XVII ★ Problemas en el Mundo Oscuro

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El río Asuaki, con su agua grisácea, discurre rodeando un gran castillo de roca oscura, el cual fue, es y sigue siendo la prisión Kurocytsu, en la cual aprisionan a todo aquel que conspire contra el Olámtox; los prisioneros son congelados sempiter...

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El río Asuaki, con su agua grisácea, discurre rodeando un gran castillo de roca oscura, el cual fue, es y sigue siendo la prisión Kurocytsu, en la cual aprisionan a todo aquel que conspire contra el Olámtox; los prisioneros son congelados sempiternamente por el poder del dios Etrétox, ya que la prisión está ubicada en Tretóranhd, su reino. El río fluye internándose en el Bosque Torekus, entre la tierra de color café ennegrecido.
Este es el mismo y único Inframundo que, dividido por mundos, rigen diversas deidades, como el dios mekishkiano Etrétox, el dios graingo Hadutón (o Hades) y el dios náhuatl Mictlantecuhtli junto con Mictecacíhuatl; sólo por mencionar algunos. Un lugar con distintos aspectos, según cada mundo.
Tannitritkz es un lugar con aspecto desierto y siniestro, lleno de montañas rocosas. El Primer Cielo se cubría de oscuras nubes que desprendían rayos rojos, y si dejaba de estar nublado o se abrían agujeros en las espesas nubes, se podía ver el pálido cielo. Pese a no haber un sol o algo más que ilumine, hay luz, aunque no dejaba de ser un lugar sombrío.
El Tretóranhd suele ser muy frecuentado por los akertanos que quieren estar solos o apartados de lo demás. El paso es libre para todos sin importar el clan al que pertenezcan.
Sólo hay un lugar al que no va nadie, porque se dice en diversos relatos, leyendas y libros que allí el dios Etrétox enfrentó a un guerrero capaz de igualarlo aun siendo un simple mortal. Lo llaman thu’Jyóza-Aigh Etonne, el Monte del Caballero Caído.

El Bosque Torekus, un bosque fosco de acrobes, con hierba y arbustos de un color café verdoso, estaba oscuro y silencioso. Entre los espesos árboles negros se veía una silueta, se podía apreciar incluso desde el río, así como las largas y oscuras sombras del bosque. Silueta que se trasladó unos pasos. Le dio un poco de luz y dejó ver que se trataba una mujer joven, de lacia guedeja de un color oscuro como la noche.
La mujer esbozó una sonrisa maliciosa.
—Será muy fácil llevar a cabo el plan —dijo con voz melosa, y se mordió el labio inferior.
—¿Por qué estás tan segura? —preguntó una voz grave, rasposa y fría que provenía de la lobreguez, donde no podía verse nada, salvo unos resplandecientes ojos plateados, dos luces en una oscuridad aterciopelada.
—Todos son unos ingenuos —dijo la mujer—. Ignoran lo importante para seguir con sus patéticas vidas. Así es Olbatas, y todos los demás, así que ninguno se preocupará por detenernos.
—No te confíes —terció el otro—. A ese tal Demazasi no se le escapa ni una. Podrá estar muy ocupado con sus asuntos, pero no pierde el tiempo. Y está el otro tipo… Azrael.
—Créeme que no podrán derrotarme —dijo ella riendo entre dientes—. ¡No nos derrotarán! Fu, fu, fu. Y yo que quería llevar a cabo el plan hasta dentro de cuatro años… ¡pfff! Qué tonta me hubiese visto, ¿no crees?
—Así al menos yo habría recuperado más fuerzas, más de mi poder sellado por esa reina. ¡¿Quién se cree la Muerte para sellar el poder que Etrétox dios me otorgó?!
—Ni ella podrá detenernos, ¡seremos imparables, mi amigo! No podrán derrotarnos ni Azra, ni Demazael, ni Pepsothán ¡ni nadie! Ocuparé el lugar de la Muerte y ya verás que incluso el dios Muértox te venerará porque superarás su poder.
—Pero, ¿qué fue lo que te hizo cambiar de opinión tan drásticamente? —soltó el de los brillantes ojos en las sombras—. Primero que actuaríamos el 5307 y ahora este año.
—Fue por Caareszu —replicó ella con amargura—. Esa estúpida quería entorpecer mis planes y no la iba a dejar. Tengo un sueño, una meta, y la cumpliré… por eso me he estado esforzando. ¿Por qué crees que te ayudé a esconderte aquí?
—Supongo que esa amiga tuya ya no se interpondrá en lo que planeamos alcanzar, ¡el poder y la gloria en ambos planos terrenales! Tú y yo, señorita Mace.
Amace Noher inclinó la crisma con aire lúgubre, observando el cielo.
—Caareszu no hará nada más. Ella… no me comprendía como tú o como ese faiyano. Inclusive esa Bruja Ecléctica, Nereida Gaderiln, comprendía mis ideales. ¡Hahh! Parece ser que… siempre habrá gente entrometida o que entorpece los sueños de los demás. Incluso esa maldita gente que siente envidia por los logros ajenos. O te envidian o te alaban por tus logros. Caareszu me alababa, y eso era suficiente para que me estorbara.
—Gente entrometida —repitió el otro—. ¿Con eso te refieres a los que derrotaron al Nahafleste Shwaah? Porque eso de verdad fue imprevisto.
—Me sorprende que no haya podido cumplir su cometido de asesinar a ese bastardo.
—Lo subestimaste, ese fue tu error.
—Mierda —suspiró Noher—. Y con lo complicado que fue extraer a la Bestia Oscura directo del alma de ese terrícola y alimentarla con energía. Quién pesaría que las reencarnaciones de Ilev y el Kuroi Kaibutsu estaban tan cerca.
—Respecto a la Reencarnación de Ilev, ¿qué fue de él?
—¡No lo sé! Primero el muy idiota cayó en alguna parte del Mundo Oscuro, y no supe más de él hasta que en el periódico dijeron que conoció a ese zoquete de Olbatas. Supe también que se hizo amigo de los Vahnark y las Dózart. Esas huérfanas que no tienen nada han de pensar que junto a Ilev tendrán todo lo que siempre han querido. —Mace Noher soltó una fría y estridente risa—. Qué patéticas. Ah, pero después, resulta que entre Ilev, los hijos del viejo Vahnark y las Dózart reducen al Kuroi Kaibutsu a espíritu. Que ni se les ocurra interferir más, o acabarán muertos.

—¿Y qué hay sobre el cuerpo mortal que conseguirías para concentrar mi poder? —inquirió la voz grave.
Mace Noher se volvió hacia su interlocutor, riendo por lo bajo.
—Oye —dijo—, tenía pensando utilizar el cuerpo de alguno de los hermanos del terrícola que nació con el espíritu del Monstruo Negro. Ya habrá tiempo para eso, cuando hayamos hecho nuestra esa porquería de ciudad que habita en el Mundo de los Vivos.
—De acuerdo. Sabes que confío en ti, no cualquiera hace todas estas cosas.
—¡Hagamos que los mortales de ese planeta nos sirvan y nos adoren! —exclamó Amace, exultante—. ¡Despídete de ser sólo puro espíritu!, pronto iremos a la Ranhd ¡¡y traeremos gloria a nuestros corazones y almas!! Hagámoslo realidad, tú y yo. ¡Dark-Dusk y Dark-Death juntos! ¡La bella Mace Noher y el temible Krad Etreum!
—Lo haremos realidad, no se quedará como un simple sueño.
—¡Dark-Death, todo estará listo para comenzar! Nadie se interpondrá.
—Señorita Mace —llamó el Krad Etreum—, ¿piensas que Ilev no se interpondrá?
—¡¿Ilev?! —exclamó Noher, extrañada—. Es un simplón sin conocimiento sobre el control de la evo, no hizo mucho cuando lo vi la primera vez, no creo que haga algo, aunque sea para salvar su mundo. Que haya empleado el Dark Glow fue mera suerte. Es más, ¡te propongo algo! Tú dime qué te parece, ¿ér-ém? Bueno, se interponga o no, podemos buscarlo, y ¡podrías devorártelo! Tómalo como venganza por la ocasión en que el Demonio Legendario te derrotó.
Dark-Death gruñó con gravedad, indignado.
—No lo he olvidado —declaró—. Ya nos veremos las caras Ilev y yo una vez más; aunque él tenga otra apariencia y yo esté reducido a esto.
De las sombras salió el Krad Etreum. Era una figura oscura de poco más de dos metros que irradiaba evo entre partículas. Él era evo, e irradiaba no sólo evo, también lo rodeaba un extraño humo negro que desprendía su cuerpo de tenue luz, en especial desde su boca llena de afilados y largos colmillos amontonados en esa fea y deforme boca. Su mandíbula era enorme, abarcaba casi toda su cabeza roma, con colmillos y más colmillos. En las manos tenía garras largas y filosas. Tenía un cuerpo grande y delgado, muy negro. Era más luz que un ser corpóreo. Sin embargo, la luz que desprendía no iluminaba, era luz muerta.
Mace Noher soltó una empalagosa risita.
—Pronto será tiempo de venganza —dijo—, pero hay que esperar. He escuchado que habrá un concilio entre los Ángeles de la Muerte. Supongo que saldrá el tema de la aparición del Kuroi Kaibutsu. El viejo Devanaih Vahnark anda diciendo por el pueblo que ha aparecido la Bestia. Y la odiosa de Kena Dózart le contó a Demazasi lo sucedido. A ambos les creyeron.
—Espero que no te hayan cuestionado al respecto.
—Está claro que yo no tengo nada que ver —dijo Amace con mucha sorna—. No hay pruebas que me liguen a eso, soy inocente. —No se pudo contener y soltó una risotada.
El Krad Etreum volvió a gruñir, no le gustaba nada que Dark-Dusk hiciera tanto escándalo.
—Mientras no sospechen de ti irá todo bien —comentó el ser incorpóreo.
—Tranquilo —dijo Dark-Dusk apaciguando un poco la risa—. De todos modos, cuando ataquemos esa ciudad en el Mundo de los Vivos, nadie acudirá a ayudar a los residentes. Es terreno fuera de los tres reinos akertanos y allá los Ángeles de la Muerte sólo se encargan de recoger las almas. Haremos que recojan un montón. —Se alborotó la cabellera con una mano, soltando un bostezo—. Por lo pronto tengo que preparar todo
—Ya no hay que prolongarlo más. No quisiste esperar cuatro años, entonces actuemos rápido.
—¡Y lo haremos! —jadeó ella—. Si estabas dispuesto a esperar cuatro años no veo problema en que esperes unos días. Nuestro ataque no pasará de semzéid, será este mismo mes. Para semezno ya seremos tratados como dioses por los mortales.

—Veo el empeño que pones en todo esto —dijo la Bestia—, sin embargo, desde que nos conocemos no me has dicho por qué lo haces, cuál es tu motivación; si la mía es alcanzar lo que el auténtico Ilev una vez me negó.
Amace Noher no contestó de inmediato, sólo se sentó en la hojarasca. Se quedó con la mirada perdida en las lejanas montañas grises. Algo le acongojaba el corazón, Dark-Death lo pudo sentir.
—Trataban muy mal a mamá —masculló Mace, con melancolía—. El resto de los akertanos trataban a mamá peor que a la mierda, y eso es decir poco. ¿Sabes? Si no eres de la misma raza que otros o simplemente no eres como los demás, te terminarán tratando así de mal, quizás no todos, pero con una persona que te trate así es más que suficiente para hacerte sentir menos, para hacerte sentir demasiado mal, como para… deprimirte.
»Mamá era una Deriln, la bellísima Amane Arléthdyo. Venía de Eirrenland, en el planeta Éirrenglet. Allá conoció a papá. Un akertano que la convenció de estar juntos. —Tenía los ojos anegados en lágrimas, que le comenzaron a desbordarse—. La trataban mal por ser una Winyï, por ser de otro mundo, de otra raza… por ser diferente.
»Para mí, mi madre era como una reina, quería que fuera una reina. No me da pena decirlo, pero, ella decía que yo era su princesa, por ende me trataba como tal. Y dejó de hacerlo… cuando la mataron.
»El idiota de mi padre nos abandonó. ¡Ja! Abandonó a una bruja y a una mestiza en el Mundo Oscuro. Eso no termina bien. No terminó para nada bien. Dejando de lado que Pepsothán me recogió luego del fallecimiento de mi amada madre, todo lo demás fue una gehena.
»Por ello quiero ser la princesa que mamá decía que yo era, y ella sería mi reina… pero ya debieron de haber purificado su alma. No queda de ella más que su recuerdo en mí. Y yo, como hija de esa reina, seré entonces la soberana de todo el vasto Universo. Y si tú logras ser más poderoso que Mórtox podrías devolvérmela, así no la habría perdido en vano. De todos modos, Nereida Gaderiln tenía pensado juntar la Atualf, pero, aunque ese método sería más rápido y eficaz, me pareció estúpido. Sólo la devolvería a la vida, pero no tendríamos nada qué reinar.
»Primero conseguiré que podamos reinar en todo el universo, así aplastaré a quienes hayan sido malos con ella.
Amace se llevó las manos a la cara, lloraba con más fuerza, era inexorable. Lloró y lloró.
El Krad Etreum tan sólo la observó, restándole importancia.
—Regirás sobre las Tierras de Akuerte —le dijo—, también sobre las tierras de aquende y allende. En la Ranhd y el Envernum. Lo que fue una vez el Mundo Vacío será nuestro, y donde hoy hay reyes poderosos, sólo habrá una soberana y será tu madre.


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Kena dijo que también estaría libre el día de hoy, así que visitaría el cementerio donde sus padres estaban sepultados. Por casualidad, la madre de Vanaih se encontraba también allí, así que aprovecharían para ir todos juntos. No dudaron en invitar a Jesús, y éste aceptó de inmediato. Ya quería volver a ese mundo que lo hacía sentir tan especial, no como el Érez. Jesús pidió permiso a su mamá, diciendo que pasaría todo el día en la casa de esos amigos que ella aún no conocía. «¿Quiénes son?», hubo preguntado su mamá. «Ay, luego te los presento pa’ que los conozcas», respondió Jesús lacónicamente. Aun así, le dio permiso.
Ese faivaíd (viernes) Jesús se durmió temprano para levantarse temprano; cosa que no hacía muy a menudo. Aunque había pasado parte de la noche embelesado viendo una carta que venía muy bien doblada dentro del estuche que Demazasi le había regalado. Una carta donde una segunda hoja traía parte del tan conocido Poema de Ilev. Estaba escrito con buena y primorosa caligrafía —en mekishkiano, con el alfabeto omalato—, y decía:

Ne ahcsub ed al nóicanrahcneer ed us amla alemeg Ilev áhrecaner.
Ísa lé y al rejum ehq otnat abama, ama y áhrama
Edrat o onahrpmet es náhrahrtnohcneer,
O azetsihrt le ehrbop Ilev áhrihrfus, ropehq ed ahcrec on al áhrdop rama.

Y, por suerte para él, la carta, aunque breve, venía en oiralétir. El muchacho la había desplegado luego de salir de su ensimismamiento con el poema.
Leyó lo que decía. Esto:

Estimado Jesús Naranjo:
Mediante la presente me honra felicitarlo por un año más de vida. Porqhe la vida es uno de los mejores regalos qhe nos pudo haber dado el Señor Soberano Yahwáh. Disfrute de su vida, no la desperdicie. Tampoco la desperdicie buscando el amor. Si la reencarnación de Anadri a usted debe llegar, lo hará tarde o temprano, no se aflija. Viva una vida plena de tranquilidad pese a las adversidades, tan sólo han transcurrido diecisiete años mortales desde su nacimiento, tómeselo con calma
Sólo recuerde qhe el nombre de esa reencarnación no debe comenzar con la letra A meramente, podría ser incluso esa letra la primera vocal de su nuevo nombre, asimismo, la segunda o la tercera vocal.
Le deseo lo mejor para usted y su familia. Espero qhe ninguno de mis hermanos tenga qhe visitar a algún familiar suyo para recoger el alma luego de un fenecimiento. Cuide de usted y de qhienes lo rodean, cuide muy bien de quienes usted quiere y ama de verdad.
Ya nos veremos después. Se despide su buen amigo,

Demazasi
Demazasi, Ángel Jefe de la Muerte

Pensando en todo eso se fue a dormir; en su cama llena de bultos y con resortes de fuera. Aun así dormía bien.

Hoy erevaíd (sábado), Jesús, soñoliento, estaba esperando a sus amigas desde las nueve de la mañana. Por suerte, no tardaron en llegar. Ambas se aparecieron con sendos vestidos negros. Se veían de verdad muy lindas.
Jesús se sintió feliz de presenciar aquella imagen.
—Buenos días —bostezó, frotándose los ojos con las manos.
—Sélom, Jesús —saludó alegre Kora.
—Sí, es un buen día —dijo Kena—, y no sólo aquí. Vamos, será mejor que nos apuremos si queremos aprovechar este día. Aún falta caminar hasta el cementerio.
Fueron hacia el portal que las trajo, lo cruzaron y llegaron a la Tienda de Portales de Evo. Kena le dijo a la empleada que ya no necesitarían el portal —porque después de cierto tiempo los empleados del local cerraban los portales, a menos que se les pagara doble o triple— y salieron a la adoquinada calle del pueblo. Fuera de la tienda los esperaba Vanaih.
—Qué gusto verte, Jesús —dijo sonriendo cuando los vio.
—Igualmente, Vanaih —dijo Jesús también sonriendo—. Ah, ¿y Venkoh? ¿No quiso venir?
—Prefirió quedarse —respondió Vanaih. Y evocó la imagen de su hermanita recostada bocabajo en uno de los andrajosos sofás de la sala, leyendo, con aire lúgubre, con sus plateados ojos acuosos—. No le gusta mucho eso de ver la tumba de mi madre, porque se pone triste y no le gusta llorar, o mejor dicho, no le gusta que la vean.
—Con razón —dijo el otro—. ¿Ahora para dónde vamos?
Aparte de él, Kora era la única de ellos que no sabía precisamente dónde se ubicaba el cementerio. Tuvo que esperar también a que su hermana o Vanaih dijeran algo o los condujeran. Pero ninguno respondió.
—Oigan —llamó Jesús—, ¿por qué no compran un portal de aquí al cementerio?, digo, para ir más rápido, ¿no? Así sirve que no perdemos mucho tiempo.
—Hay que cuidar el dinero —lo atajó Kena, solemne.
—Perdón —replicó Jesús—. Bueno, ¿entonces para dónde?
—¡Sí, Kena, ¿adónde hay que caminar?!
Kena seguía sin responder. Todos la miraban.
—Lo que sucede es que… ¡no recuerdo dónde queda el cementerio!
—¿Qué? —se extrañó Kora, haciendo una cómica mueca de desconcierto que casi hizo reír a Jesús—. ¡Pero si hemos ido ya varias veces!
—La última vez que fuimos fue hace un año —se justificó su hermana mayor con zozobra.
—¡Hemos ido de todos modos, no es posible que no lo recuerdes!
Vanaih se volvió a Jesús.
—No dije nada porque pensé que ella lo haría —le dijo con voz queda.
—Así nunca vamos a llegar.
—Vamos. Tú sígueme, ellas verán que nos vamos y nos seguirán.
Vanaih caminó delante y Jesús lo siguió, sin decir nada, lo que le parecía gracioso a Jesús. Sus amigas se quedaron discutiendo; otra cosa que le causaba gracia. Rio por lo bajo mientras doblaban a la derecha en la próxima calle. Vio un cartel de madera que nombraba las calles. Iban por la «Calle Jeota», doblando hacia la que se leía como: «Calle Sehfu»; e irían por unas cuantas calles más, como la Calle Dok-Rab.

—¡Ya se fueron y ni te das cuenta, tonta!
—¡No me hables así, Kora! No quiero hacerte llorar, pero te estás ganando unas nalgadas.
—¡Pégame y le diré a Jesús que ya no te hable! —bufó Kora.
—¡Él no haría eso porque es mi amigo! —voceó Kena—. ¡De todos modos no lo intentes!
—¡También es mi amigo, así que él podría acceder a hacerlo! —gritó la niña, y enseguida se fue tras Jesús, corriendo lo más rápido que pudo.
—¡Ensuciarás el vestido y es nuevo! —vociferó Kena, arqueando las cejas.
—¡¡No me importa, tú eres la que lava la ropa!!
Kena gruñó y caminó hacia los demás, dando pasos firmes y apretando los puños. A veces no podía controlar a Kora para evitar que se comportara así, aun cuando era quien la estaba educando. Y aunque había ocasiones en las que consideraba que Kora se ganaba unas buenas nalgadas, no le gustaba pegarle.
«Ay con esta niña —pensó—. Tengo que mentalizar bien la idea de tener hijos.»

Kena los alcanzó cuando doblaban a la siniestra por la Calle Tawon. Kora iba de la mano de Jesús. Vanaih, al frente, indicaba que caminarían unas cuantas manzanas más. Llegaron a un túnel, era oscuro y húmedo, lleno de sombras. Allí Vanaih creó una esfera de evo para que se iluminaran. Bajaron por unas resquebrajadas escaleras de piedra y fueron en línea recta, hasta llegar a un punto donde el túnel se bifurcaba, así que, siguiendo a Vanaih, fueron por la derecha, avanzando poco más de dos kilómetros. Por esos rumbos subieron escaleras de nuevo. Salieron a unas cuantas calles del cementerio. Ya podían verlo desde ahí.
Kora corrió y se llevó consigo a Jesús, a quien aún tomaba de la mano. Corrieron y corrieron yendo hacia la entrada del viejo cementerio.
Kena caminaba cabizbaja, no obstante, levantó la vista cuando oyó a Vanaih.
—Se llevan muy bien, ¿cierto?
—¿Quiénes?
—Me refiero a Kora y Jesús. Ya se llevan muy bien, la veo igual de alegre como cuando juega con Venkoh. Se muestra muy sonriente.
—Me alegro por ella —dijo Kena, aséptica—. Admito que me gusta verla así.
—¿Y tú? —dijo Vanaih, esbozando una sutil sonrisa que ruborizó a la chica—. Supongo que con Jesús se lleva muy bien porque le hace falta una figura paterna. A ti desde hace mucho te ha de ver como su figura materna. Entiendo que debes hacerte responsable, pero, te ves muy dura ante la vida, deberías disfrutar más las cosas como lo hace tu hermana.
»Es lo que suelo decirle a Venkoh —resopló por la nariz, dejando de sonreír—, aunque no entiende de todos modos.
—Pues comprendo a tu hermana —declaró Kena, circunspecta—, aunque no a la mía. No sabes cuándo el destino te jugará mal, por eso hay que estar siempre a la defensiva. Y yo estoy dispuesta a proteger a Kora en todo momento, así tenga que olvidarme de disfrutar más las cosas.
Vanaih dejó de mirarla, y volvió a sonreír.
—Ayer te veías muy contenta en los ‘gorumpios’ —rio, tomando desprevenida a Kena—, así que parece que de vez en cuando sí disfrutas de las cosas. Si bien, aunque no sea siempre, aun así lo haces.
Kena no dijo nada, sin embargo, aquellas palabras la dejaron pensativa.

Jesús llegó a la Calle Keyzon, frente a la entrada del Cementerio Regional del Descanso Eterno Número 5, aún siendo halado por Kora. Pudo apreciar de cerca que en la entrada había dos pilares gris marengo con sendas estatuas de Ángeles de la Muerte —ambos con un par de grandes alas emplumadas de un color parecido al concreto, como el de las estatuas—. Imponentes, las estatuas se hallaban vigilando la entrada, estando en cuclillas, con las alas extendidas y ojos fieros. Los pilares flanqueaban una ornamentada verja, la única entrada al cementerio (si es que uno no entraba volando por arriba), pues una reja de hierro forjado circundaba el extenso cementerio
Jesús quería preguntar sobre las estatuas pero desistió.
—Por suerte sí sé dónde está ubicada la tumba de mamá y papá —dijo Kora, radiante.
Jesús no dijo nada, se quedó viendo las estatuas mientras entraban. Kora, luego de soltarle la mano, fue rápido en busca de la tumba.
—¡Ven! —oyó Jesús la voz de Kora a sus espaldas—. Están aquí, ven, Jesús.
Se volvió hacia ella, quitando la vista de las alas que salían por las túnicas pétreas de las estatuas. Kora se encontraba a unos metros del camino principal del cementerio. Caminó hacia ella, sin dejar de ver ahora todas las lápidas que lo rodeaban. Todas de esa piedra ennegrecida, aunque las había también de color gris y unas pocas blancas. Enseguida vio la que Kora señalaba a tres hileras de ahí.
Kora se aproximó a la tumba de sus padres.
—¡Hola, mamá y papá! —dijo con alegría—. ¡Vine con amigos, no sólo con Kena!
Jesús se acercó a la tumba. Era de un material semejante al mármol (como muy pocas tumbas) pero de color negro, con una inscripción en relucientes letras plateadas, donde podía leerse que tenía grabado:

Keron Kenta Dózart de Kórior
☆17 de sémsert del 5265 – ○15 de semortauc del 5291

Kerena Korakih Kórior de Dózart
☆27 de semonu del 5267 – ○15 de semortauc del 5291

El amor verdadero que se tuvieron
perdurará en sus retoños…

—¡Él es Jesús! —dijo Kora a la tumba, con una linda sonrisa.
Jesús se sintió nervioso, como si el señor y la señora Dózart de verdad estuvieran viéndolo, parados junto a su hija más pequeña. De súbito dio un respingo cuando Kora volvió a hablar.
—¡Hoy también vino con nosotros Vanaih, el hermano de Venkoh!
Vanaih y Kena se les habían sumado.
—Sélom, señor y señora Dózart.
—Hola, mamá. Hola, papá. Me da gusto venir a verles.
Jesús ignoró por un momento que le extrañó que ninguna tumba tuviera alguna cruz (como en los cementerios que él conocía), y se volvió a sus amigas, preguntando:
—¿Aquí no está enterrado su abuelo?
—Él yace en la Necrópolis de los Marciales, a los pies del palacio de Demazasi —repuso Kena con tono neutro.
Jesús ya no supo qué más decir. En ese momento notó que Vanaih giraba en sus talones.
—Iré a ver la tumba de mi madre.
—¿No quieres que te acompañemos? —dijo Jesús.
—Si quieren quédense aquí, tengo algunas cosas qué contarle a mamá.
—Bueno.
Vanaih se fue, caminando con toda tranquilidad. Fue al otro extremo del cementerio, perdiéndose entre las tumbas.

Cuando Jesús menos se dio cuenta, Kora y Kena se arrodillaron frente a la tumba de sus padres. Una sonriendo y la otra con la cara seria. Él no supo qué hacer, si arrodillarse junto a ellas o quedarse ahí parado. Sólo esperaba no incomodar a las chicas con su presencia mientras ellas hablaban con sus padres.
—Un año sin haber venido —decía Kena—. Creo que deberíamos venir más seguido.
—¡Sí! —coincidió su hermanita—. Papá y mamá querrán que los visitemos.
—¿Y por qué tardaron mucho en venir? —intervino Jesús, dubitativo.
Las hermanas se volvieron a él, sosegadas, porque era una buena pregunta.
—No lo sé —soltó Kora, apesadumbrada de un instante a otro.
Kena, manteniéndose serena, se levantó.
—Normalmente me ocupo —manifestó—, tengo que trabajar, pero es triste ver sólo la tumba. Quisiéramos verlos a ellos.
—Yo ni siquiera recuerdo cómo eran —declaró Kora. Le temblaba el labio inferior.
Jesús temía que Kora se pusiera a llorar, pero tampoco supo qué hacer para hacerla sentir mejor… ¿la podía hacer sentir mejor?
—Pues… —dijo él— a lo mejor se parecían a ustedes.
Ambas chicas se impresionaron, no habían pensado en eso.
—Digo —continuó Jesús—, porque a mí me han dicho que me parezco a mi papá, pero comoquiera tengo un parecido con mi mamá. Hasta mi hermana…, mi hermana se parece bastante a mi mamá. Así también ustedes, han de tener rasgos parecidos a los de ellos, o iguales, no sé.
Kena se quedó pensando, hurgando en lo más profundo de sus recuerdos.
—Antes… decían que yo me parecía a mamá. Sí, bueno, aunque en ciertas cosas no.
—Bueno, ahí está —dijo Jesús, triunfante—, te parecías a ella y pues, entonces, está claro que tu mamá era una mujer muy bonita.
Su amiga se ruborizó, por lo que apartó el rostro.
—Te pareces a tu mamá, pero tal vez le das un aire a tu papá, quién sabe.
—¿Y yo, Kena? —inquirió Kora, señalándose con el dedo índice—. ¿Qué hay de mí?
Su hermana caviló un momento, frunciendo el ceño, hasta que dijo:
—Tu cara es parecida a la de papá, sólo que tú tienes rasgos más finos como los de mamá; y tus ojos, si no mal recuerdo, se parecen a los de ella también.
—¿Ya ven? Son mezclas del amor de sus papás —dijo Jesús, y se sintió bastante estúpido.
—¿Eh? Bueno —dijo Kena—, con razón Vanaih se parece un poco al señor Vahnark.
—Tal vez Venkoh se asemeja a su madre —aventuró Kora, ahora con una sonrisa tenue.
Jesús asintió, pensando lo mismo, y también pensó:
«La señora Vahnark era muy bonita entonces, como Venkoh y ellas dos. Me cae que sí. Me hubiera gustado conocerla, como a sus papás, Kora y Kena.»
Jesús se sentó en el suelo, ya sin saber nada más qué decir. Unos segundos después miró cómo Kena también se sentaba.
—Hubiésemos traído música —la oyó decir—. Para la próxima compraré uno de esos aparatos que reproducen música, así podríamos escuchar a Tokih Makurih.
—La del músico famoso ese, ¿no? —preguntó Jesús.
—Sí, aunque tú no conoces esa música.
—Pues en mi celular traigo música, nada más que no es de ese tal Makurih.
—¿En serio, Jesús? —exclamó Kora abriendo la boca de la impresión—. Pero, ¿qué cosa es un “celular”? ¿Es alguno de esos aparatos que usan los etreumujyin?
—¿Qué? —se extrañó Jesús, frunciendo levemente el entrecejo—. Es este aparato —dijo y lo mostró—. Me lo compraron hace unos meses, es de la Tierra, ahí lo hicieron. Tenía otro que era azul, y de una marca desconocida, pero lo descompuse porque lo metía al refri’ cuando se calentaba mucho. Según yo, pa’ que se enfriara, na’más que se descompuso. Pero con esto puedo poner música.
Kena atisbó el celular con el entrecejo fruncido.
—¿Y qué clase de música reproduce ese tal ‘cerular’?
—Celular —corrigió él—. Pues música de la que traiga, o mejor dicho, de la que me gusta. Nada más traigo música que me gusta.
—Jesús, ¿y qué música te gusta? —quiso saber Kora, tenía un gesto de curiosidad.
Jesús no lo pensó mucho, seguro de sí mismo, repuso:
—Pues me gusta la música de la banda ALI, de Rammstein, Emigrate, de Franchouchou, de Daichi Miura, i☆Ris, de Miki Matsubara, YOASOBI, Momoiro Clover Z, la música de C-Kan, Green A, Queen, NEFFEX, Porter Robinson, Beach House, Soap, Silver, Mr.Kitty y muchos, muchos más.
»Es que normalmente escucho de casi todo un poco. Podría escuchar Wham Bam Shang-A-Lang y pasarme a escuchar Sono Chino Sadame de Hiroaki Tommy Tominaga o Goodbye To a World, o hasta Volver A Ser de Santa Grifa, y luego Nadame Sukashi Negotiation de Kano, o una de las que más me duelen, como Tragedia de amor de Green A, no sé.
—No te entendí nada —dijo Kora, bastante seria y confundida.
Aquello provocó que Jesús soltara una risita por lo bajo.
—Supongo que seguimos hablando de música —dijo Kena—. Pero en conclusión, no puedes reproducir música de Tokih Makurih. Es una lástima.
Jesús quiso desbloquear el celular con su huella digital, sin embargo, no pudo, y terminó poniendo la contraseña (oppai) y lo desbloqueó. En el fondo de pantalla Kaede Hondo le sonreía.
—Les pongo Vámonos a Marte de Kevin Kaarl y se van de gane —sentenció Jesús.
Kora seguía sin entenderle, aunque sabía que estaba hablando de música. Su hermana tampoco entendía, pero, no se veía tan confundida.
—Será mejor que nos enseñes tu música —dijo— y nosotras te enseñamos la nuestra cuando podamos. Si no me equivoco, compartir gustos musicales es cosa de amigos.
—No sé, yo creo —dijo Jesús—. Bueno, ahorita les presto mis audífonos para que escuchen música. Van a ver que les va a gustar mucho la de Oppai Dragon Song. A mí me gusta bastante; me sacó de una depresión, historia verídica.
—¿El dragón qué? —preguntó dubitativa la más pequeña.


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Vanaih llegó a la tumba de su madre, y en lo primero que reparó fue en el epitafio. No tuvo que acercarse mucho para distinguir las palabras grabadas:

Yenkoh Krinaih Soreko de Vahnark
☆08 de semsiés del 5213 – ○19 de semócniz del 5289

Aunque las almas se alejen,
por el amor, no se olvidan…

—«Aunque las almas se alejen, por el amor, no se olvidan…» —leyó con voz queda. Al cabo pensó:
«Jesús de alguna u otra manera recuerda a la mujer que fue su esposa en otra vida. Anadri. Bonito nombre. ¿Quién eres, bella Anadri?»
Las inexorables lágrimas emergieron desde sus azulinos ojos color morado y resbalaron por sus tersas mejillas. Se enjugó las lágrimas con el antebrazo derecho y luego sonrió.
—Hola, mamá. Jum. Venkoh no quiso venir una vez más. Papá está trabajando. Pepsothán le ha dado unos trabajos extras como mensajero en el pueblo y ha estado ocupado.
Se sentó frente a la tumba, a la cual tocó suavemente con la mano, pensando que acariciaba no la dura piedra, sino la suave mejilla de su difunta madre.
—Hoy voy a contarte algo que no te esperas: ¡me hice amigo de la Reencarnación de Ilev! Solías decir que si conocía a la Reencarnación de Eliv me alejara de él, pero éste tiene el espíritu de Ilev. A papá le cayó muy bien, quedó fascinado con él. Y Venkoh… ¡Hahh! Le es tan indiferente, pero estoy seguro de que ya se llevarán más y mejor.
Vanaih percibió una presencia de evo muy cerca, por lo que de inmediato se volvió a su derecha, hacia el camino de grava blanquecina. Allí vio a un hombre desaliñado, enjuto, con un viejo abrigo negro. Cuando sus miradas se cruzaron levantó una tosca mano y gritó:
—Sélom, muchacho. ¿Visitando a algún pariente?
—A mi madre —respondió Vanaih lacónicamente.
—Espero no importunarte. Soy el vigilante del cementerio. Sentí un par de presencias y quería verificar que no fueran algunos vándalos.
—Se trata de mis amigos y de mí.
—Ya veo. Disculpa si he interrumpido la plática con tu madre. Kendoh Baghót, mucho gusto.
—Vanaih Vahnark, el gusto es mío, señor Baghót.
Se estrecharon la mano. Al cabo, Vanaih se percató de que Baghót tenía bajo el brazo un ejemplar del Dämonen-News de hoy.
—Oye, ¿ya te enteraste de lo de hoy? —preguntó Kendoh Baghót mostrando el periódico.


–✯–
Jesús, Kena y Kora estuvieron unos minutos más hablando, integrando al señor y a la señora Dózart, cuando Vanaih llegó corriendo.
—¿Qué pasó? —inquirió Jesús—. ¿Por qué vienes así?
—He escuchado algo importante —jadeó Vanaih, y farfulló—: Un hombre me ha contado que hoy se llevaría a cabo un concilio entre los Ángeles de la Muerte para hablar sobre ti, Jesús —el susodicho se sorprendió—, y lo que harán para evitar que la Reencarnación de Eliv no te enfrente si se encuentran.
Kora ahogó un grito y a Kena casi se le salieron los ojos. Jesús estaba algo, no, muy confundido.
—¡¿El legendario Demonio Blanco intentará enfrentar a Jesús?! —soltó Kena de súbito.
—¡¿Legendario?! —exclamó Jesús. Se le pusieron los ojos como platos y no dio crédito a sus oídos, incluso se levantó de pronto, casi trémulo.
Ella había dicho “Demonio Blanco”. Recordó entonces lo que Vanaih, cuando recién se conocieron, le contó: «… y enfrentó al único Demonio Blanco que ha existido; claro, y perdió la batalla y falleció…» Hace poco había leído en Sol sohgatsáv ed Dok-Rab sobre Eliv, sobre el primer enfrentamiento que tuvo con Ilev, su hermano mellizo, y que perdió ante el poder del Demonio Legendario, pero, al final de cuentas, Eliv había matado a Ilev, el antecesor de su alma.
Jesús tragó saliva de golpe.
—Oigan —masculló—, ¿ese… Demonio Blanco me va a querer… enfrentar? ¿Quiere que ‘peliemos’?
Las miradas angustiadas de sus amigos se fijaron en él, todos habían apreciado el miedo en su tono de voz, y sólo lo escucharon, pero por dentro el miedo que reprimía era aún mayor.
—Para eso es el concilio —repuso Vanaih con calma—. No quieren que él te enfrente, para que ninguno muera como en el pasado.
Jesús apretó la dentadura y de paso también los puños, presa del pánico, con los nervios a flor de piel. No recordaba haberse sentido así jamás.
—Qué bueno que no quieren que nos matemos —dijo con voz temerosa—, yo no me quiero morir, todavía no… y aunque a veces he dicho que sí quiero, no, no es cierto. Aparte, ¡yo no tengo tanto poder! Ya no puedo ni volar. El Dark Glow tampoco me volvió a salir.
Allí, Kora fue hasta el trémulo Jesús y le abrazó el torso con cariño. Cuando Jesús menos se dio cuenta, Kena ya se estaba acercando para rodearle los hombros con el brazo.
—¡Vas a estar bien, Jesús, Kena y yo te vamos a proteger!
—No vamos a permitir que te ponga un dedo encima, tú ni siquiera sabes controlar la evo que posee tu alma, sería injusto si se enfrenta contigo.
Aquellas palabras fueron bastante agradables y placenteras, sin embargo, no lo tranquilizaron.
Vanaih dio unos pasos al frente sin dejar de mirar el semblante de Jesús, y comprendió que aquél sabía que aunque quisieran protegerlo, se trataba de la reencarnación de alguien que tenía poderes muy semejantes a los que tuvo Ilev, y para que Eliv hubiese derrotado a Ilev y lo matara, eso lo hacía ver más poderoso.
¿Así sería su reencarnación? Porque la de Ilev no estaba mostrando tanto poder.
—Jesús —llamó Vanaih con tono tranquilo—. Los Ángeles de la Muerte quieren evitar que él te mate, no te preocupes. Y aunque tarde o temprano pasará que él querrá buscarte, tendrás aún tiempo para mejorar y controlar tu poder, al menos para hacerle frente.
—Yo ni siquiera sé pelear —terció Jesús, apesadumbrado.
—Naciste sin saber caminar, aprendiste y ahora inclusive puedes correr. Sólo es cuestión de aprender y mejorar en eso. Te falta entrenamiento solamente.
Kena soltó a Jesús y miró a Vanaih.
—¿De causalidad no hablarán sobre la aparición del Kuroi Kaibutsu? —preguntó, tratando de cambiar de tema; quería que Jesús se tranquilizara.
—No lo sé —respondió Vanaih—, pero de cualquier modo es muy probable que lo hagan, los concilios los hacen sólo cuando hay un asunto importante de tratar. Papá lo comunicó en el pueblo y quizá se lo dijo a Pepsothán. Tuvo que haber llegado a oídos de Demazasi. Y Demazasi quizá percibió el poder del Dark Glow de Jesús en plena lucha. Así, debió haberse dado cuenta de que la Reencarnación de Ilev no es apta para entrar en combate con otro demonio, de ninguna clase.
Kora solo escuchaba, sintiendo una gran zozobra. Le preocupaba Jesús de sobremanera.
—Yo no soy un demonio —musitó aquél, cabizbajo, abrazando con más fuerza a Kora.
—Al ser la Reencarnación de Ilev —explicó Vanaih— es como si lo fueras. —Se volvió a Kena—. Y si pasó así, Demazasi podría decir ante el Concilio que deben impedir que la Reencarnación de Eliv se le acerque a Jesús. No tiene motivos siquiera para venir a saludarlo.
—En una de esas sí quiere matarme —dijo Jesús— y yo ni controlo mi poder.
—¡Puedes controlarlo! —exclamó Kena, entusiasmada—. Necesitas que alguien te enseñe lo básico, como si fueras un demonio que recién ha cumplido los quince años.
—Yo puedo enseñarte lo necesario, Jesús —propuso Vanaih, solemne.
—Acepta, Jesús —musitó Kora, mirándolo a los ojos al levantarle el rostro—. Si aprendes podrás defenderte no sólo de Eliv.
Jesús tragó saliva. Trataba de no ver los suplicantes ojos de la niña; por esos bellos ojos haría cualquier cosa, pero…
—No me defendía ni en la escuela ni en la secundaria cuando me molestaban, qué me voy a andar defendiendo de un demonio tan poderoso…
Las chicas no siguieron instando, no supieron qué decirle.
—Piensa —habló Vanaih con tono serio— que el llegar a ser poderoso no será tanto para defenderte a ti, sino a tus seres queridos. Hazlo al menos por quienes amas.
Jesús entonces recordó parte de la carta de Demazasi, donde decía: «Cuide de usted y de qhienes lo rodean, cuide muy bien de quienes usted quiere y ama de verdad.» Ambos, el Arcángel de la Muerte y el nergyano, tenían razón. Quizá Ilev tenía a quiénes querer y amar y tuvo que protegerlos, y de refilón se volvió más y más poderoso.
—Bueno… —dijo finalmente Jesús— sí va a ser mejor que entrene.
Aquello provocó que Vanaih esbozara una sonrisa; que lo hacía ver más atractivo.
Tan pronto dejó de hablar, Jesús sintió que Kora lo achuchaba con tanta fuerza que le sacó el aire y lo estaba sofocando.
—¡Argh! Kora… Cálmate… m-me vas a-a matar antes… que Eliv.
—¡Perdón! —chilló Kora, soltándolo de inmediato—. Mamá sabe que no fue mi intención.
Lo primero que Jesús hizo fue tomar una bocanada de aire, y comenzó a jadear con celeridad. Aun así se volvió a Vanaih tratando de hablar.
—¡Hahh! Ahh… Ahh… ¿Cuándo… empezamos a entrenar?
—Mañana mismo si te parece. —Vanaih mostraba una radiante sonrisa que lo hacía ver más apuesto.

 —Vanaih mostraba una radiante sonrisa que lo hacía ver más apuesto

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Ilev -Dark Glow- I. El estado Dark WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora