V E I N T I T R E S

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Siempre y cuando tú me lo pidas


Maia

Pese a la tensión que emana su musculatura, con suma delicadeza y haciendo uso de una toalla de papel me ayuda a limpiar los residuos de su semen que se deslizan por mi entrepierna. Cuando termina con la tarea, la sala de estar queda sumergida en un completo y sofocador silencio, que me estremece de pies a cabeza.

Lo miro de reojo y un cosquilleo se aglomera en la parte baja de mi abdomen, haciéndome sentir como si estuviéramos eclipsados en un lapso de tiempo.

Me obligo a ser la primera en entablar una conversación, sólo hacer algo para romper la tensión que reposa en el aire y no tiene planes de irse.

Paso saliva con dificultad a la vez que entreabro los labios con la intención de decir algo, pero nada sale. Las palabras se quedan estancadas en mi garganta, siendo unas cobardes como yo. Maldigo en voz baja, la incomodidad comienza a fastidiarme y no sé qué más hacer, así que repito la misma acción de antes.

No obstante, mi idea se ve interrumpida por Derek, que aprovecha el momento para vestirse con rapidez mientras me mira con una expresión suave y cálida en su rostro.

Muerdo el interior de mis mejillas, escondiendo la avalancha de emociones que me avasallan mientras se agacha y recoge mi vestido del suelo para después sacudirlo, asegurándose de no que no tenga ningún rastro de suciedad.

Los latidos de mi corazón se disparan a la espera de cualquier movimiento.

—Levanta las manos, cariño —pide sutilmente y obedezco sin rechistar.

Pasa el vestido por mi cabeza y me acomoda los tirantes mientras me regala una sonrisa que no debe hacer latir mi corazón tan fuerte como lo está haciendo, pero no puedo hacer nada al respecto, porque me veo deseando compartir más momentos efímeros con él. Nada es suficiente. Necesito sentirlo cerca. Lo necesito.

Ya con el vestido y la ropa interior puesta, me permito observarlo, detallar con cuidado cada uno de sus gestos, mientras alarga ambas manos y empieza a acomodar las hebras de mi cabello detrás de mis orejas. No me pasa desapercibido el hecho de que no pierde la oportunidad de acariciar mis mejillas en el proceso, lo hace con absoluta delicadeza, manteniéndose concentrado en arreglarme.

El gesto está muy alejado de lo sexual, se siente cálido, íntimo y por eso mismo, me atrevo a decir algo, qué tal vez, resulte ser un territorio más profundo de lo que me imagino.

—¿Qué es lo que quieres preguntarme, cariño? —su voz interrumpe el silencio en que estamos sumergidos, no me mira fijamente. Pero tampoco me pasa desapercibido el hecho de que se está volviendo muy bueno leyendo mis silencios. Y me asusta que me conozca así de bien.

Trago saliva, nerviosa.

—Háblame de tus miedos —pido a cambio, esbozando media sonrisa.

Esta vez sus ojos se posan en mí, curiosos, creando un caos dentro de mi interior. Me mira con un atisbo de diversión en su mirada, sin embargo, no es lo único que consigo vislumbrar al verlo, la melancolía también está impresa en sus gestos. Una sensación de aplastamiento se apodera de mi corazón cuando contemplo la idea de que algo malo le pueda estar ocurriendo.

—¿Mis miedos? —hay un deje de sorpresa en su voz, como si nunca nadie le hubiese hecho esa pregunta antes.

—Si, tus miedos —reitero decidida a lograr mi cometido—, dime a qué le tienes miedo, Derek.

Se toma un segundo para responder, parece pensarlo detenidamente, como si estuviese eligiendo palabra por palabra, asegurándose de que sean las adecuadas.

Tormentoso Deseo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora