XXI ★ El estado Dark Wild; la Técnica Yahz

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Hoy la luna llena tenía un aspecto dominante, pero no tanto como el estado Dark Wild sobre Jesús

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Hoy la luna llena tenía un aspecto dominante, pero no tanto como el estado Dark Wild sobre Jesús. Lo tenía como un lobo feroz a la luz de la luna, con el instinto al límite. Parecía que nada podría apaciguarlo.
Ahora era una bestia salvaje.
Era como si el Dark Wild hubiese dicho: «Es luna llena, así que me presento.» Parecía ser el peor día en la historia de los que han reencarnado.
Le era difícil adaptarse a una vida tan lúgubre y tediosa, donde se hundía en pensamientos negativos que reprimía día con día. Pero ahora todo es claro ante este Estado de Poder, que domina mente y alma, como un himno de libertad y, por si fuera poco, un último minuto de misericordia para esta pobre alma que añora amor. Amor de otra vida, otro tiempo y al mismo tiempo del presente. Tal vez no haya futuro, pero tampoco sabía si era amor de su nuevo pasado. Por lo que había que dar las gracias y decir adiós; la vida no se le tornaba de color, todo era oscuro y gris, como los pensamientos que en ocasiones no lo dejaban dormir, aunque reprimiera toda aflicción.
Ser solícito no le había traído la beatitud que buscaba.
¿Había autoestima?, no lo comprendía ni lo sabía, pues es eso algo inquietante y feroz. Más ahora que el poder fluye atreves de su alma y toma el control. La había. Una voz melodiosa le pedía que fuera a arrojarla, no la necesitaría si escasas veces la tuvo. Tal vez probó de toda tristeza y alegría, era confuso, y eso causaba agotamiento, tanto mental como físico y espiritual. Bastante, porque hubo demasiados intentos por ser feliz y se quedaron a medias…, muy a medias.
Esto se sentía como un sueño, no lo podía explicar. Un sueño que llegaba a su momento culminante, o podría ser su alma decayendo y cayendo en las manos de la Muerte. Aunque las probabilidades de eso y más eran borrosas; no para sus ojos lobunos, sino para su espíritu, su dolorido corazón.
El sentimiento era como un soplido, gélido y agradable, que hacía a su piel temblar, mientras se meneaba con ferocidad, con esas garras largas y negras a punto de atacar. Si iba de prisa, no lo sabía. Su mente despegó al perder el control y el miedo lo abandonó, sólo lo invadió este abrazador sentimiento que lo envolvió, y, entre música sonando en su mente, no lo soltó.
«… the wild side…», decía otra voz melodiosa en su cabeza.
El sonido de su respiración era como la agradable melodía de un saxofón, con su corazón resonando cual tambor, y como si un par de notas musicales lo acompañasen…, quizá de piano, no lo supo, pero oía las teclas producir eso que tanto le gustó… ¿O ya le gustaba? Se trataba de un arte excepcional, donde los sonidos de instrumentos se combinaban, además de una o dos voces armoniosas. Un ritmo muy marcado que inundaba su corazón, alimentando su alma.
Seguía caminando por el Lado Salvaje no quería quedarse así toda su vida, sería un estilo distinto al habitual. Como una mente ajena. Podría suceder, hoy era el momento, seguía invadiéndolo aquel sentimiento, aquel Estado de Poder jamás sentido por su nuevo ser.
(Sé el Lado Salvaje, pruébalo.)
Podrían criticarlo como un comportamiento negativo, sin embargo, en él la música continuaba sonando a todo volumen, proveniente de sus sentimientos reprimidos, por todo lo roto en él y a causa de sus anhelos. Pero en especial por su melomanía. No podían detenerlo, no a él y su nuevo y aberrante poder. Después de todo seguía respirando, seguía siendo salvaje. No había nadie capaz de controlarle, ni siquiera él mismo. ¿O lo había?
Dondequiera que fuese que se hubieran transportado su conciencia y su alma, dejando un cuerpo vacío, comprendían que valía la pena acabar muerto después de todo. Porque una de ellas lo sabía, mas ahora lo desconocía, mientras la otra se preguntaba qué sería eso que pasaría cuando hubieran perecido, ¿y por qué así? Bueno, la vida ya no se tornaba como algo bueno —aun siendo luz—, no sin amor; había que buscarlo y encontrarlo mientras la vela de su vida siguiera encendida, antes de que una hoja caída bajo el Trono de Dios indicara el fin de su vida.
Era un conflicto mental, no obstante, tenía que acabar tarde o temprano. Hoy era el momento, se sabía por el sentimiento. Todo esto que pasaba en él, esta clase de experiencia, era algo peculiar en la vida, extraño, que aunque malo fuera, había que aprovecharlo. Ese sentimiento es una joya. Porque después de esto, si moría, comenzaría otro viaje, pese a que estaba oscuro y se le nublaba la vista, también el afligido corazón. Pero de todos modos desconocía cuál sería el plan.
No sabía sobre la muerte y lo que el destino le tendría preparado. En el fondo quería verla una vez más, admirarla como en una vida pasada. No sabía a quién, pero el deseo se acrecentaba. Y si a ella no era, no esperaba a nadie más.
Sólo quería bailar con ella una última vez.

Seguía caminando con aspecto amenazante, trastabillando, tan salvaje como otrora, y descontrolado como no imaginaba, con la conciencia extraviada y el alma colgando en una mano huesuda. Un lado salvaje del cual no podía salir, y ni lo intentaría. Sólo lo expresaba entre gruñidos y uno que otro feroz rugido. Pero aun así, aunque se contradijera, no deseaba quedarse así toda la vida, ya que esto ni en la muerte lo dejaría.
Bufaba como una bestia enfurecida.
Tres presas ante él se alzaban; no una sombra tan negra como el poder que emanaba, como el humo que de su cálida piel desprendía; de su boca llena de filosos colmillos disparejos, baba escurría, tan fría y asquerosa, desagradable como su feroz y medroso aspecto bestial. Todo en él estaba fuera de órbita.
Para una parte de él, este ennegrecido sueño seguía pareciendo llegar a su final. Todo seguía siendo borroso, cubiertos sus ojos por una niebla gris.
Fue en ese momento que el sentimiento despegó, la música sonó aún más. Al menos ese tiempo estaba por comenzar, algo ensombrecido, pero, que se iluminaría para la maravilla que es su vida.
Si la veía le preguntaría si podría besar su nombre cuando termine la música, o para que terminara la música. Pediría apagar aún más la luz.
Todo en su cabeza se tranquilizó, fue un dulce momento.
¿Podrías rezar por él, Azrael?


~✯~
Allí los vio: un hombre y una mujer.
Aquella mujer poseía una belleza divina, su piel era blanca en absoluto y tenía una larga cabellera negra con gris y blanco; el contorno de sus abismales ojos era fosco.
El hombre era el mismo que recordó el Rey Cohakuu la misma noche que conoció a la Reencarnación de Ilev.
Se encontraban en un extraño lugar que tenía un aspecto hermoso, con un suelo liso y lustroso, grisáceo. El suelo se expandía hasta muy lejos, perdiéndose en la pálida extensión celeste. Estaba prácticamente vacío. Arriba, muy alto, el cielo reflejaba al suelo, se extendía hasta el infinito, en cualquier dirección que uno mirase.
Sin que nadie se lo dijera, Jesús dedujo que se trataba de la Muerte e Ilev.
Ilev estaba anonadado, viendo la belleza de la Muerte, hasta que, de súbito, salió de su embelesamiento. Se sorprendió al percatarse de dónde se hallaba.
El muchacho los podía ver, aunque no estuviera allí, desde muy lejos era capaz de percibir esto.
Las miradas se encontraron: unos ojos afligidos miraron a unos ojos fieros y tenebrosos, que no dejaban de ser hermosos. Así se acercaron el uno al otro, lo que pareció alegrar a Ilev; si hubiese tenido cola, la habría movido de felicidad. Tomó la mano de la Muerte y, por extraño que parezca, con ella se puso a bailar. Bailaron y bailaron, como queriendo tomar la noche. Tomar el tiempo, un precioso tiempo azul.
Bailaron más y más, como si hollaran nubes en lo más alto del cielo, moviéndose con suavidad, ambos llevándose al mismo tiempo. Daban vueltas meneando las caderas, sus pies seguían el ritmo. La Muerte pasaba por debajo del brazo de Ilev dando vueltas, sin dejar de mirarlo con amor y deseo. El contacto visual era profundo, incesable, pues hacía harto tiempo que no se veían.
Bailaron, bailaron y bailaron sin cesar. Como si no fuesen a terminar nunca, dando vueltas y más vueltas, de aquí para allá, en este extraño lugar. No había preocupación alguna para el auténtico Ilev, aunque la vida de su reencarnación corría peligro. Aun así, seguía sin haber preocupación. Lo que importaba era bailar, aunque esto significara que el alma de Ilev estuviese, literal, bailando con la Muerte, entre la vida y la muerte, el Érez y el Seol. Pues no había preocupación alguna, bailar era lo único esencial… por la música.
Al final todo se trataba de… ¡múúúsiiiicaa!
Algo así como un tema de jazz…
Como por ensalmo, la belleza de la Muerte se esfumó, mostrando un cráneo de cuencas vacías; y, en un periquete, incluso tú podrías haber apreciado el rostro de la que hace mucho, mucho, mucho tiempo, fue Anadri, la mujer a la que Ilev sigue amando.


~✯~
Jesús corría y corría en un bosque fosco y espeso, siendo observado por una gran luna llena que coronaba las copas de los frondosos árboles. Era una silueta oscura como sus pensamientos, que se trasladaba a toda felicidad por el bosque de la infelicidad, buscando algo que le brindara bienestar. Buscaba un alma que tanto añoraba.
Sintió escalofríos. Y vio caer plumas grises frente a sí.
«¡BASAH!»
Escuchó el batido de unas alas, casi tan fuerte como los latidos de su dolido corazón. Por alguna razón temió del Ángel de la Muerte que parecía no cumplir su promesa.


~✯~
Decididas a hacer algo por su amigo, las hermanas Dózart se aproximaron a él. Vanaih permaneció al margen, no quería acercarse a alguien dominado por ese Estado de Poder. Se limitó sólo a ver. Al final Kora se amedrentó y retrocedió. Kena sí llegó frente a la Reencarnación de Ilev. A quien le mostró un semblante de angustia bastante notorio.
Pero Jesús no le vio la cara, sino…
—Ah, gah… Pechos…
Le acercó la mano, con aquellas garras negras, directo a los pechos. Los dedos se le movieron de forma lasciva, aunque nada tocó.
La muchacha había retrocedido a tiempo, dando un salto de varios metros.
«TAP»
—¡Quiso tocarme los pechos! —exclamó Kena, agitada y muy impresionada.
—¡Qué bien! —soltó Vanaih esbozando una gran sonrisa, para nada burlona.
—¿Qué bien que quisiera tocarme los pechos? ¡¿Qué te pasa, Vahnark?! —refunfuñó ella, indignada.
Kora sólo los observaba en silencio, temblando de miedo. Miedo de que Jesús les hiciera daño o terminara muriendo.
—No me malinterpretes —dijo Vanaih con calma, aún sonriendo—. Su lado pervertido… ¡Bendito sea Kúame! Eso quiere decir que una parte de él está consciente, ¡eso es bueno!
Kora se esperanzó, su semblante de angustia cambió por completo.
—¿Podrá volver a la normalidad? —farfulló.
—Hay posibilidades —repuso el chico, radiante—. Tienen que llamar su atención y mantenerlo ocupado. ¡Voy a usar la Técnica Yahz!
—¿Por qué no la usaste antes —protestó Kena— si eras capaz de emplearla?
—No es fácil de hacer —se justificó Vanaih—. Además, tiene que estar consciente en lo más mínimo o no funcionará, pero por suerte, y gracias a tus pechos, lo salvaremos.
—¿Ves, Kena? —dijo Kora—. Y tú qué te quejas porque te estorban los pechos.

Siguiendo las instrucciones de Vanaih, las hermanas se aproximaron al usuario del Dark Wild, yendo por lados opuestos, listas para ganar tiempo. Vanaih se quedó de pie, mentalizando el método para llevar a cabo la Técnica Yahz de su ancestro Yahzzaih Vahnark. Procuró recordar todo lo que su padre le había contado y enseñado por si presenciaba un momento como este. Quería salvar a Jesús a toda costa, no permitiría que muriera esta noche, no su amigo.
—Odötö ar čïs heä naz ar yahz… —comenzó a musitar Vanaih en onamhik, con los ojos cerrados, bastante concentrado.
A unos metros de él, las chicas daban vueltas a toda velocidad en torno a Jesús, aunque sabían que no eran capaces de medir la velocidad que podía alcanzar Jesús. Estimaban que esto era aún más difícil que enfrentar al Kuroi Kaibutsu. Kena podía jurar que Jesús estaba liberando más poder que aquella Bestia Oscura.
En un parpadeo, la Reencarnación de Ilev desapareció.
«SHAH»
Kena sintió aquella enorme evo detrás de sí. Se dio la vuelta, aterrada, y quedó patidifusa. Tenía justo enfrente el rostro de su amigo Jesús, pero, era diferente… dominado por el Lado Salvaje.
—¡¡GAAAAAH!! —Jesús le dio un leve zarpazo en el hombro (arrebatándole un pelín de sangre), haciéndola girar de improviso, y enseguida movió la otra zarpa y la nalgueó de repente.
«PASH»
Kena soltó un gemido. Salió a volar, pero por suerte no cayó de golpe, sino de pie, retrocediendo sin control. Ahora sólo le preocupaba su hermana, no el dolor, ni nada. Kora se había quedado inmóvil, a un largo trecho de donde se encontraba Vanaih premeditando. A Kora le era extraño temerle a Jesús.
«ZUI…»
La bestia la miraba con ferocidad. Sus ojos no tenían ni pupila ni iris, eran níveos. Kora sintió esos ojos sobre su espalda. Se volvió para verlo de frente, a quien en el fondo era su amigo. Y ahí estaba, pero seguía sin ser el mismo. Así que Kora procuró de huir.
«ZOWAH»
—¡Kyaaah! —soltó un grito.
Jesús la había tomado por detrás. La atrapó como un lobo a su presa, aunque no fuese la que buscaba. Sin embargo, la tenía entre sus brazos, trémula. Humedecía el brazo de Jesús con su cálido aliento. Tan pequeña… como una conejita asustada.
«Por favor detente, Jesús —suplicaba Kora en su pensamiento—. No me hagas daño.»
Podía sentir y escuchar los latidos del corazón del chico, tan profundos y resonantes.
«¡DOKUN!… ¡DOKUN! ¡DOKUN!… DOH. DOH. DOH…»
—¡Oye, somos nosotros! —gritó la niña al borde del llanto.
Kena se tambaleó, pues las piernas le flaquearon, y terminó cayendo al duro suelo, sin apartar la vista de su hermana pequeña. No podía moverse, salvo titiritar. Y allá estaba su amada Kora, en los brazos de quien manifestaba el Dark Wild, en peligro de muerte. De sus ojos color avellana unas lágrimas cayeron.
—¡¡Vanaih, ayúdalaaaa!! —berreó con desesperación—. ¡¡AYUDA A KORA!!
Vanaih había abierto los ojos, pudiendo ver aquella escena: Kena dominada por la impotencia, la angustia y la ansiedad, y Kora en los brazos del salvaje Jesús.
No podía acercarse, debía hacer la Técnica.
—¡Eeey! —gritó, llamando la atención no sólo de Kora y Kena—. ¡Déjala, Jesús!
De improviso, Kora fue soltada, por lo que salió disparada rumbo a su hermana. Mientras tanto, Jesús comenzó a caminar, renqueante, esta vez hacia Vanaih, avanzando con aspecto amenazador, salvaje.
Vanaih esta vez no le tuvo miedo.
La bestia seguía caminando. Paso a paso. Seguía caminando por el Lado Salvaje. No quería quedarse dormido toda su vida. Resoplaba con fuerza cual búfalo. Aún en su mente no sonaba otra cosa más que música, tan recio que, además de su cabeza, podría quebrar una roca.
Un sueño que estaba llegando a su clímax, aunque las posibilidades no eran claras. Ya se había encendido el sentimiento, despegó con un soplido.
¿O acaso iba muy de prisa?…


~✯~
Jesús seguía corriendo en el bosque. Corría a más no poder, y no se cansaba ni necesitaba tomar aire, aun cuando resollaba; a fin de cuentas esto parecía un sueño. Un sueño oscuro y solitario. En donde buscaba algo, o a alguien, él sabía qué debía encontrar.
Se había afligido tanto en no poder hallarla. Tenía que encontrar a su presa, como si de una indefensa conejita se tratase, siendo él un gran lobo hambriento y feroz.
—¿Quién eres, quién eres, quién…?
«¿No me recuerdas?»
—¿Quién eres?
«¡Mi nombre es…!»
Poseía un hambre atroz de amor. Necesitaba amor.
Amor. Es una maravilla para su vida.
Allí la encontró. Estaba en la hojarasca, como si hubiese tropezado. No pudo verle la cara por la lobreguez. Vio que era delgada, quizás algo bajita, aunque no pudo distinguir su color de piel, ni su color de pelo, mucho menos el de sus ojos. Pero más importante: ¡no le podía ver el rostro!; no podía reconocerlo aun estando tan cerca. ¿O no lo conocía siquiera?
Fue un dulce momento.
—A… —balbuceó él cuando ella levantó el rostro para mirarlo—. A… Ay… Ka… An… A-a… Ja… A-a-a…
¡¡No podía verle el rostro!!
—¡¿CUÁL ES TU NOMBRE?!
Jesús quiso retroceder, pero se le enredaron los pies, y entonces cayó hacia atrás, pero a su vez sentía que ascendía.
—¡Uwaaah!
No tocó el suelo. Todo se puso de cabeza.
«¡CHIKAH!»
Vio una refulgente y chisporroteante luz azul, más azul que el cielo y el mar de su mundo, brillante cual estrella.
«¡¿Un cometa?!», pensó.
—Aah… ¡Jesús! —oyó berrear a quien fue Anadri Chyezu de Dok-Rab con acento suplicante y tembloroso, como si estuviese a punto de llorar—. ¡¡JESÚÚÚS!!
El cometa, una figura cúbica azul, que viajaba en un fondo negro, arrastrando su larguísima estela, rodeada de partículas azures y celestes, se transformó en la brillante silueta de un hombre fuerte e imponente, en el cual se podía apreciar un número ocho de color negro en el pecho y la frente.
Un Mispé Qossemi.
La imagen se esfumó.
(El tiempo está por comenzar).
Posterior a eso pudo ver a quien hace mucho fue Nijeo Dok-Rab de Chyezu, bailando con la Muerte. ¡Tomando la noche! ¡Tomando el tiempo azul!
—Hasta luego —dijo la Muerte a Jesús /Ilev/Nijeo.
Escuchó un grito en su mente, aunque tomó el control y brilló. Intentó tomar algo que no podía: una estrella fugaz. Allí se dio cuenta de que todo lo que habla es la ¡múúúsiiiicaa!


~✯~
—¡Y esto se llama…! ¡¡Yaaahzzz!! —gritó alora Vanaih Vahnark.
Unas líneas negras de luz serpentearon desde su mano, danzando, yendo entre una melodía de piano hacia quien poseía el Dark Wild. Retumbaron tambores invisibles. Un efecto mágico envolvió a la Reencarnación de Ilev, hasta penetrarle la mente y el corazón, tentándole el alma. Apaciguó por un instante su dolor, su sufrimiento y su tristeza.
—Dorre, solfa, farredo… ¡Re!
Así él afligido Jesús fue abandonado por el Dark Wild, y no se liberó de la vida; si a eso se le puede llamar libertad. Cayó hincado, aturdido, y aún sintiendo deseos de morir…

 Cayó hincado, aturdido, y aún sintiendo deseos de morir…

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Ilev -Dark Glow- I. El estado Dark WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora