Q U I N C E

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Jamás volverá a ocurrir

Derek

Permanezco con los ojos fijos en ella, que está plácidamente dormida a lado mío. Mi corazón martillea desesperado y no puedo resistir el impulso de impedirme volver a hacerla mía.

La despierto trazando un camino de besos por la suave curva de su cuello, lugar que descubrí es su debilidad, ella suelta un ronroneo y una sonrisa de plenitud ilumina su rostro, haciendo que pierda ese control que me prometí preservar.

El simple hecho de verla de esta forma me acelera las malditas pulsaciones cómo lo ha hecho desde hace semanas y hasta el momento no logro entender el motivo.

No entiendo que sucedió conmigo, con mis principios, mis valores, pero ya no encuentro las fuerzas suficientes para deshacerme de todo el deseo y el torrente de emociones que ella provoca en mí.

Cegado por la ola de excitación que me nubla el juicio, sigo con lo mío buscando hacerla sentir de la misma manera en que ella me hace sentir a mí. No se demora en reaccionar ante lo que hago y sus labios se curvan en una sonrisa que no debería hacerme estremecer como lo hace.

Interpreto sus gestos de placer y sus suaves gemidos como una invitación a continuar con lo mío. Desciendo de la clavícula hasta el valle de sus pechos, y mi miembro despierta cuando sus pezones se endurecen dentro de mi boca.

Suelta un leve gemido de aprobación. Le sonrío y entonces la veo abrir sus hermosos ojos con lentitud, dejándome ver el mar que carga en la mirada, ese que logra embelesarme en cuestión de segundos y que me hace perder la racionalidad.

—Buenos días... —musita con la voz adormilada, y no entiendo el cosquilleo que me sacude cuando me concentro en sus labios que permanecen entreabiertos, invitandome a que me apodere de ellos.

Hinchados y de un color rojo intenso a su naturalidad, que son la combinación perfecta con la belleza de ojos que posee.

—Buenos días, cariño —continúo alimentándome de sus deliciosos pechos; marcándolos y reclamándolos como si fueran de mi pertenencia—, ¿aún no te has arrepentido de lo que sucedió entre nosotros? —inquiero, necesitando escuchar su respuesta tanto como necesito respirar.

Ella arquea la espalda a causa del placer y menea la cabeza de manera sutil mientras me deshago de la sábana que cubre su desnudez para poder apreciar todo de ella.

No hace ningún amago de detenerme, me anhela y me desea por igual, así que retiro la fábrica dejándola de nuevo expuesta ante mis ojos y paso saliva con la oleada de placer que me sacude de pies a cabeza cuando deleito mi vista con su cuerpo esbelto; sus pechos grandes y firmes, el abdomen suave y las caderas anchas, sus piernas largas y tonificadas.

Mi miembro se pone más duro cuando la contemplo por segunda vez y mi pecho se agita con una emoción descontrolada.

La claridad que se filtra por el ventanal me permite detallar cada rincón de ella y por eso me percato de las pequeñas estrías descoloridas que adornan su bajo vientre y que apenas se pueden apreciar con la luz, no me sorprenden en absoluto, así que las acaricio con la yema de mis dedos y ella se estremece ante mi tacto y por primera vez no veo ningún atisbo de inseguridad brillando en su mirada.

—Derek... —se remueve debajo de mí haciéndome soltar un gruñido.

Vuelvo a besarla en los labios con ese toque de desesperación mientras recorro su suave piel con mi mano libre, queriendo grabar cada parte de su cuerpo que me atormenta desde que la vi en el aeropuerto.

—Responde, cariño —insisto, apartándome de sus labios con dificultad porque quiero estar prendido de ella—, ¿te has arrepentido? —llevo mi mano a su entrepierna y ella deja escapar un gemido cuando hurgo dentro de sus pliegues mojados.

Tormentoso Deseo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora