X ★ La pequeña y dulce Venkoh

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Los días pasaron como un suspiro, ya era veinticinco de septiembre

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Los días pasaron como un suspiro, ya era veinticinco de septiembre. Como Jesús pasaría de cuatro a cinco días en el Mundo Oscuro tuvo que buscar un buen pretexto para que le dieran permiso, aunque fuese un pretexto simple serviría. Terminó diciéndole a su mamá que pasaría unos días en la casa de un amigo que ella no conocía, pero le aseguró que estaría bien. Aun así, su mamá dudaba en dejarlo ir. Por suerte, cuando se lo dijo a su papá, éste le dio el sí de inmediato.
Jesús llegó al mismo lugar donde conoció a sus nuevas amigas. En una mochila azul, atiborrada, llevaba su equipaje: la ropa que consideraba menos fea y hoyosa, varios pares de calcetines (de los cuales se le salían los dedos y el talón), sus bóxers con hoyos, su cepillo de dientes y una pasta dental casi sin contenido, y su desodorante.
Las chicas lo saludaron en cuanto lo vieron. Kora incluso fue y lo abrazó, tan fuerte que le sacó el aire.
—Perdón por no medir mi fuerza —se disculpó con un tierno gesto de tristeza.
—No le hace. —Jesús tomó una bocanada de aire. Y al ver que Kora no entendió, se apresuró a decir—: No importa.
Kena echó un vistazo a la espalda del chico, viendo que no llevaba más equipaje que aquello.
—¿Eso es todo lo que llevarás? —preguntó.
—Sí, es todo.
—En ese caso hay que irnos ya. —Kena dio media vuelta y comenzó a caminar.
Kora tomó de la mano a Jesús, sin dejar de sonreír; su tersa y cálida mano se sentía tan bien.
—Ahora nos toca a nosotras enseñarte nuestro mundo.
—Pero ya fui una vez, acuérdate.
Kena lo miró sobre su hombro y dijo:
—Vanaih Vahnark nos contó todo, no viste de cerca el pueblo. Tampoco conoces nuestra casa, así que mi hermana tiene razón. De todos modos llegaremos directo al pueblo.
Jesús de verdad quería ver el pueblo, no fue suficiente con verlo desde lejos. Empero, había un problema: ¿y si alguien le buscaba pelea por ser la reencarnación de Ilev? Comenzó a preocuparse. Tragó saliva y continuó caminando, siguiendo a Kena hasta un extenso terreno baldío que se hallaba a un costado de la colonia Vicente Guerrero. Fueron hasta un punto en donde no había más que grandes y altos bultos de tierra forrados de zacate. Era en ese lugar tan solitario donde se encontraba una de esas ventanas circulares de color negro.
—Aquí está nuestro transporte —dijo Kena delante del portal de energía oscura.
—¿Ustedes saben hacer portales?
—No, Jesús —Kora se apresuró a decir—, nosotras pagamos por él.
—¿Cómo que pagaron por él?
—Diez purateos por un portal —explicó Kena—, adonde quieras ir, claro, si eres de los muchos que no saben usar, controlar y, más importante, crear portales de energía oscura. Los portales del castillo son gratis para la gente del rey, pero nosotras sólo le servimos a un Ángel de la Muerte, y no precisamente al Rey Olbatas, así que no tenemos ese privilegio.
Jesús se quedó sorprendido, en especial por escuchar que ellas eran servidoras de uno de esos Ángeles. Siendo arrastrado por Kora entró al portal detrás de Kena.

«GYUGYUGYUN»
Salieron a una pequeña tienda en la cual un grupo de portaleros de uniforme negro con rayas blancas y gorritos a juego les abrían portales a los clientes. Uno de los portaleros se acercó a Kena, diciendo amablemente:
—¿Ha sido todo lo de su viaje? Confirme si lo doy por terminado.
—Nuestro viaje ha concluido —dijo Kena con su habitual actitud seria—. Gracias.
—Fue un placer atenderla, gracias por su preferencia, ¡vuelvan pronto! ¡Sélom! —dijo el empleado, cerrando el portal con un movimiento de mano. Hizo una reverencia y se marchó.
Salieron entonces del lugar. Jesús estaba por vez primera en una de las serpenteantes calles del pueblo Nergya. Observó las singulares casas a su alrededor y una que otra tienda de cosas extrañas. Se volvió un segundo y pudo ver un rótulo de madera oscura con letras color plata, donde decía: «Transporte de Portales de Eo – A sólo diez purateos por portal, a cualquier lugar que pueda pagar», y debajo en letras pequeñas tenía escrito: «Límite de diez personas por portal, de lo contrario habrá cargos extra. Si desea viajar a las regiones vecinas, necesita un rollo de pergamino firmado, reciente».
—Nuestro hogar está al final de esta calle —indicó Kena señalando con la cabeza hacia su derecha.
Caminaron cuesta arriba hasta una casa de madera de dos pisos con tejado de color gris marengo. Una casa con una sola ventana en el costado derecha del segundo piso, con un pequeño jardín debajo, junto a un viejo y sucio buzón de color blanco que tenía pintado con negro: «Ailimaf Dózart». La puerta estaba a la derecha de ellos. Dejaron las cosas de Jesús y dieron un breve paseo en los alrededores; ya tendrían tiempo de ir a la plaza Karóer Shakizu (que se encuentra a unos cinco kilómetros de allí) o incluso podrían mostrarle a Jesús, al menos por fuera, la prisión de Zukahn.


–✯–
Al día siguiente, Jesús despertó y, luego de ponerse sus andrajosos tenis, bajó las escaleras de inmediato.
Kena llegó a su encuentro a mitad de las escaleras.
—Esta noche será la fiesta —dijo—, te llevaremos y después te recogeremos.
—¿Y por qué no van conmigo?
Aquello sorprendió a la chica.
—En la carta decía que podía llevar a mis amigos, y por si se te olvidó, ustedes son mis amigas.
—Es cierto. Siendo así le avisaré a Kora para estar listas a tiempo. Y ahora que recuerdo, el desayuno ya está servido. Kora está en la cocina, en un momento los alcanzo.
—Dijeron que conocían a Vanaih, ¿verdad? —soltó Jesús.
—Así es. Kora es amiga de su hermana menor, Venkoh.
—Es que quisiera invitarlo también a la fiesta, a ver si quiere ir, sirve que se lleva a su hermana.
Jesús estaba muy agradecido con Vanaih por todo lo que hizo por él, e invitarlo a una fiesta organizada por uno de los reyes sería un buen agradecimiento. De refilón podría ver por fin a su hermana, porque sin duda sería una lindura como Kora, o al menos Jesús se imaginaba eso.
—Entiendo —dijo Kena—. Después del desayuno puedo hablar con él, en lo que cuidadas de Kora y preparan juntos el almuerzo. Estaré ocupada por esos rumbos, puedo ir a la Mansión Vahnark, así podré traerte su respuesta.
—Ah, bueno, está bien. Gracias.
—Será mejor que te apresures a ir a la cocina, Kora se esmeró en prepararte el desayuno.
Jesús se sintió feliz porque Kora hiciera algo así, no muchos de sus amigos o amigas tenían detalles semejantes. Así que, tras agradecerle a Kena fue corriendo a la cocina, a su izquierda, bajando las escaleras. Ahí encontró a Kora y una mesa repleta de comida.
Cuando Kena estaba a punto de ir a atender sus pendientes de trabajo, se plantó frente a Jesús.
—Te has mostrado íntegro —le dijo Kena, con su consabida seriedad—, y espero que sí lo seas, porque los dejaré solos unas horas. No intentes nada extraño con mi hermana. ¿Entendido?
Jesús se sintió regañado.
—No, yo la cuido. No le voy a hacer nada, lo juro.
—Está bien. Gracias. Kora, pórtate bien, por favor.

Kena volvió a la hora del almuerzo. Jesús se alegró al saber que la respuesta de Vanaih era sí. Antes de ir a la fiesta pasarían a la Mansión Vahnark. Se alistaron para asistir a la fiesta y pasar la noche allá. Las hermanas Dózart vestían sendos vestidos de seda y llevaban el cabello arreglado; aunque Kena seguía sin saber peinarse bien. Salieron a la Calle Jeota.
«Vestidos así hasta parece que vamos a un velorio», pensó al notar que todos iban de negro.
Caminaron hasta la linde del Demoroth, tras un buen rato se alzó ante ellos la Mansión Vahnark. Kena llamó a la puerta tres veces. Se oyeron pasos, ligeros, y no tardó en abrir una niña delgaducha que mostraba un rostro inexpresivo.
Era la hermanita de Vanaih.
Jesús por fin vio a Venkoh.
Una chica de complexión pequeña con más años de los que aparentaba. Su rizado cabello estaba peinado en dos coletas con sendos moños grises; llevaba un vestido plateado, sin mangas, de tul y con encajes de color negro.
—Hola, Kora —saludó aséptica—. Hola, hermana de Kora. —Reparó en el muchacho menudo—. ¿Quién es él?
—Él es Jesús—respondió Kena, también aséptica—, la reencarnación de Ilev.
A Jesús le causó un poco de gracia que las dos chicas, además de lindas, mostraban un semblante parecido. Kora distaba mucho de ellas.
—¡Hola, Venkoh! —saludó con alegría—. Nuestro amigo Jesús ha venido con nosotras, y como Kena y yo somos sus amigas nos invitó a la fiesta.
—¿“Amigo”? —se preguntó Venkoh—. Oye —dijo a Jesús—, ¿también eres amigo de Van?
«¿Quién es Van?», se preguntó Jesús en el pensamiento.
Se oyeron pasos y Vanaih se asomó por la jamba en ese momento.
—¡Han llegado! —exclamó—. Permítanme un momento, por favor, y estaré listo para irnos. ¡Ya voy! —Y se fue.
—¡Qué tonto! —Venkoh hizo una trompetilla, esbozando una tenue sonrisita—. Se puso la camisa al revés. —Se volvió a su amiga, a quien le extendió la mano y dijo—: Kora, vamos, vayamos al jardín trasero.
—Ya vuelvo, hermana. —Kora tomó la mano de Venkoh y entraron juntas a la mansión.
Allá, Venkoh habló con Kora sobre si conocía a Jesús y le preguntó cómo se hicieron amigos. Y Kora le contó todo lo que hizo en el Mundo Mortal en compañía de Kena y su amigo Jesús, despertando interés en Venkoh sobre cómo era ver aquel mundo con sus propios ojos. Mientras que Kena y Jesús se sentaron frente a la puerta de la Mansión Vahnark, a esperar, en silencio. No obstante, el chico se volvió a Kena.
—¿No que no tenían amigos?
—Venkoh es la única amiga que tiene Kora —respondió ella con seriedad.
—¿Y tú no tienes amigos?
—Tengo uno. —Kena lo miró esbozando una leve sonrisa—. Eres mi único amigo. —Entonces ladeó el cuerpo a la siniestra, posando su cabeza en el hombro de Jesús.
A éste lo invadió un sobrecogedor sentimiento de calidez.
—Ustedes no son mis únicas amigas, pero sí mis únicas amigas de otro mundo.
Aquello hizo reír entre dientes a Kena, fue una agradable risa que hizo sonreír a Jesús.
—Ah, no te dije…, pero, te ves muy bonita con ese vestido, Kena.
Kena no pudo evitar ruborizarse, quiso llevarse las manos a la cara, pero estaba inmóvil. Le fue grato escuchar aquello. Y al cabo dio un respingo, pues vio a Vanaih parado detrás, ya arreglado y con una pequeña maleta en la mano.
—Estoy listo —dijo, luego miró a Jesús—. De verdad, gracias por invitarme, te lo agradezco mucho. Y, por cierto, te tomaré la palabra y llevaré a mi hermana Venkoh. Espero no sea una molestia. Procuraré que no lo sea —agregó con una risa nerviosa.
—N-no importa —dijo Jesús al levantarse—, lo que importa es que hay que ir juntos.
Kena se levantó también, sacudiéndose la retaguardia; y Jesús no pudo evitar fijarse en eso.
—¿Y en qué nos vamos a ir? —preguntó éste.
—Iremos en portal —respondió Kena. Metió la mano dentro de sus pechos y sacó un rollo de pergamino negro—. Con la invitación del Rey Kusonhre podremos viajar en la Central de Portales de Eo del castillo del Rey Olbatas.
Justo en ese momento llegaron Kora y Venkoh, una riendo y la otra con un semblante sereno. Jesús se acomodó bien la mochila y siguió a Kena cuando comenzó a caminar, viendo cómo en el cielo se ocultaba el Sol Gris, al lado opuesto de la mansión, bañando el horizonte pedregoso de un color plateado. Jesús quedó asombrado.
Partieron entonces desde la linde del Demoroth, el desierto del sudoeste, hacia el Castillo Fure O-Azuta.
La fiesta en honor a Ilev estaba por comenzar y duraría hasta la medianoche, lo cual sería un muy corto tiempo comparado con el de la masiva celebración del nacimiento del Demonio Legendario Ilev, que comienza a partir del día dos de sémsod y dura una semana completa.


La fiesta en honor a Ilev estaba por comenzar y duraría hasta la medianoche, lo cual sería un muy corto tiempo comparado con el de la masiva celebración del nacimiento del Demonio Legendario Ilev, que comienza a partir del día dos de sémsod y dur...

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Ilev -Dark Glow- I. El estado Dark WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora