D I E C I S E I S

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La magia se ha esfumado

Maia

Tengo la mirada puesta sobre mi plato que consiste en una ensalada de vegetales sazonados con un buen trozo de pollo, siento un nudo formarse en mi estómago, la presión aglomerada en mi pecho no hace más que evocar recuerdos indeseados y por más que me repito mentalmente que todo va estar bien si pruebo un bocado, sé que no es así, la parte sensata de mi cabeza tiene razón, no puedo hacerlo porque mi estómago se ha desacostumbrado a ingerir alimentos por la noche y solo estaría causándome un daño.

Ignoro las miradas acusatorias que me lanzan Derek y Emily, no se han dirigido la palabra desde su discusión en la tarde. Ambos permanecen callados, ausentes y en la espera de que yo me anime a probar un bocado de lo que preparó el señor Morgan. Siento mi piel entibiarse con la sensación de asfixia que me atenaza al no poder huir de la mesa y mi corazón empieza a galopar con inquietud ya que estoy expuesta ante ellos.

Decidida a no cenar, levanto la mirada y me encuentran un par de ojos grises en el camino, que permanecen fijos y con preocupación

—No tengo hambre —digo parte de la verdad.

Mi mejor amiga frunce los labios y hace una mueca de enfado que conozco muy bien.

—¿Has perdido el apetito por nuestra discusión? —cuestiona Derek, adquiriendo una nota pasiva en su voz.

Niego, sintiéndome incómoda.

La confusión interrumpe su expresión y me lanza una mirada dubitativa.

—¿Entonces? —indaga en un tema que no quiero compartir con él—, ¿sucede algo?

—No suelo comer por las noches, no estoy acostumbrada —admito brevemente.

La misma duda que vislumbraba en los ojos de mi padre, brilla en sus ojos y puedo asegurar que no me cree.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste algo?

Me paralizo cuando mi corazón comienza a latir desbocado con todos los recuerdos agridulces que regresan, mis manos empiezan a sudar y sin querer sentir esa sensación de asfixia, me limito a esquivar su mirada.

—¿Maia? —insiste y me muerdo el interior de las mejillas, sintiéndome sofocada por su insistencia que no hace más que avivar sentimientos no deseados.

Emily me mira fijamente, un destello de comprensión crispa sus ojos y puedo darme cuenta de que ella sospecha o se hace una idea de la razón de mi actitud.

—No tienes porque comer sino tienes hambre —interrumpe mi mejor amiga, en un intento de aliviar la tensión que se ha creado en los últimos minutos.

Derek la fulmina con la mirada para después posar sus ojos en mí. Queriendo escuchar una respuesta que no quiero dar.

—No puedes saltarte las comidas, Maia —hay una nota de preocupación en su voz—, puedes enfermarte —siento que escucho a mi padre y no puedo respirar.

Las expresiones de mi rostro decaen notoriamente y sé que ambos pueden darse cuenta porque no dejan de mirarme.

—Estoy bien —es lo único que puedo articular.

—Papá, basta...

—Emily, por favor, no intervengas —Derek la manda a callar y las ganas de hacerme diminuta incrementan.

Cierro los ojos unos segundos, sintiendo una ola de pánico mezclado con rabia sacudirme.

—Maia tiene veinte años y es perfectamente capaz de tomar sus propias decisiones, deja de actuar como un padre preocupado, ya tiene uno —increpa con desdén.

Tormentoso Deseo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora