—¿Giselle?
Su voz me despertó y lentamente fui abriendo los párpados hasta que el sol de la mañana me alumbró. Era domingo, maldito domingo.
—Logan —conseguí decir—. ¿Qué pasa?
—Son casi la una y me aburro, odio tener que despertarte.
—Ya somos dos —dije ariscamente y poniéndome el edredón sobre la cabeza para cubrirme de la luz.
—Vamos Bella durmiente, me muero de hambre.
Puse los ojos en blanco y me levanté desperanzándome.
—Esta bien, ahora vengo con el desayuno.
—¡Espera! —me paró antes de que le abandonara—. Voy contigo.
—¡Pero sino puedes moverte! —protesté.
—Pareces mi madre, y gracias por recordarme mi estado paralítico.
—De nada.
Ayudé a Logan a levantarse de la cama para coger sus muletas y luego cuando llegamos a las escaleras las bajó sujeto a la barandilla. Tras un cuarto de hora conseguimos pisar la cocina. Verás tú la gracia cuando haya que subir al piso de arriba.
—Bueno mi alteza, ¿qué quiere usted desayunar? —dije con tono cortés.
Logan parecía estar alucinando conmigo.
—No sabía que los domingos te cambiarán tanto.
—Es una enfermedad —expliqué—. La llamo "dominguitis", ocurre ese día que se pasa en dos segundos y después pumm al instituto.
—Yo también sufro esos síntomas —confesó—. Puedo ponerme muy borde cuando quiero y lo sabes.
—Vale, vale. Lo he captado —alcé las manos—. Me pondré de mejor humor en cuanto encuentre...
—El segundo estante a la izquierda.
Al abrirlo di con la nutella.
—¿Cómo sabías... ?
—Giselle, durante todo el curso se me daba muy bien observarte.
Madre de dios, ¿qué ha hecho Logan? ¿Ponerme cámaras ocultas para saberlo todo sobre mí?
—Mi color favorito.
—El turquesa —respondió como si se lo supiera de memoria.
—Mi cumpleaños.
—Dentro de tres semanas.
Menudo listillo, estaba empezando a pensar que me conocía mejor que yo.
—Una cosa que odie.
Abrí el bote de nutella y me la comencé a comer con una cucharilla.
—Odias el pescado, tener mala suerte, que un chico indeseado te robe un beso y en un primer momento me odiaste a mí.
—Te odio con todo mi corazón —declaré caminando con el bote de nutella hacia en sofá donde estaba sentado. Me acomodé junto a él permitiendo que me rodeara con un brazo.
—Me declaro culpable.—Logan Weels, este tribunal dictamina que beses a la novia.
—Será mejor no incumplir las leyes.
Me robo las palabras de la boca con un beso. Introdujo su lengua entre mis labios absorbiendo la nutella, jugando con la mía. Aproveché para coger un cucharon de nutella y esparcírselo por la cara, no pareció molestarle, es más se empezó a reír de felicidad y tuvo que separar sus labios de los míos para decir:
—¡Qué bien sabe señora Weels!
—Perdóneme, Mr.Weels, pero la nutella y yo nos completamos a la perfección.
—Y no lo pongo en duda.
Volvió a besarme y esta vez la que se llevó la nutella a la cara fui yo. Me la lamió de la cara como un típico beso de vaca. Nos acabamos cebando a chocolate hasta que un ruido nos distrajo.
—¿Lo has oído?
Logan me manchó de nutella la punta de la nariz y preguntó:
—¿El qué?
—Eso, shh.
Se hizo y el silencio y esta vez oímos los dos claramente un resonoro "Miau".
—¡Es un gatito!
Me levanté de golpe y dirigí mi mirada hacia el jardín que separaba el ventanal del salón. Había un gatito gris lo suficientemente grande para tomarlo por adulto. Estaba desilañado con el pelo revuelto y muerto de hambre. Sus ojos me observaban como si se tratara del gato con botas de Sherk. ¿Quién puede decirle que no a esos ojitos?
—Es Logil —dije emocionada—, ha venido a visitarnos.
—Giselle, es un gato callejero.
—¡Pero tiene frío! —protesté de brazos cruzados.
Logan volvió poner los ojos en blanco y me dio permiso para dejarlo entrar. Abrí el ventanal y el gato paso escurridizo al interior.
—Logil es la viva imagen de su padre.
—Yo no soy tan feo —se quejó orgulloso Logan.
—¿Cómo puedes decirle eso a tu hijo? —dramaticé—. ¿No te da vergüenza?
—Anda dale algo de comer, me esta poniendo nervioso oírle ronronear.
—Pues ayer estabas muy emocionado con la idea de tener un gatito.
—Porque me imaginaba un gatito limpio y vacunado.
El gato soltó un rugido como si se hubiese enfadado.
—Olvidale, Logil. Tu padre tiene dominguitis.
Fui a la cocina a por una lata de atún o cualquier cosa que se pudiera comer un gato. Fue entonces cuando oí la voz de Logan:
—¡Giselle! Creo que a este gato le gusta la nutella.
—¿Y cuál es el problema?
—¡Qué me quiere comer!
—No seas infantil.
Pero cuando me acerqué al sofá vi como Logil tenía la cola levantada y eso era signo de ataque. Giró la cabeza para echarme los dientes y yo retrocedí unos pasos involuntariamente.
—Giselle, date prisa, ve al sótano. Mi padre tiene una pistola con dardos tranquilizantes que guarda para cuando va de caza. Cógela, cárgala y dispara a este animal.
—¿Pero tú estas bien de la cabeza? ¡No voy a disparar a un gato!
—Joder, ¡qué me va a pegar la rabia!
Logan tenía razón, el gato parecía estar apunto de lanzarse encima de él y matarlo a mordicos. Así que corrí, bajé al sótano. El padre de Logan estaba incluso más loco, tenía varias escopetas colgadas de la pared que me produjeron escalofríos. Encontré la pistola de dardos y la cargué. Cuando llegué al salón Logan ya tenía el gato arrañándole en la cara como una manta. ¡Madre santa! Al estar escayolado no podía huir de la bestia que habíamos metido en casa.
—¡Dispara! —me suplicó.
Las manos me temblaban pero aún así lo hice. ¿Dónde estaba mi puntería? El gato seguía moviéndose como si el dardo tranquilizante no le hubiese hecho efecto. Fue entonces cuando descubrí que el dardo le había alcanzado a mi maridito.
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Yo Os Declaro Enemigos
Humor• Del odio al amor no hay un paso, sino muchas locuras • Si te despiertas una mañana con un dolor de cabeza espantoso, un pedrusco encajado en el dedo y tu peor enemigo durmiendo a tu lado, entonces preferirías volver a dormirte y, si hace fal...