I ★ Mace Noher, Dark-Dusk

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Jesús Naranjo es su nombre

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Jesús Naranjo es su nombre. A él no le gusta mucho su primer nombre, y agradece que lo llamen Jesús, así lo llaman sus padres, su hermana menor y todos los demás; aunque en la escuela solían ponerle apodos ofensivos.
Siendo el año 2020 d. C. —año 5303 de la reiniciación 7600 del calendario azraleano de la Treceava Edad del Universo—, y por el hecho de que aún no llegaba el dos de octubre, Jesús tenía apenas dieciséis años. No era tan alto, aunque rebasaba a su padre por un par de centímetros. No suele peinar su lacio y, a veces, grasiento pelo negro, por lo que usa una gorra negra con visera gris que compró un año atrás, cuando comenzó a trabajar de albañil con un hermano de su mamá.
Jesús está flacucho; así es su físico, y no porque él piensa que no come bien. Su familia no es de clase alta. A menudo han tenido problemas económicos, que sus padres los solucionan de una u otra manera, y a pesar de eso Jesús consideraba que no comía bien; tal vez se deba a que le gusta comer. Se podría decir que lleva una buena vida después de todo. No es muy sociable, pero sí demasiado vergonzoso y penoso, lo podríamos considerar un poco huraño, sólo un poco. ¿Tiene amigos? Claro que tiene, muchos como para contarlos con todos sus dedos. Sin embargo, todos ellos están ocupados haciendo sus propias vidas; el estudio y el trabajo en ocasiones no suelen dejar tiempo para los amigos, para Jesús. Aunque sí solía hablar con algunos, y veía a otros de vez en cuando, en especial a los que son sus vecinos.
Jesús no estudia ni trabaja, por lo que sus tías paternas lo consideran un vago haragán. Y algunas se lo han dicho de frente, se lo insinúan o simplemente se lo dicen a su mamá cuando piensan que él no oye. Pero le entra por un oído y le sale por el otro, ¡que se metan en sus asuntos! Si algo aprendió de las veces que lo molestaban en la escuela fue a ignorar lo malo y las cosas de mal gusto para él, no lo domina bien pero lo hace.
Jesús vive con sus padres. Por los problemas económicos y por el hecho de que no trabajaba lo llaman “vago holgazán”, sí, aunque una vez su papá le dijo: «Mientras me tengas a mí no tienes que trabajar, yo no te pido que trabajes.» Palabras maravillosas para los oídos de Jesús, era como esa frase: «Quien tiene a sus padres no tiene que trabajar.» Pero seamos realistas, lo que crece en los árboles son frutos y hojas, no el dinero. Dinero. A Jesús no le gustaba llevar dinero consigo, porque no suele tener y no está acostumbrado, tampoco ahorra, sólo lo hace cuando quiere comprar algún manga o alguna chuchería. Cuando ganaba dinero solía dárselo a su mamá o, si le daba su gana, lo gastaba.
No sé cómo te esté cayendo Jesús, aunque no lo has conocido bien y no pretendo que te caiga bien, sin embargo, esta historia gira en torno a él. Te contaré lo que le acaeció. He de suponer que algo así no le pasa a cualquiera y es un poco increíble que lo relacionen con cosas así, siendo normal, o al menos él cree que lo es. Porque hablando de normalidad, el resto de este mundo y los demás tienen conceptos distintos de lo que es normal.
Nadie, ni siquiera el propio Jesús, pensaría que hoy sería un miércoles fuera de lo normal. El muchacho saldría esta tarde estival, y no con una chica; esas cosas no le pasan a él, no le ha ido bien con las mujeres, ni le fue bien con su primera novia. Iría al cíber de don Javier. En la noche dormiría solo, su pequeña casa estaría sola porque sus padres y su hermana irían de visita a la casa de su tía Cecilia; tal vez su mamá y su hermana jugarían lotería allá, antes de que su papá llegue de trabajar a la casa de su cuñada.
Una valiosa oportunidad para desvelarse viendo su ánime ecchi favorito, High School DxD, y emocionarse cuando escuchara el «¡¡Boost!!» dicho por la voz de Fumihiko Tachiki. Ya lo vería cuando llegase del cíber, aunque por su constante hambre estaría hambriento toda la noche…, si ese era el caso, terminaría comiendo galletas saladas y bebiendo agua otra vez, y en el peor de los casos sólo bebería agua si era lo único en el refrigerador, o incluso sólo agua de la llave. Le daba pena pedir algunas cosas fiadas en la miscelánea, después de todo ya debían mucho. Y el muy inútil no sabía cocinar. Pero si le daba miedo encender un cerillo, incluso un encendedor.
Luego se preocuparía por eso.
Jesús dejó de escuchar In My Tears de Emigrate y salió del cuartito de block que era su casa; de cuatro metros por cinco, que tenía una improvisada puerta de madera (calzada con una cubeta medio llena de agua) que su tío Juan, hermano de su papá, les ayudó a hacer. Con el celular en la mano, la gorra puesta con la visera hacia atrás y la cartera en el bolsillo trasero de sus raídos jeans, se encaminó a la entrada de la calle. Pasó por un largo patio donde había tendederos, gritando:
—¡Ya me voy, ‘amá!
—¡Ah, bueno, te vienes con cuidado! —respondió su mamá desde dentro de la casa—. ¡No te vengas noche!
Jesús juntó el dinero suficiente para rentar una computadora por dos horas o más, y apenas eran las seis de la tarde. Llegaría noche, sin duda.
Llegó hasta una desgastada y bajita cerca hecha con tarimas de madera. Abrió la destartalada puerta, que solía brincarse cuando estaba cerrada con candado. Tal vez tendría que brincarla si su mamá la cerraba al irse. Estando en la calle de terracería frente a su humilde casa, comenzó a caminar hacia la siniestra. Llegaría a la intersección de Raúl Madero y Pedro J. Méndez, delante de un terreno baldío, y doblaría entonces a su derecha para caminar en línea recta al Cementerio Municipal Número 2, que está en la entrada de la colonia Vicente Guerrero (también conocida como ejido Villa Juárez).
Caminó tranquilamente bajo el ardiente sol y no tardó en llegar a su destino. Pero no entró, aun teniendo la puerta a unos cuantos pasos. Estaba frente a una casa del Fraccionamiento Faja de Oro, en la calle Floresta.
A una cuadra de ahí había visto a una muchacha demasiado linda, muy atractiva. Tanto que seguía pensando en ella, preguntándose cómo se llamaba o quién era. Ella, delgada, de piel clara y largo cabello lacio y sedoso de un color oscuro como la noche.
¿Quién era?
Pensaba en vano, pues aunque volviera a verla no sería capaz de dirigirle la palabra, le daría mucha pena; al día de hoy le seguía sorprendiendo que llegó a tener novia, una muy bella, no obstante… le rompió el corazón.
Jesús sabía bien que no tendría oportunidad alguna con una chica así, y volvió a lo suyo, a fin de cuentas se consideraba alguien solitario y no le gustaba tanto estar con personas, salvo con sus amigos y algunos de sus familiares.

Tardó poco más de dos horas en el cíber y para cuando salió a la calle el cielo estaba salpicado de estrellas. Sintió frío. No era muy fría la noche, pero Jesús era muy friolero. Detrás de él, don Javier cerró el cíber y se despidió de él.
Cruzó la calle y a tan sólo una casa llegó a la esquina, volviéndose a la dirección contraria. Allí la vio de nuevo, era la misma chica que vio horas atrás. Venía en la otra acera, ella volvió la mirada a él y le dedicó una sutil sonrisa antes de morderse los labios; dobló a la derecha, pasando frente a la casa de don Javier, y se fue.
Jesús se lamentó lo cobarde que era para hablar con chicas bonitas que no fueran sus amigas. Se resignó a hablarle. ¿Qué le diría si lo hacía?, porque incluso para eso era muy tonto. Sólo se quedó mirándola, y el muy tarado aprovechó para fijarse en el trasero de la muchacha, apretado por un pantalón negro.
Sin más, Jesús tuvo que continuar caminado a la luz de la luna por la solitaria Avenida Rotaria. Caminaba con toda tranquilidad. A paso acelerado, y no porque él quisiera llegar rápido a su casa, sino que así solía caminar siempre. Caminar, pues no tenía bicicleta.
Ya faltaba poco para que llegara al tramo que menos le gustaba: cruzar entre el cementerio y el extenso terreno baldío lleno de monte. De día no había problema, pero de noche era muy distinto, y no sólo porque estuviese oscuro, sino que se tornaba más siniestro que en el día. Era un tramo que le daba un pelín de miedo.
En el cementerio había perros que se abalanzaban ladrando hacia quien pasara por allí, si no, salían del Conalep #127 que se hallaba cerca de ahí.
¿Y si le salía, pero, un perro fantasma?
Jesús procuraba no pensarlo, porque le atemorizaba. Sin embargo, su mente lo traicionaba si pasaba por aquí, ya estaba pensando en fantasmas o cosas de horror. Se molestó consigo mismo por haber visto videos de terror en el canal de YouTube de BreakMan, y ahora tenía que sufrir las consecuencias de ello.
«Para la otra no le hago así —pensó—. Mejor le corro, sí.»
Pero no corrió. Siguió caminando. Notó que adelante no venía ningún automóvil, ni siquiera una bicicleta, tampoco alguien más que pasara caminando. No quería estar o sentirse tan solo en ese lugar sombrío. La única alternativa era mirar atrás y sentir gran alivio si veía las luces de un automóvil acercarse; sólo que no fueran luces de una patrulla policíaca. Con tantos rumores sobre que los policías no solían ser amables con algunos y que le daban de tablazos a uno que otro, Jesús esperaba no toparse con la policía estatal, no quería que se lo llevaran por ir caminando solo en la calle; y no tomarían a bien que no estudiara y fuera un adolescente ocioso.
Entonces, echó un vistazo atrás, sin dejar de caminar, y no se veía ningún vehículo cerca. La calle para ese extremo igual estaba sola. Parpadeó y la calle dejó de estar tan sola. Como por arte de magia había una mujer pelinegra justo detrás.
Jesús se inquietó porque poco antes no la había visto, pero siguió caminando, pensó que sólo se imaginó no haberla visto. Sólo ellos dos, todo lo demás estaba vacío. Volteó la cabeza de soslayo, así se percató de que se trataba de la misma chica que había visto dos veces este día. Una tercera oportunidad en la que no le hablaría por tener pena y no saber qué decir. Era bueno platicando con gente de confianza, pero no con desconocidos, aun después de saber sus nombres.

—Oye.
Jesús se detuvo y, tan pronto la escuchó, se volvió a ella.
—Mande —dijo.
Ahora no sabía qué decir y lo estaba invadiendo por mucho la pena. Se recriminaba por ser así.
—Estoy perdida, sólo un poquito. ¿Podrías ayudarme?
—A-ah, sí, ¿cómo?
A Jesús le ganaba cada vez más la timidez, era inevitable.
—¿Aquí cómo se llama? —preguntó la bella chica, con aire dubitativo.
—Es la colonia… Vicente Guerrero.
—Creo que no estoy tan perdida como creí, porque encontré lo que buscaba.
Jesús no dijo nada, no sabía qué decirle, tampoco quería incomodarla. Tan sólo estaba anonadado por la belleza frente a sí, casi intimidado.
—Qué bien que no estoy perdida. Te agradezco. —La chica soltó una linda risita que a Jesús le encantó de sobremanera—. Muchas gracias…
—De nada —repuso él, y enseguida agregó—: Jesús, me llamó Jesús.
—A quien buscaba es a ti —dijo ella, esbozando una radiante sonrisa.
¿A él? Si ella lo conocía, Jesús no lo sabía. No era para nada popular, mucho menos entre las chicas. Pensó que era una broma, alguien como ella no tendría por qué buscar a un tipo como él.
Y Jesús no dijo nada, pero quería. Quiso preguntar el porqué, pero…
—¿A mí?
Esto hizo que la chica soltara otra encantadora risita. ¿Y si fue amor a primera vista? Algo muy poco probable, en especial tratándose de Jesús, pero que él ya estaba pensando.
Mientras Jesús cavilaba, la muchacha había acallado.
—A ti, claro —afirmó.
Jesús quiso preguntarle quién era, y en vez de eso preguntó:
—¿Te conozco? ¿Me conoces?
A él le gustaría conocerla. Pero, ¿cómo lo conocía ella?
—Lo siento —dijo ella—. No he dicho mi nombre, debí presentarme. Ufu, fu —rio entre dientes.
Jesús se impacientó, quería conocer su nombre. ¿Cuál sería el nombre de alguien tan bonita y de dulce voz?
—Me presento, Reencarnación de Ilev —dijo la chica. En ese momento hizo que sus pies dejaran de tocar el suelo—, mi nombre es Mace Noher —su voz adoptó un tono gélido.
Tenía los pies a más de treinta centímetros del suelo, era increíble. Jesús, perplejo y estupefacto, se puso rígido al ver eso, no lo pensó dos veces y se echó a correr. Teniendo la esperanza de no cansarse rápido, como le sucede a menudo.
¿Qué había pasado? Él no lo podía creer, o al menos creía lo suficiente como para no dejar de correr. Sintió escalofríos. Podía jurar que alguien lo miraba, unos ojos feroces y fríos…, los de Mace Noher.
Jesús, dejando de lado que le pareció raro el nombre de la chica, se preguntaba cómo y por qué podía volar. Nunca había visto a alguien volar, y ella no tenía alas.
¿En qué clase de lío estaba metido? Sin duda algo sacado de la ficción, estas cosas no pasaban en el mundo real.
—¡Diantre! —exclamó una fría voz a sus espaldas—. ¿Cómo osas escapar de Dark-Dusk?

 ¿Cómo osas escapar de Dark-Dusk?

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Ilev -Dark Glow- I. El estado Dark WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora