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A pesar de cada dificultad discutida en aquel consultorio, de cuestionarme y decidir los pecados que había estado cometiendo, abrir los ojos para detener mis manos de la musa que ahogaba mis sentidos... era la tarea más difícil que había tenido que hacer.
La prueba divina de que podía superarme.
Y sin embargo no la pasé.
Mis manos no se detenían bajo cada vestido o falda que ella se atrevía a usar, tal vez sólo para mí o tal vez estaba engañándome en la estúpida ilusión que decidí construir para justificar lo que tenía sobre mi lengua en ese momento.
—Deberíamos parar.
—¿Realmente quiere hacer eso?
—Sí.
Estaba volviéndome jodidamente loco.
Cómo en aquél sueño inexistente de cuando me di cuenta del enamoramiento.
Desperté.
Sudor resbalando sobre mi piel helada sin sentido alguno, en medio de la noche dejándome cegar por la luz de la luna.
—Dior, vete de aquí.
—Eso fue muy rudo de su parte.
—No quiero lidiar contigo, no ahora.
—Ni el último mes. No me interesa, la señorita Ahn me envió a traerle estos acuses para entregar más tarde.
Suspiré.
—Dile que gracias.
Y se fue, sin una mirada molesta y dejándome con el latente pensar de que estaba realmente mal en ese momento.
—YeoJoo, limpia tus labios. Hay crema batida.
Ella lamió con su lengua sin pensarlo mucho y sonreí. Con el odio que sentía por mí, era capaz de seguir admirando a esa niña como si se tratara de la primera vez en que la vi, tan fresca como el retoño de un girasol, tan hermosa como el brillar del sol en el mar al atardecer.
Al final era lo correcto dejar de mirarla o en su defecto, alejarme de ese par de mujeres.
Pero era tan difícil cuando al haber aceptado todos mis sentimientos, realizar el plan que había en mi mente era mil veces más sencillo que perderme una eternidad en sus ojos tan oscuros como el fondo de un bosque frondoso.
—¡Felicidades señor Lee!
—Hijo, estoy tan feliz por ti.
La necesidad latente que nos han cargado para siempre tratar de encajar y ser aceptado por todos a tu alrededor es inconsciente, tortuosa. Si pudiera simplemente ser como me gusta, como soy en el interior sin tener la sensación de mil ojos quemándome a cada verso y movimiento angulado que me digno a hacer...
Pero aún así, hay cierta verdad en toda la moralidad y ética que siempre está atacando. No puedes acercarte a un menor, tampoco enamorarte ni mucho menos algo más; son mentes inocentes y fácilmente corrompibles.
Constantemente me gusta engañarme a mí mismo para no aceptar la realidad de lo que hago, para no aceptar que toda la pancarta de algodón de azúcar va a caer en algún momento. Es difícil aceptar tus errores, puede ser uno mínimo como el dar un dato falso o uno grave como saber que te metiste entre las medias de una niña.
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ʟᴏʟɪᴛᴀ ¡! ᴋɪʜᴏ ғʀᴏᴍ ᴍᴏɴsᴛᴀ x
Fanfiction~ Nombre que rima en cada sílaba, locura mía, pecado mío.