécil debía ser?Con el aturdimiento de la maldición de mis verdades, a lo pies de su cama comencé a ahogarme con mis lágrimas.
Ardor en mis ojos como si la contaminación del agua más sincera cayera por mis mejillas.
Tomando mi cabeza, apretando los dientes podía darme cuenta por mí mismo que algo no estaba bien; y realmente nunca lo estuvo, pero la reflexión sobre algo más y más recóndito podía revolverme el estómago.
Recordar su sonrisa con tanta pasión no me dejaba sentirme tan culpable en lo más sincero de mi corazón.
—¡Seokkie!
—¿Mmm?
—¡Llévame por un helado! ¡Prometo portarme bien en el camino!
En ese momento, no tenía dinero y busqué sólo para poder comprarle ese helado, el de fresa era su favorito.
Si ella estuviera conmigo en este instante, no habría cosa que no le comprase, cosa que no le daría, amor que no recibiría.
DaHye, mi princesa caída en los pecados de los brazos que debieron protegerla más que nada.
—Soy un idiota.
Incluso cuando ella a veces tenía moretones sin explicación coherente en ese tiempo, incluso cuando probablemente calló varios abusos más... Ella siempre fue una niña feliz.
Si tan sólo me hubiera esforzado en darme cuenta de todo el daño que su pobre corteza de porcelana estaba recibiendo.
¿Era un mal hermano?
Porque ahora, echándola de menos y rogando por un segundo donde abrazarla, cuestionando cada sentimiento latente en mi ser con falta de oxígeno... pienso que no lo merecería.
—Seok...
Su voz era muy linda.
—¡HoHo!
Su sonrisa era radiante.
—HoSeok.
Su mirada era seductora.
No merecía compadecerme de mí mismo ahora, no cuando aquél regocijo se sentía tan lejano, lleno de culpa así como pudo haber sido tan soleado.
Estoy jodido.
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ʟᴏʟɪᴛᴀ ¡! ᴋɪʜᴏ ғʀᴏᴍ ᴍᴏɴsᴛᴀ x
Fanfiction~ Nombre que rima en cada sílaba, locura mía, pecado mío.