OO3; sᴋɪʀᴛ

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Yoo YeoJoo, nombre cuyo apellido rima con la última sílaba de sí, nombre que suena cada vez que tomo lista y escucho un dulce 'presente' salir de esos labios colorados por comer dulces o por heridas que misteriosamente aparecían en su bonito rostro.

Durante la clase de filosofía, pedí a mis alumnos que cerraran los ojos y que prestaran atención a mi lectura, dejando que imaginaran cada escenario y personaje.

Mi voz comenzó a inundar la mente de los niños, noté sonrisas en sus rostros cada párrafo que avanzaba la historia. Me detuve a un lado de YeoJoo y noté que se acomodaba en su asiento más a gusto, seguro había sentido mi presencia. Seguí leyendo unas dos páginas más del libro y lo cerré, provocando quejas en los niños quienes querían continuar escuchando.

Les pedí que hicieran un dibujo sobre la historia, sobre cada escenario y personajes que imaginaron, les entregué una hoja en blanco y dejé que hicieran su trabajo.
Se veían felices y concentrados en sus dibujos. Me senté en la silla detrás de mi escritorio y fijé mi mirada en YeoJoo. Con el pasar de los días, me di cuenta de que su uniforme era ya un poco chico para ella, su falda era corta de más y su camisa muy ceñida a su delgada figura.

Quería hacer algo pero no podía.

Miré desde sus zapatos hasta su cabello, apreciando cada milímetro de piel expuesta y sonriendo al final. Hubiera seguido mirando pero cierta maestra entró a mi salón, mirando lo callado que estaba y lo ordenado también. Con asombro, se acercó a mí y sonrió.

—Veo que a los niños les agrada su clase.

—Creo que son así con todos los maestros.

Respondí y analicé a la maestra, no pasaba de los veintitrés, era bonita. De cabello negro y corto al mentón, estatura de no más de uno sesenta y dos. Complexión media y piernas gruesas.

—Lee HoSeok, maestro de filosofía y español.

—Ahn HyeJin, maestra del taller de baile.

Estrechamos nuestras manos y sonreímos, volviendo a ver a los niños quienes concentrados, siguieron coloreando.

—La directora me envió a supervisarlo un poco pero creo que no es necesario, usted tiene todo bajo control.

—No del todo.

—Da igual, le dejaré con su clase que los niños ya están por terminar, nos veremos luego.

La muchacha cuya intervención fue inútil, se fue haciendo una reverencia y me dejó de nuevo en paz con los niños. Al escuchar de a poco que ya terminaron, tomé sus dibujos sin prestar mucha atención, después la campana fue tocada indicando de nuevo el receso. Esta vez no esperé a YeoJoo en el salón, volviendo de dejar sus pertenencias en el siguiente. Me quedé en el salón de clases, sentado de nuevo en mi silla y revisando los dibujos, notando que todos eran casi iguales, incluso el de mi pequeña.

Los guardé en mi portafolios y justo cuando iba a beber un poco de agua, YeoJoo entró al salón cerrando la puerta detrás de ella. Estaba llorando y sus rodillas estaban heridas, rosadas y llenas de sangre. Me puse de pie y corrí hacia ella, tomándola entre mis brazos y dejándola sentada sobre mi escritorio.

Su rostro estaba húmedo y rosado, sus labios rojos de tanto morderlos para no sollozar, la imagen era preciosa pero había algo más importante.

Rápidamente limpié las lágrimas de su gordito rostro y fui por el estuche de emergencias que estaba en cada salón por si había un accidente.
YeoJoo me miró y frunció su ceño por el ardor de sus rodillas.

Ella levantó su falda un poco más para que viera sus heridas, yo me hinqué delante de ella para curarla.

—¿Qué pasó, mi amor?

—¡Las otras niñas me empujaron e hicieron que cayera!

—Esas niñas recibirán su castigo, por ahora deja de llorar, las niñas bonitas no manchan su rostro de lágrimas.

La tierna niña asintió y mordió su belfo inferior con fuerza para evitar su llanto, tan adorable, tan preciosa. Tomé un poco del agua de mi botella y humedecí una toalla, con extrema sutileza limpié la herida, YeoJoo jadeó por el tacto.

Desde mi perspectiva, que era baja, podía apreciar muchas cosas. Desde sus heridas rodillas, sus delgadas piernas, su bella piel, hasta lo que ocultaba bajo su falda y es que ella estaba siendo muy descuidada para la señorita que era, tal vez se sintió muy confiada a este punto. Sus piernas estaban separadas y su falda estaba ya demasiado arriba, me era imposible no mirar, me sentí sucio al hacerlo porque la inocencia con la que ella me dejaba tocarla, estaba siendo trastornada a algo más pecaminoso.

Tosí un poco nervioso, seguro mi rostro estaba rojizo pues lo sentía hervir. Las aniñadas bragas de la linda ninfa delante mía me sedujeron para pasear mi mano más y más arriba de sus heridas pero unos pasos cerca de mí me hicieron impedirlo.

YeoJoo y yo miramos hacia un lado para ver quien había entrado al salón de clases y no era nada más y nada menos que la maestra de hacía unos minutos, me preguntaba qué carajos quería ahora.

—Oh, la pequeña YeoJoo se lastimó... yo sólo había venido a invitarlo a desayunar algo a la sala de maestros, profesor Lee, pero veo que está ocupado.

—¡Vine a pedirle ayuda al profesor!

—Lo comprendo, ¿usted no necesita la mía?

—No es difícil sanar raspaduras.

Respondí mientras tomaba un trozo de algodón y lo remojaba en alcohol, me aseguré de hacer notar molestia, no quería que pensara mal sobre mi amabilidad. YeoJoo sólo se quejaba por cada tacto en su pobre piel, le ardía ahora más pero se veía que entendía que ahora sus heridas cerrarían antes. La maestra se sentó en un pupitre y me miró con tristeza atender a la pequeña niña más que a su pedido. Al terminar de curar a YeoJoo, me levanté y acaricié su cabello, dejando un beso al final sobre su coronilla. Ella sonrió ampliamente y la ayudé a bajar del escritorio.

—Ya hablaré con la directora sobre esas niñas, sólo dime sus nombres.

—Sí, son Chae Dodo y Dior Lee.

—Muy bien, entonces hoy en la tarde iré a la dirección y lo reportaré. Ve a comer tu desayuno y no corras para evitar caídas nuevas.

—¡Claro profesor Lee!

Y sólo esa frase derritió mi corazón, se fue del salón caminando y agitando su mano, estaba seguro que seguiría mi pedido. Sonreí de lado y me fui a sentar a la silla de mi escritorio, otra vez. HyeJin, quien seguía ahí me miró con ternura pero curiosidad también, preguntaría el por qué de las heridas en YeoJoo, tema que me hizo enfurecer pero eran cosas de niñas envidiosas.

—YeoJoo me ha dicho que las niñas la excluyen mucho, ha estado viniendo en los recesos a conversar conmigo. Hoy me ha dicho que Dodo y Dior la empujaron y se lastimó. Llegó con lágrimas y con sangre en las rodillas, pobre niña.

—Iba a preguntarlo justo, me gustaría ayudar pero no he sido yo a quien le platicó el problema, sólo espero que dejen de molestar a YeoJoo, es muy buena niña...

—Lo sé.










































































ʟᴏʟɪᴛᴀ ¡! ᴋɪʜᴏ ғʀᴏᴍ ᴍᴏɴsᴛᴀ xDonde viven las historias. Descúbrelo ahora