XVIII ★ Dark-Dusk ataca de nuevo

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Al haber aceptado ser entrenado por Vanaih, Jesús se puso de acuerdo con él en cómo serían los entrenamientos y cuánto durarían, a lo que Vanaih le hubo contestado que si le parecía bien podrían entrenar todo el día, todos los días

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Al haber aceptado ser entrenado por Vanaih, Jesús se puso de acuerdo con él en cómo serían los entrenamientos y cuánto durarían, a lo que Vanaih le hubo contestado que si le parecía bien podrían entrenar todo el día, todos los días. El gandul de Jesús aceptó, pues no tenía mucho que hacer. Pidió permiso a su mamá para estar yendo y viniendo todos los días a la casa de su amigo, ya que se iría temprano y regresaría al anochecer. Jesús regresaba a su casa gracias a que el señor Vahnark hacía el favor de pagarle los portales. Jesús ahora comía lo que ahora consideraba infinitesimal, terminaba famélico. En esos pocos días había adquirido un pésimo aspecto: se veía macilento y desganado, ojeroso y más desaliñado. Después de cada entrenamiento los músculos de todo el cuerpo le tiraban y pinchaban y terminaba magullado. Y así fue por dos días. Al finalizar la última sesión de entrenamiento, Vanaih propuso darle hospedaje los próximos siete días para que pudieran entrenar hasta más tarde y así Jesús comiera lo necesario. Y luego de haber pedido permiso a sus padres, y que ambos accedieran sin reparos, Jesús alistó todo.
La idea de saber que estaría allá más de un día otra vez lo animaba y lo reconfortaba de sobremanera, aunque entrenar era un martirio y para nada le estaba gustando; y cómo no, si recibía golpes y no veía ninguna mejoría.
El día seis de octubre Jesús fue a donde estaba el portal que Vanaih había ido a solicitar a la Tienda de Portales de Evo. Del otro lado de aquella circular ventana lo esperaba Vanaih, el único al que había estado viendo estos días. La última vez que vio a Kora y Kena fue cuando se despidieron el día que visitaron el cementerio.
Vanaih y Jesús caminaron desde el pueblo a la mansión, y en el camino hablaron sobre el entrenamiento. Bueno, al principio a Jesús le pareció maravilloso entrenar, y después fue todo lo contrario, incluso le agobiaba hablar sobre el ímprobo entrenamiento, pero no se atrevía a decir que hablaran de otra cosa.
Hoy, como los demás días, Venkoh recibió a Jesús en el umbral para chocar los puños. El primer día de entrenamiento la saludó de ese modo y a la niña le fascinó, tanto que empezó a esperarlo a que llegara para hacer ese saludo.
«GOCH»
Chocaron los puños.
—¿Sí te quedarás unos días aquí? —preguntó la niña de rostro inexpresivo.
—Ah, sí —repuso Jesús—. Ya traigo ropa y todo. ¡Ah!, y ahora que me acuerdo, ya me acabé el libro que me prestaste. —Puso su mochila enfrente y la abrió, rebuscando entre sus cosas—. ¡Aquí está! Ten. Gracias por prestármelo, está chido.
Venkoh tomó su ejemplar de Sol sohgatsáv ed Dok-Rab, con un gesto que mostraba duda.
—¿“Chido”? —se preguntó extrañada.
—Que está bueno —se apresuró a decir Jesús.
Siendo franco, le causó gracia la reacción de Venkoh, pues seguía extrañada aunque maravillada por esa desconocida palabra. Ella presionó el libro en su plano pecho y se fue hacia las escaleras, susurrando cosas inaudibles, incluso para el ya desarrollado oído akertánico de Jesús. Éste entró a la mansión con Vanaih detrás, deteniéndose en el vestíbulo.
—Deja tu equipaje en la sala —indicó Vanaih—, ya lo subirá Venkoh después.
Jesús dejó su mochila en uno de los raídos sillones de la sala a su derecha. Suspiró. Estaban por comenzar a entrenar, pensar en ello no lo alentaba para nada. Inclusive llegó a pensar que pasaría mucho antes de que la Reencarnación de Eliv decidiera buscarlo para que se enfrentaran. De todos modos seguía sin poder hacer gran cosa en combate cuerpo a cuerpo, y sobre el uso de la energía oscura no había mejorado, tampoco podía levitar debido a eso.
—¿Tienes hambre? —preguntó Vanaih.
—No, gracias —dijo Jesús, aunque la verdad era que sí, y bien podía pedirle algo de comer para aplazar el entrenamiento, pero no.
—¡Pues a entrenar!
—A entrenar —repitió desganado Jesús.
Entrenar era como trabajar. Jesús no pudo evitar recordar cuando era albañil mal pagado. En ambas cosas se llevaba a cabo esfuerzo físico, se fatigaba, le daba mucha hambre y se hartaba de ello. Al menos como albañil ganaba cien míseros pesos a diario. Con el entrenamiento no gana más que moretones; el lado bueno era convivir con Vanaih y su familia.

Ilev -Dark Glow- I. El estado Dark WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora