O C H O

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Beso A Medias

Derek

Entreabro los labios para dejar salir un suspiro con hastío, mientras repaso la cesta de papeles de mi escritorio sin entender una palabra de lo que leo y, que hace una semanas atrás, habría podido concentrarme perfectamente si no fuera por la castaña de ojos azules que tengo atravesada en la mente y también en el paladar.

Mi cuerpo se tensa y la boca se me seca con el recuerdo de sus labios a milímetros de los míos, quiero alejar el pensamiento, sé que está mal, pero es en lo único que pueda pensar desde que ocurrió aquello en su habitación, porque siento un deseo y una pasión descontrolada que ya no puedo detener.

La tengo metida hasta en la piel, la siento en mis huesos y alejarme de ella ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho en mis 39 años de vida.

No entiendo en qué momento pasó esto, porque jamás imaginé que empezara a albergar un deseo por la mejor amiga de mi hija, y por si no fuera poco, casi le doblo la edad. Sinceramente no sé qué me pudre más, si que no me permita ceder a la tentación de poseerla o que sepa que voy a hacer daño a mi hija en el proceso.

Por eso necesito deshacerme de cualquier pensamiento insano que le profeso a esa chica, que jamás debió tentarme, porque ahora los dos sufrimos una condena al no poder ceder a los deseos carnales que nos están comiendo vivos.

No entiendo porque me sentí atraído a una niñata, que fácilmente puede ser mi hija, oh Dios, el solo pensamiento me revuelve el estómago. Ni siquiera sé porque me dejé llevar y no sopesé las consecuencias que traería probarla. Yo soy el adulto y debí saber alejarme y mantenerla a raya, yo soy la persona sensata, pero nada de eso sirvió porque en cuanto mis ojos la vieron, sentí ese cosquilleo peculiar que me regresó veinte años atrás.

Esa chica llegó incendiando cada parte de mi cuerpo y cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde para detenerla.

Mi vida es la típica vida cotidiana de cualquier hombre de treinta y tantos años, una vida sedentaria y tranquila. A este punto solo busco calma, que cierta persona ha arruinado con solo una mirada. Tengo mi propia rutina que consiste en gestionar mi cadena de hoteles, dar fondos a varias organizaciones benéficas, nadar por las tardes y cenar todos los días con mi hija —aunque ya no lo hemos hecho desde que conoció a su novio—. Nunca he puesto el trabajo por encima de ella.

Tener a Emily me hace sentir completo y por eso jamás volví a casarme. Soy feliz con la monotonía y tengo la estabilidad económica que cualquier persona de mi edad desea, por esa misma razón no entiendo porque al ver a Maia sentí que ella me daba vida, como si ella fuese un respiro que siempre quise experimentar. Esa dosis de locura que sin saberlo, he estado ansiando.

Es demasiado complicado lo que ella me hace sentir y todavía sigo organizando mis pensamientos. Necesito tener la cabeza fría para poder evitar un desastre mayor. Por eso fue la mejor decisión haberme ido, tenía que darle su espacio a ella y a mi hija.

Ellas necesitan recuperar el tiempo perdido y yo necesito ser el padre de Emily y actuar conforme a mi edad. No podré hacer eso si sigo conviviendo con Maia, porque ella me hace sentir todo, menos un hombre de 39 años.

Necesito dejar de pensar en ella.

Soltando un resoplido, vuelvo a revisar los papeles y hago mi mejor intento para poder concentrarme en mi trabajo. El hotel necesita mi atención y no puedo descuidar mis prioridades por mera calentura. Maia es la mejor amiga de mi hija y así será para siempre, porque no pienso dejarme llevar de nuevo.

Tormentoso Deseo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora