XII ★ El libro Historia de los Demonios Oscuros

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Jesús tenía un asiento junto a los Reyes Demonios Oscuros, empero, había venido acompañado de sus amigas y Vanaih y Venkoh

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Jesús tenía un asiento junto a los Reyes Demonios Oscuros, empero, había venido acompañado de sus amigas y Vanaih y Venkoh. Así que, aunque se sintió culpable, se alejó de la pista de baile. Miró entre las personas buscando a sus acompañantes, y entonces vio que a un trecho Venkoh y Vanaih estaban bailando. El chico apuesto se veía muy nervioso y preocupado, pero, la niña se veía molesta.
—Hermanito —gruñó ella—, si me pisas terminarás con el trasero echando humo.
—Por eso te dije que no quería bailar —masculló Vanaih, agachándose hasta el rostro de su pequeña hermana.
Venkoh cerró los ojos mostrando la lengua.
—No vienes de adorno. ¡Baila, y que ni se te ocurra pisarme, ¿entendiste?!
—Pero, Venkoh…
—A protestar a otro lado, ahora mueve los pies… ¡y sin rezongar, aguafiestas!
Jesús rio por lo bajo con una sonrisa burlona. Si esos dos estaban cerca, tal vez Kora y Kena también. Buscó y buscó con la mirada y por fin las vio, sentadas a unas mesas de distancia. Se acercó detrás de ellas, provocando que dieran un respingo; aunque Kena por poco le propinaba un puñetazo. Las chicas se volvieron, dejando su aspecto de aburrimiento.
—¿Quieren bailar conmigo, señoritas? —preguntó Jesús, abrazándolas de los hombros.
—¡Sííí! —exclamó Kora con emoción, levantándose de un salto.
Kena lo miró, con aire dubitativo.
—¿Cómo bailarás con ambas?
—Sépala, ahorita vemos —repuso Jesús—. Ustedes vénganse.
Tomó la mano de Kena, la cual se levantó. Enseguida, Kora le sujetó la otra mano y así se dirigieron a la pista de baile. Jesús de verdad no sabía cómo bailarían los tres, no obstante, Kora tomó la mano libre de su hermana. El muchacho puso las manos en la cintura de cada una, y ellas pusieron una mano en cada hombro de él. Comenzaron a bailar, llamando la atención. Kora reía de júbilo. Jesús sólo sonreía, disfrutando el momento. Mientras que Kena sonreía, pero, manteniendo una mirada perdida…, llena de nostalgia.
—¿Qué tienes? —preguntó Jesús al verla.
—Lo que sucede es que… a papá y a mamá… les encantaba bailar.
—¡Sííí! —coincidió Kora, sonriendo de oreja a oreja—. En especial la música de Tokih Makurih. Esa les fascinaba, según me ha dicho Kena.
—¿Quién?
—Un músico famoso —explicó Kena—. Debes conocer de buena música, Jesús.
—Mis gustos musicales varían —repuso Jesús—, y comoquiera no sé bailar.
—Ya me pisaste dos veces y ni me dolió —dijo Kora entre risas.
Jesús se vio los pies un momento.
—Perdón, Kora, no me fijé. Creí que había pisado a Kena, no a ti.
—¡¿No te sientes culpable por pensar que me habías pisado?! —protesto aquélla.
—Sí, sí. Perdón también, hija, y perdón si sí te piso.
—Está bien —dijo Kena, esbozando una cautelosa sonrisa.
La melodía terminó paulatinamente, pasarían unos cuantos segundos para que iniciara la siguiente, pero las hermanas Dózart halaron los brazos de Jesús, sacándolo de la pista de baile. Éste volteó un momento mientras las seguía, pudiendo ver a Venkoh riñendo al pobre de Vanaih, que estaba cabizbajo, con aire apenado. Tal vez había empujado sin querer a su hermana, pensó Jesús, porque Vanaih no estaba echando humo del trasero.
El baile no iba a cesar sino hasta medianoche. Venkoh y Vanaih, aunque éste se negara, eran de los que seguirían bailando hasta entonces; a pesar de que el banquete comenzara.

Ilev -Dark Glow- I. El estado Dark WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora