XXII ★ El Muchacho de los Ojos Tristes

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Jesús se movió en sueños

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Jesús se movió en sueños. Aunque estaba medio dormido sabía que ya era mediodía. Se sentía cansado de todos modos; lo de siempre. Estaba consciente de que había adolescentes con vidas peores que la suya, pero ésta era su vida, eran sus problemas… y sus sentimientos reprimidos. Pero no sabía cómo sanar su dolor interno ni cómo llenar ese vacío en su alma. Bueno, de eso último ya conocía la respuesta, aunque fuera algo como sacado de sus sueños, o incluso de su imaginación.
Algo más por qué sentir lástima y tristeza por sí mismo.
—¡Ya levántate! —decía la voz de su madre.
Él ni siquiera había abierto los ojos. Se envolvió más en su cobija azul (aunque hiciera calor), con la intención de seguir acostado, a pesar de que se esfumó el sueño.
—¡Es bien tarde, ya levántate!
—¡No se me vaya a hacer tarde para hacerme pendejo todo el día! —gruñó Jesús.
—Tú solito te dijiste pendejo. Ven a comer, párate ya.
Jesús apretó los ojos, no quería abrirlos… Abrirlos y volver a su aburrida vida, porque seguía vivo, lo que significaba seguir reprimiendo esos lúgubres sentimientos.
«El estado Dark Wild», se repetía una y otra vez; no lo entendía, pero sabía qué era aquella cosa… ¿Fue un sueño? Pues ya estaba despierto; desganado y sin apetito. Podría jurar que se sentía como en esa ocasión en la que lo desechó su primera novia, sí, y que a nadie le importó.
¿Por qué les importaría él a los demás?
«SAH»
Se quitó la cobija de encima. En ese momento una luz lo ofuscó, sintió un vahído y su cabeza se sacudió con harta violencia.

Lo primero que vio al abrir los ojos fue una espesa oscuridad, y enseguida no vio más que pavimento en un lugar donde era de noche. Se hallaba arrodillado, pero desmarrido, por lo que su cuerpo flaqueó y comenzó a desplomarse.
—¡Hm! Te tengo, Jesús —dijo una voz conocida.
Jesús sintió una mano en medio del pecho y otra en la espalda. Volvió la cabeza con lentitud y ahí estaba un apuesto muchacho de pelo negro que le sonreía, radiante.
—Vanaih… —masculló Jesús con perplejidad—. Gracias, Vanaih. ¡¿Eh?! ¿Va-Vanaih?
—Soy yo, Vanaih Vahnark, tu amigo. ¿No me recuerdas, Jesús?
—Sí… Pero, pero… ¿tú sí existes… de verdad?
—Tanto que hasta te salvé la vida —rio Vanaih, a punto de llorar—. De la que te salvamos. Me alegra que estés bien. Aunque supongo que a Kora le alegra aún más.
—¿Eh? ¿A Kora? Kora y Kena… ¡Mis amigas Kora y Kena!
Cuando Jesús menos se dio cuenta ya tenía a Kora abrazándole el abdomen con sumo cuidado y mucho cariño. Tenía las mejillas empapadas en lágrimas.
—Temía por ti —sollozó—. ¡Todos temíamos por ti! ¡Uuuh! ¡Buaaaah!
Él también la abrazó, sin saber cómo sentirse; se conformó con sentir la calidez amorosa de Kora. A quien le dijo:
—Ya, ya. No llores. Las niñas bonitas no deben de llorar. ‘Toy bien, no chilles.
—¡No quería perderte como a mamá, papá y el abuelo! Uuh… ¡No, no quiero!
A Jesús se le hizo un nudo en la garganta y la abrazó más fuerte, sintiendo cómo hipaba al llorar. Tenerla ahí llorando lo hacía sentir mal, lloraba por su culpa. Pensó que alguien como él no merecía que Kora le llorara, tampoco que se preocupara y se angustiara.
—A como se dieron las cosas —oyó decir a Kena— voy a considerar que obtuvimos la victoria después de todo. También porque Jesús derrotó a Noher.
—¿Yo qué? ¿Cómo que la derroté?
—Sí —afirmó Vanaih—. La atacaste cuando el Dark Wild cobraba fuerza.
Jesús no estaba seguro, sólo perplejo. Trató de recordar. Entre una nube ennegrecida pudo ver cómo una de sus manos acometía el bello rostro de Amace Noher. Un fuerte alarido y comenzó a derramarse sangre. Sus ahora uñas negras estaban manchadas de esa sangre.
«¡¡Gyaaaaah!! —evocó aquellos gritos de dolor—. Mier… ¡Mierda! ¡¡Aaaah!!»
Ya no supo qué más pasó, todo lo posterior a eso era borroso —en partes— hasta el momento en que abrió los ojos hace poco. Empezó a sentirse mal por haberle dañado el rostro a una mujer.
—Para nada ha de estar bien —dijo Kena con indiferencia.
—No te sientas culpable, Jesús. —Vanaih le puso una mano en el hombro a su amigo—. Cuando actúes mal no esperes terminar bien.
Kena hizo un gesto de asentimiento. Kora levantó la cabeza, llorando y sollozando.
—¿Cómo te sientes? —preguntó a Jesús.
La verdad lo albergaban distintos sentimientos, no estaba seguro de en qué se había transformado la tristeza.
—Estoy bien —repuso—. Ahora estoy bien, gracias… gracias a todos.
—¿Estás seguro? —inquirió Kena mirándole a los ojos; los de ella suplicaban, no intimidaban.
—Es que me siento triste y a la vez no —declaró Jesús con un hilo de voz.
—Tu mirada es triste —dijo Kena con aire lúgubre.
Kora miró a su amigo, al que seguía rodeando con los brazos. Se percató de que no había ni una simple sonrisa ni un poco de luz en sus ojos profundos, ni siquiera el reflejo de algún pensamiento que alegrara sus adentros.
—Hay tristeza en sus ojos —musitó Vanaih.
Lo habían salvado, pero, tal parecía que aunque el estado Dark Wild se hubo apaciguado, el sentimiento que le ensombreció el corazón permanecía allí. Ellos se daban cuenta y querían que estuviese bien del todo, pese a que no sabían qué hacer.
—Es cierto —dijo Kena, apesadumbrada—, aún estás triste. Tienes los ojos tristes.
Jesús miró a Kena cabizbaja y a Kora llorando aún más, eso lo hacía sentirse peor; por su maldita culpa estaban así, y no le gustaba. No quería volverse a Vanaih por temor a verlo taciturno. Lo sucedido les había dejado a todos un regusto de tristeza.
—Perdón por ser el muchacho de los ojos tristes —dijo con desgana Jesús—. Sí, ese que vive solo y necesita amor. Yo no tengo la culpa de lo que me pasa, na’más no me quiero sentir así.
—Tomamos las decisiones, mas no es nuestra culpa que las cosas sucedan distinto a como pensábamos —dijo Kena.
—Es culpa de Dios —replicó Jesús.
—Todo pasa por algún motivo —soltó Vanaih.
Kora miró a Jesús, dubitativa, y le preguntó:
—¿Cómo que eres “el muchacho de los ojos tristes”?
—Es una canción. Hahh… Dejen saco mi celular y se las enseño. El Muchacho de los Ojos Tristes de Jeanette. —Jesús metió una trémula mano al bolsillo del pantalón y sacó su celular. El aparato estaba muy golpeado y estrellado—. Ay, no. ¡No, no, no, no! La pantalla está toda estrellada. ¡Puta madre! Dios no ha de querer que me sienta mejor.
Vanaih estuvo a punto de hablar, pero terminó callando. Se quedó con la boca abierta.
—¿Por qué estás triste? —preguntó Kena—. ¿Por todo lo que te dijo Noher?
—¿De verdad te sientes solo? —farfulló Kora y lo abrazó con más cariño.
—Alcanzamos a oír todo —comentó Vanaih.
Jesús puso la barbilla sobre la cabeza de Kora, pensando en todo lo que Dark-Dusk le dijo. Por suerte el sentimiento que se le hubo acelerado estaba tan quieto como una caja musical que nadie toca.
—A veces me pregunto… —dijo, llamando la atención de sus amigos— por qué ‘han’ habido personas que me han causado daño. En la escuela me molestaban los demás, y no se diga en la secundaria. Pero ese daño no importa. En lo que vi por culpa de Dark-Dusk… había personas que me causaban daño emocional aun siendo mis amigos; creo que más que nada eran amigas. Lo bueno que no los vi a ustedes, pero a quienes me causaban ese daño no les importaba —soltó una risita nerviosa—. Las personas no se dan cuenta del daño que causan a los demás, a mí me han causado mucho daño algunos, o según Noher me lo van a causar, y no se dan cuenta ¡o les vale madres!
—Nosotros no vamos a causarte daño —manifestó Vanaih.
—Gracias —dijo Jesús—. Y yo nunca he querido causarle daño a mis amigos. Todo lo que dijo la pinche vieja aquella es verdad; yo no quiero que mis amigos se dejen llevar por la tristeza, por eso cuando están tristes trato de hacerlos sentir mejor. Pero sí ‘han’ habido veces en las que le cuento mis problemas a alguien y los terminan ignorando, me cambian el tema o sacan sus propios problemas. Nadie me da el mismo trato que yo les doy. —Y abrazó a Kora con más fuerza, con más cariño, era lo que necesitaba ahora: sentir a alguien cerca.
Kena dio un par de pasos al frente y luego se puso en cuclillas, mirando a Jesús.
—Es sólo que tú eres un muy buen amigo —dijo.
—No… Soy un pendejo que, sin recibir nada a cambio, no quiere que sus seres queridos estén tristes. Y aunque quisiera recibir el mismo trato, me conformo con que los demás estén… bien. De todos modos no me considero un buen amigo.
—Pero ¿por qué no? —Vanaih se apresuró a preguntar.
Jesús hizo un amago de sonreír, sin dejar de soltar a Kora y mirando a Kena.
—Porque no lo soy y ya —repuso con calma—. A veces he tratado mal a mis amigos, y estoy consciente de eso. Sí, aunque a ustedes los he tratado bien, supongo —se apresuró a decir—. Pero hay veces en las que sí soy insoportable y así. No soy buen amigo, pero sí quiero que mis amigos estén bien y felices. Aunque sé que no me preocupo por mí. Reprimo la tristeza y sigo sonriendo. No me gusta ser alguien que no soy, no voy a andar por ahí con una cara seria sin disfrutar de las cosas.
A Kena le dio un vuelco al corazón y sus bellos ojos destilaron más lágrimas.
—Y aunque a veces no puedo evitarlo, tampoco es bueno querer recibir amor de la primera persona a la que le agarro cariño o que me gusta.
Allí Kora lo abrazó más fuerte.
—Me sienta triste o no, trato de disfrutar de la vida y trato de que los demás lo hagan, pero estando bien, no tristes, como estaría yo si no reprimiera lo que siento. Y lo que más siento es soledad, siento que me falta alguien.
—La reencarnación de Anadri —sollozó Kora, hundiéndole el rostro en el pecho.
—No sé cómo se llama —replicó Jesús—. Kúame no me dice mínimo eso, ¡quiero saber cómo se llama! Cuál es su nombre. Dios a veces no escucha, ¡y no me vayan a decir que no! A veces no deja que las personas sean felices. A fin de cuentas todo lo que pasa en el universo es su culpa. Pero pues, yo ando todo triste por puras pendejadas. Vanaih, tú tal vez en el fondo estás triste por no tener a tu mamá. Venkoh y tu papá también. Kora, Kena, ustedes son huérfanas, eso también es algo para que estén tristes. Los motivos de mis tristezas son puras mamadas. Que si me rechazó la que me gusta, que si me rompieron el corazón… que si… ¡que si no encuentro a Anadri!
En ese momento, Kena, ocultando el llanto con un brazo, se le acercó más. Se hincó y lo abrazó, llorando sobre su hombro.
—Tú sabes por qué esas cosas te entristecen —dijo—, son motivos para nada estúpidos.
Jesús la rodeó con un brazo y posó su cabeza al lado de la de ella.
—No sé dónde quedó el Jesús positivo…, lo perdí luego de lo que me pasó con mi primera novia. Y cuando lo estaba recuperando se esfumó a finales del año pasado. Mi lado positivo decayó mucho desde el año pasado, y más esta noche. Podría decir que mi vida amorosa… o bueno, mi vida en general, se basa en Was Ich Liebe de Rammstein, y no es que yo haya escogido que fuera así.
—No dejes que te atormente lo que dijo Noher —sollozó Kena; su llanto aumentaba.
—Es que ella nada más dijo la verdad —expresó Jesús—. Kena…, no voy a decir que uno se acostumbra a las decepciones amorosas, porque no es así. —Soltó un largo suspiro—. Siendo sincero, me he enamorado na’más tres veces. La primera vez tuve que reprimir el sentimiento. Al menos a eso sí me he acostumbrado.
»Dark-Dusk me hizo ver cómo la persona que me gustaba (porque luego de lo que vi es mejor que deje de sentir algo) me daba falsas esperanzas y… se alejaba de mí, de mi vida, y, no sé si lo que hacía era ignorarme. Ella me prometió que jamás se iba a alejar. Pero… últimamente la he sentido muy distante. Pero lo que más me duele es que yo pensaba que era la reencarnación de Anadri…, y no era. —Sin querer, los ojos se le anegaron en lágrimas—. No tengo ganas de volver a amar, pero sí quiero ser amado… y no se puede…, la vida… ¡Hahh!! Pues la vida lo deja ver así de claro.
—Jesús —llamó Vanaih—, aún puedes encontrar a la que fue tu amada en otra vida. No pierdas las esperanzas.
El otro sólo soltó una risa sarcástica, ocultando la tristeza.
—Ya no tengo las mismas expectativas y el mismo sentimiento de querer ser feliz al lado de la nueva Anadri. También por eso, a veces, hasta envidio a los que tienen a alguien, a una mujer especial a su lado… y no tener yo a alguien así me duele mucho… Porque no es dolor físico ni sentimental, eso ya es dolor espiritual, no sé, porque siento que me duele en el alma… y no es bonito. La soledad es buena, pero tanta me abruma, y a mí me causa ese dolor espiritual.
Hoy es un muchacho de ojos tristes, ha vivido, en cierto modo, solo y necesitando amor…, ese amor que le exige su alma con tanta desesperación. En el fondo sí quiere encontrar una razón para que su mirada ría.
Vanaih acercó su rostro al de Jesús.
—Ámate más a ti mismo para que no necesites buscar amor en los demás —dijo.
Jesús no le respondió de inmediato, se limitó a cerrar los ojos, tragando saliva, y al cabo volvió a hablar, con una voz apagada y lúgubre.
—Todo lo que Mace Noher me enseñó… no era malo del todo —declaró.


—Todo lo que Mace Noher me enseñó… no era malo del todo —declaró

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Ilev -Dark Glow- I. El estado Dark WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora