O14; ɢᴜᴍᴍɪᴇs

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¿Qué podía decir? Estaba feliz. Era esa típica felicidad de hombre que acababa de tener sexo. Al despertar esa mañana, revisé mis pertenencias y estaban todas ahí, debía irme lo antes posible a mi hogar para poder darme una ducha.

Muy necesaria, por cierto.

Me levanté de la cama al escuchar un ruido proveniente de la cocina. Me coloqué como dios mandaba la ropa interior y la camisa a medio abrochar.

Salí de la habitación y con el mayor silencio fui a la cocina, encontrando a una YeoJoo sentada en el suelo comiendo galletas y una caja de cereal con mucha tranquilidad.

Sus mejillas estaban llenas de comida, lo que le daba una adorable apariencia de hámster. Ella tragó todo con rapidez al verme y se escondió bajo la mesa del comedor, lo que me dejó desconcertado.
Me acerqué a ella y se hizo aún más para atrás, soltando un leve quejido.

—YeoJoo, cariño. ¿Qué ocurre?

—¿Soñé lo de anoche?

—¿Qué?

—¿Fue real?

—¿Usted... lo hizo?

—Uh... Sí, creo que sí.

—¿Por qué?

—Porque quería y lo pediste.

YeoJoo hizo una mueca extraña y salió de debajo de la mesa. Yo me levanté y la seguí hasta la sala de estar, ella había movido los regalos de sitio sólo para ojearlos, después se sentó en uno de los sofás mirando a sus pies.

—Me duele.

Escuché que dijo y yo reí levemente, pude notar el rubor en sus mejillas después de aquello.

—¿Mucho?

—Sí.

En ese momento me sentía como un doctor muy idiota, me senté a un lado de ella y la abracé por los hombros con una sonrisa, ella se removió incómoda y recordé cierto punto importante que sólo utilicé una vez.

Un condón.

Aunque era algo totalmente diferente a lo que estábamos conversando, ahora tenía un poco de angustia.

—YeoJoo, ¿puedo preguntarte algo?

—Supongo.

—¿Haz tenido tu periodo ya?

—... No.

En ese momento sentí un gran alivio por mi descuido; aunque sería extraño que ya lo tuviera, ahora que lo pensaba, había olvidado su edad.

—¿Qué sentiste?

—¿Es necesario que responda a eso?

—Uh... No. ¿Tu madre sigue dormida?

—Supongo, no está aquí para regañarme por comer las galletas y el cereal.

Le sonreí y comencé a acariciar su cabello con delicadeza, enredándolo en mis dedos y alizándolo de nuevo.

—No me gustó pero tampoco me encantó, ¿sabe? es horrible ahora.

Me detuve y la miré, ella seguía mirando a sus piernas, las cuales cerró al sentir mi mirada en su piel.

—¿Por qué?

—Dolió al principio demasiado, no puedo entender como es que mi madre lo soportó.

Sonreí de lado y me senté delante de ella y en el suelo, logrando tener su atención.

—Es normal que te haya dolido, fue la primera vez que lo hiciste. Tu cuerpo no está acostumbrado a esas dimensiones. Tu madre lo ha hecho... antes y el dolor ha desaparecido.

—Si lo vuelvo a hacer después, ¿ya no dolerá, verdad?

—Tal vez el dolor se vaya de a poco, depende mucho de tu cuerpo.

Ella asintió y se lanzó a mis brazos, la atrapé y la abracé igualmente, dejando mi mentón sobre su hombro derecho.

Dejó un beso en mi mejilla y se levantó después de un rato.

—Tal vez deba ir a despertar a mamá para que vea su regalo.

—No es necesario, yo me iré. El regalo de tu madre es el perfume, para ti es la cajita roja. No la despiertes, debe estar cansada. Dile que gracias por todo.

—Claro.

Me levanté igualmente y fui a cambiarme rápidamente, YeoJoo me había esperado pacientemente en el sofá y al verme entrar sonrió.

Me acerqué de nuevo y le robé un beso a sus preciosos labios, ella sólo sonrió.

—Gracias por lo de anoche, no puedes decirle a nadie, ¿sí?

—Lo sé. Cuídese, profesor Lee. Nos veremos después.

—Fue maravilloso, por favor cuida de tu madre. Adiós.

Habíamos ido hasta la puerta y justo ahí, YeoJoo jaló de mi mano e hizo que me agachara para ella besar mis labios una última vez de forma corta pero suficiente.

—Adiós.

Dijimos ambos y salí del departamento, dejando a YeoJoo y a su madre ahí. Me hubiera encantado quedarme pero en verdad ansiaba llegar a casa para darme una ducha.

El encuentro con SeulGi no había sido del todo satisfactorio, no podía sentir mucho. Sólo esperaba no repetirlo, era asqueroso pero necesario; de ella esperaba mucho más por su esbelta figura y aniñado rostro, pero de verdad nada.

Al llegar a mi hogar, me di una ansiada ducha de agua fría. Mientras lavaba mi cabello, el recuerdo de la media luna llegó frente a mis ojos como niebla. Había sido maravilloso.

Ni siquiera recordaba cómo había llegado a su habitación, en mi memoria sólo se quedaron marcadas las lágrimas en el rostro de Joo.

Lágrimas que demostraban su frustración por no poder liberar su llanto.

Lágrimas que demostraban como su curiosidad disminuía.

Lágrimas al darse cuenta de que el seducir a un pobre hombre no era la cosa más sana a la que podía retarse.

Porque no estaba bien, ambos lo sabíamos con certeza.

Porque el mismísimo Asmodeo temería al deseo carnal de esos rasgados ojos.

Porque Leviatán se ocultaría en seres de otros al notar lo que YeoJoo pudo lograr en un hombre tan herido mentalmente, tan enfermo pero tan enamorado como lo era yo.

Temía sobre cualquier cosa que YeoJoo pudiera hacer de ahora en adelante porque bien, me usó para satisfacerse e igualmente para cumplir con lo inculcado en su femenina figura.

Todo había sido muy dulce, empalagoso incluso. Algo agrio por el dolor y las lágrimas; como las gomitas de arcoíris que comía de niño, esas que eran dulces pero cubiertas por esa azúcar ácida que te daba escalofríos e incluso ganas de quitarte los dientes. Deliciosas, como ella.

Encajamos tan bien que incluso temía que estuviera delirando pero no fue así, ella me ceñía, ella apretaba como cualquier fémina virgen con cuerpo pequeño, encantadora. Era preciosa pero manipuladora.

Mi triste pecado, mi noble desgracia, mi doloroso recuerdo, mi melancólica ira, mi princesa, mi perdición... Yoo YeoJoo.


























































ʟᴏʟɪᴛᴀ ¡! ᴋɪʜᴏ ғʀᴏᴍ ᴍᴏɴsᴛᴀ xDonde viven las historias. Descúbrelo ahora