XXIII ★ Amigos de la Reencarnación de Ilev

8 1 0
                                    

La gemebunda mujer, de cara sanguinolenta, reptaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La gemebunda mujer, de cara sanguinolenta, reptaba. Un rostro que otrora fue bello e impecable, y ahora estaba herido, quedaría con una horrible cicatriz hecha por energía oscura, como si hubiese sido magia lóbrega. Le brotaban gordas gotas de los ojos, hinchados y enrojecidos. El dolor era insoportable, y la pena aún mayor. No había conseguido lo que quería, fuese culpa de Fáred, de aquel Ángel de la Muerte, de los entrometidos esos que le hicieron frente o de ella misma, pero ahora estaba sin nada. Apretaba tanto los puños que terminó por clavarse las uñas en las palmas. Más sangre le brotó del cuerpo a Mace Noher.
—Nooo —gimió—. No puede ser posible. —Dejó caer la cara en el suelo con un golpe seco, lacerándoselo aún más, por lo que soltó un alarido—. ¡¡Ya casi me adueñaba de ese estúpido lugar!! ¡¡Ese era el comienzo de todo lo que iba a lograr!! ¡Se lo prometí a mamá!
Se llevó las manos a la cabeza, y en su desesperación comenzó a mesarse el pelo con violencia, gruñendo de rabia y a la vez gimiendo de dolor. Jamás se había sentido de esa manera. La derrotaron unos debiluchos, y ahora estaba en el suelo, como una vil perdedora, como una akertana endeble a la que pueden pisotear… o peor, pensó, como una pobre bruja a la que todos pueden tratar de lo peor hasta matarla.
Quería acabar con todo el mundo, con todos los mundos, y hacer que nadie se burlara de ella nunca más.
Supuso que quizá así se había sentido la Reencarnación de Ilev antes de ser dominado por el Lado Salvaje; no, estaba segura de que ella se sentía mucho peor. ¡Kúame! También hubo sido provocado por su propia culpa.
«Todo lo malo que me pasa ¡es por mi puta culpa! —se dijo en el pensamiento, aún con la cruenta herida del rostro pegada al suelo de roca del Demoroth—. Y sola no puedo hacer nada, siempre estoy sola… No… ¡¡No tengo a nadie!!»
Lloró con más fuerza, comenzó a hipar casi sin parar durante un momento. Las lágrimas le escurrían desde sus hermosos ojos magenta, mezclándose con la sangre, cayendo al suelo con cada segundo de dolor y desesperación.
—Mamá ya no está —musitó ahogando un gemido—. Ella era la única que no me dejaba sola… la única persona que me amaba. ¡No como ese despreciable de mi padre!
Empero, como algo lejano oyó en su cabeza: «Te amo, Mace. Es lo que siento por ti… y quiero… quiero que siempre estemos juntas…»
—Jery… Jeryn —sollozó, y le dio un vuelco al corazón.
«Te admiro, pero también te amo. Sé que no tienes muy claras las cosas respecto al amor, aun así, lo siento por ti.», y estas palabras fueron un duro golpe en el corazón, porque a pesar de todo sabía que era bastante cierto lo que Jeryn Caareszu había dicho.
Y sin poder evitarlo, oyó su propia voz, como si su traicionera mente quisiera atormentarla aún más.
«¡El amor lo arruina todo! ¡¡Incluso el amor se arruina por sí sólo!!»
Aquellas palabras, sus palabras, la hicieron sentirse peor. Se mesó del pelo y con ímpetu golpeó el suelo pétreo con los codos; se rasgó la ropa y los codos le sangraron. El suelo se partió. Amace profirió un desgarrador grito de ira y…
«¡GAHN!»
… estampó la cabeza en el suelo, creando un pequeño boquete que se llenó de sangre, y lágrimas que se teñían de rojo. De la frente, llena de pequeñísimas piedras, le escurrieron chorros de ese líquido color carmín. Su cara, pegajosa y caliente, era tan roja como un tomate. Se sentía mareada. Ya ni siquiera le importaba sucumbir.
—Perdí —susurró—. Estoy perdida y no tengo nadie conmigo.
Evocó entonces la imagen de su amiga —sí, aún su amiga— Jeryn Caareszu. Aquella joven y hermosa chica, delgada, de piel blanquecina y guedeja negra. Deseaba verla sonreír, pero la visualizó con un gesto funesto. Eso le provocó más dolor.
—Debí hacerle caso —admitió en un susurro, contrita—. Ella…, como mamá, quería lo mejor para mí. ¡Ngh! Gh… ¡¡Soy una idiota!! ¡¡Fui una mierda con ella!! —Y, en su desesperación, rabia y tristeza, se llevó las manos al rostro e hincó los dedos por él, de arriba a abajo, causándose más dolor físico, porque ese dolor no se comparaba con su dolor emocional. Todas aquellas cosas se mezclaban en su corazón, apesadumbrando su alma—. ¡¡GYAAAAH!! ¡¡Aaaaah!! ¡¡Aaaaahk!! ¡No debí tratarla así…, no merecía lo que le hice, no ella! ¡¡Todos merecían lo peor, menos ella!!
«Jeryn, el corazón se equivoca… el amor no existe», oyó su propia voz, y sintió una presión en el pecho que provocó que contuviera la respiración unos segundos.
—No —masculló—. El amor sí existe… yo te amaba a ti, Jeryn. ¡Kh! Y-yo… —Le costaba mucho decir esas palabras, no quería articularlas, pero sentía que debía—. ¡Yo te amo a ti también, Jeryn! —proclamó hacia el norte—. El amor existe porque lo siento por ti, es lo que siento… Jery. Love u.
«TAH»
Alguien hubo aterrizado frente a ella. Un hombre alto de túnica y aspecto macabro que, con ojos fieros, la miró en ese estado tan deplorable. Y ella lo vio y sus ojos se encontraron, provocándole repelús.
«¡BAH!»
El hombre hizo aparecer en su espalda un par de grandes y magníficas alas emplumadas —que se veían negras en este lugar sombrío— y las extendió.
Amace Noher no pudo verle el rostro, aunque conocía su identidad.

Ilev -Dark Glow- I. El estado Dark WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora