O N C E

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Nunca me vas a perder

Maia

Los rayos del sol se entierran en mi piel y golpean mi cara con esa sensación penetrante que irradia el calor al medio día, se siente bien poder mezclarse con el paisaje que me rodea, dejar las emociones fluir y encontrarse a sí mismo, entender que a veces la vida es un poquito mejor cuando nos permitimos disfrutar los pequeños detalles, que consideramos insignificantes pero que en realidad tienen el potencial para dejar marca.

El aire es extremadamente cálido y arrollador, abraza mi cuerpo al igual que la brisa fresca, agitando mi pecho con ese atisbo de paz que solo consigo en este momento. Estar aquí me trae calma y me permite olvidar a cierta persona que no hace más que merodear por mi cabeza desde que Emily nos interrumpió en mi habitación hace dos días.

La situación ha estado demasiado tensa desde entonces, no me he atrevido a mirar a Derek a la cara y él tampoco ha hecho el intento de hablar conmigo, en parte lo entiendo porque siendo sinceros no queda mucho de qué conversar, nuestros momentos solo se basan en el deseo sexual que nos colma. No hay nada que discutir. Ambos sabemos lo que queremos el uno del otro y, por mucho deseo que sintamos, no es posible romper las reglas porque hay demasiado en juego.

Precisamente por eso no me he molestado en hacer algún comentario fuera de lugar, lo evito a todas horas y hago hasta lo imposible para no quedarme a solas con él. Derek lo ha notado, no es nada tonto, y sé que ha entendido el mensaje bastante bien porque se ha abstenido de cruzar palabra conmigo, y solo se limita a saludarme con cortesía cada vez que tenemos a Emily cerca.

Es demasiado triste estar así pero debí saber que nada bueno saldría de lo que estábamos a punto de hacer. Simplemente, a eso se ha reducido nuestra relación y no entiendo porque el estómago se me encoge de tan solo pensar que nunca podremos rebasar los límites, de que nunca podremos ceder ante lo indebido.

Creo que a estas alturas ambos aceptamos nuestro destino y simplemente dejamos ir lo que creíamos tener, pero eso no impide que mi corazón se acelere cada vez que lo veo mirándome de reojo mientras cree que no me doy cuenta.

Abrumada de tanta tensión, suelto un largo suspiro y me mentalizo que debo borrar ese efímero recuerdo porque así no sufriré, si logro sacarme a Derek de mi cabeza mí corazón estará a salvo del tormento que me envuelve. Me acomodo las gafas de sol para poder ajustar mi vista en la rubia que está a mi lado e intento poner una mueca de emoción.

Ella luce feliz por mi presencia, no ha hecho más que recibirme con los brazos abiertos y yo no he podido resistirme a la tentación que es su padre.

Se endereza y vuelve a mirarme, fijando esos ojos grises en mí.

—¿Acaso no es relajante estar así? —me pregunta mientras suspira.

Sonrío divertida, me recuesto en la tumbona y permito que mi cuerpo se relaje de todo el estrés que lo emana desde que llegué aquí.

—Si que lo es —concuerdo—, es relajante estar aquí y olvidarse de todos los problemas.

Mi voz adquiere una nota melancólica y ella la percibe ya que entorna los ojos en mi dirección, me observa con el ceño fruncido, puedo leer la confusión en sus rasgos y me toca fingir que estoy bien, que no hay nada que me atormente en las noches, que soy una simple chica de veinte años que no sabe cómo decirle a su mejor amiga que está flechada por su padre desde que lo vió.

—¿De qué problemas hablas? —inquiere con un deje de seriedad.

Debí saber que ella no lo dejaría pasar, es mi mejor amiga y sabe cuando algo va mal. Ella me conoce, entiende mis gestos y hasta creo que puede leerme como si tuviese una edición especial de mi mente en la palma de su mano.

Tormentoso Deseo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora