La verdad

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La cabaña estaba en silencio, en excepción del viento que soplaba con intensidad. Inuyasha se mantenía en el techo de esta observando el claro. La humana había construido una pequeña cabaña en el lugar donde asesinaron sus hijos y esposo, solo para recordarlos y seguir amándolos. Soltó un suspiro al recordar la historia de la mujer. Notó la presencia de Shippo y detrás de él, la humana. Estos jugueteaban por el lugar, tal vez el zorro lo estaba haciendo con la intensión que esta despejara su mente de malos recuerdos. La exterminadora salió de la cabaña y a su lado se encontraba el monje, a quienes llamó la atención.

–¿Qué hace Shippo? – estos sonrieron al ver que el hanyou estaba en el techo.

–Dijo que quería jugar y le pidió que lo acompañara – informó el monje.

–Y lo dejamos ser

–Tal vez así la ayude a olvidar un poco

[...]

Desde que habían llegado no hacían mas que hacer guardia y eso tenía aburrida a Suzuka. Intentó muchas veces llevarse a Kohaku a jugar, pero este se negaba. No podía crear sus lobos porque estos se alteraban y gruñían hacia la puerta por donde Kagome había entrado. Miró a Kohaku y este observaba los alrededores. Bajó nuevamente del techo de ese abandonado palacio y creó dos lobos de viento, los cuales se pusieron alerta. "Entren", ordenó, algo que obedecieron, pero fueron detenidos por una ráfaga de viento aun mayor que ellos. Se deshizo de los lobos y en la puerta parada se dejaba ver a una mujer con hermosa vestimenta y un abanico de mano.

–¡Kagura! – la misteriosa mujer observó a Kohaku, el cual había bajado por la ráfaga – ¿Qué crees que haces?

–Ella atacó el palacio

–¿Suzuka? – la chica negaba.

–Esos lobos de viento no pueden pasar al palacio, no mientras yo me encuentre

Suzuka miraba con detenimiento esa mujer. Nunca la había visto, pero pareciera como si Kohaku y ella se conocieran de siempre. Por su espalda pasó un escalofrío, el mismo que la obligó a ponerse alerta y crear lobos. Detrás de ella había una niña de pelos blancos y en sus manos sostenía un espejo.

–Kanna ¿sucede algo? – preguntó la mujer. El espejo de la niña brilló y dejó ver algunas personas, claro que las conocía. Era Inuyasha y sus amigos –. ¿Están cerca?

–¿Deberíamos alejarlos? – Suzuka se sorprendió por la pregunta de Kohaku.

–No, él los espera – informó Kanna. Pasó de largo y siguió su camino.

No sabía lo que estaba ocurriendo. Por una extraña razón habían llegado a un palacio que no era habitado, pero Kohaku se mantenía en constante vigilancia como si algo malo fuera a ocurrir. Dos extrañas aparecieron y el chico les hablaba como si nada. Cuando pedía que le explicara o le dijera qué ocurría este solo se limitaba a mirar a otra dirección. Se estaba frustrando y enojando. Por algún motivo quería alejar a Inuyasha de ese lugar. Quería pensar que era por el bien de la sacerdotisa, pero no era así, había algo más. Algo que no podía confesarle.

Todos sus pensamientos fueron interrumpidos por el grito de la sacerdotisa. Rápidamente miró la entrada del palacio y en ella se encontraba la mujer del abanico y la niña de cabellos blancos. Otro grito fue escuchado, pero esta vez de dolor y sufrimiento. Quería ir y ver qué ocurría, pero cuando dio un solo paso, Kohaku ya estaba obstruyendo su camino. Iba a reprocharlo por tal acción, pero no pudo manifestar ni una palabra por el gran chillido que escuchó. Ya no podía más, deseaba escapar de esa pesadilla, pero no tenia a donde ir. Abrazó con fuerza a Kohaku y comenzó a sollozar. Clamaba en sus adentros con todas sus fuerzas que alguien llegara y ayudara a la sacerdotisa, pero era claro que nadie llegaría.

Engañados [Inuyasha]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora