Pasó la semana. Los padres de Logan seguían tan ingenuos como siempre. Mi madre había cumplido su palabra de mantenerse callada siempre y cuando después de que le quitaran la escayola a Logan acudiéramos al dichoso programa de alcohólicos anónimos. Y hoy era el día. Mi madre me llevó a casa de Logan para que juntos pudiésemos cumplir castigo.
Fui a llamar a la puerta de la mansión Weels cuando oí ruidos y apoyé la oreja para enterarme del asunto. Estaban discutiendo, aquella voz grave y autoritaria parecía la del el padre de Logan. Padre e hijo se gritaban unas barbaridades que me hicieron abrir la boca de par en par.
—¡Me largo! Me tienes hasta los cojones.
Abrió la puerta dándome con ella en la frente y haciéndome quedar cono una cotilla a gran escala.
—¡Giselle!
—Auu —me mostré avergonzada mientras me palpaba el golpe que me había dado.
—Has estado oyendo —dijo lo que era claramente obvio.
Me quedé mirándole. Logan llevaba una americana azul que me mataba de lo bien que le sentaba. Aquella mañana le habían retirado la escayola y ahora llevaba solo una venda debajo del zapato.
—Yo... Necesito desconectar.
—Tenemos alcohólicos anónimos —le recordé mordiéndome el labio. Antes de darme cuenta ya estaba él mordiéndome el labio—, Log... —me cayó robándome un beso tan feroz que enrollé mis piernas en su cintura. Entrelacé mis dedos por todo su pelo y dejé que me empotrara contra la pared de ladrillo.
Estábamos en la entrada de su casa, ¿y qué? Como si estábamos en la luna.
Antes de que fuéramos a más separó sus labios de los míos devolviéndome el aire.
—Larguémonos de aquí.
A la mierda todo, fuguémonos.
Me cogió como si fuera un princesa; o mejor, como si fuera nuestra noche de bodas. Me llevó hasta su coche el cual estaba aparcado frente a la casa y con la capota bajada. Me dejó sobre el asiento del copiloto y me puso el cinturón de seguridad para que no me escapara. Al final se subió a coche y arrancó.
—Dios, como echaba de menos conducir —añadió encendiendo la radio—. Hoy vamos a pasar de nuestro castigo, Giselle, vamos a hacer pellas.
—Esta bien —me rendí, no valía la pena luchar por acudir a alcohólicos anónimos cuando yo tampoco quería ir—. ¿Y cuál es el plan?
Me miré en el espejo retrovisor para peinarme el pelo que había despeinado mi maridito.
—Umm dado que eres mi mujer debería llevarte de compras, ¿no crees?
Logan, yo y una tarjeta de crédito platino. ¿Había algo mejor?
—Vayamos a Hondly's —propuse.
Hondly's era un gran centro de comerciar donde encontrar de todo.
—Me dirigía justamente allí —confesó—. Parece que me lees el pensamiento.
—Ya sabes lo qué dicen, el matrimonio te une más de lo que piensas.
Soltó una carcajada al mismo tiempo que pisaba el acelerador a toda potencia. Llegamos enseguida a Hondly's. Aparcamos y fuimos derechitos a la zona de tiendas. Logan permitió que le cogiera del hombro como si fuéramos un matrimonio de esos en los que a mujer dirige al hombre por todo el centro comercial.
—Aquí, entremos aquí —supliqué al ver el escaparate lleno de ropa cara.
Logan cedió ante mis peticiones sin problema. Mientras yo me paseaba por la tienda sin saber qué probarme él me miraba divertido. Se reía por ver a la loca de su mujer adicta a las compras.
—Este, ¡no! Este. ¡Los quiero todos!
—Anda coge un par de vestidos que quiero ver como te quedan —me dijo cruzándose de brazos.
Torcí el gesto. ¿Vestidos? ¿Y ahora cuáles cojo para dejarle impresionado? Me decanté por coger uno color coral y otro verde turquesa. Eran bastante ceñidos pero me moría por probármelos.
Entré en el vestidor y vi por el rabillo del ojo como Logan esperaba sentando en uno de los asientos del vestidor. Me probé el vestido de coral y al ver que no me gustaba me lo quité de inmediato. Tuve suerte con el turquesa por que era impresionante. Me hacía un cuerpo que ni yo sabía que tenía. Corrí la cortina poniendo morritos a mi maridito. Este se quedó embobado sin quitarme ojo.
—Ehh —grité despertándolo—. Mi cara esta más arriba, imbécil.
Volvió a la Tierra diciendo:
—Quítatelo, nos lo llevamos.
Media hora después salimos de la tienda. Logan llevaba todas las bolsas con mi ropa nueva como si fuera una especie de mayordomo. Me ofrecí a ayudarle pero se negó. Decía que era el trabajo de un marido.
—¿A dónde quiere ir ahora, Mrs.Weels?
—Será mejor que descansemos —añadí andando hacia la heladería que había en la zona de restaurantes—. Me tienes que durar toda la tarde —bromeé.
Puso los ojos en blanco y me siguió. Mientras, nos tomamos un helado de dos sabores, comíamos ambos de la misma copa donde nos lo habían servido. De vez en cuando él se encargaba de darme de comer del otro sabor con su cuchara.
—Umm, aún me pregunto como sabríais el helado y tú juntos.
Antes de que pudiera responderme físicamemte una voz nos interrumpió:
—¿Logan? ¿Qué haces aquí con la perdedora?
Estupendo, era la repelente de Victoria Leisher. Esa chica popular que se creía el centro del universo. Había venido junto a su perrito faldero para fundirse el dinero de papá.
Logan me defendió al momento:
—Victoria, ya sé que para ti es muy difícil pero... ¿Serías tan amable de mostrar un poco de respeto hacia mi novia? —se limpió el helado con una servileta y continuó:— eres insoportable, no te lo he dicho nunca por si las lágrimas te borraban la jodida capa de maquillaje que te tapa la cara, no podemos permitirnos que salga al descubierto, podrías dejar ciego a alguien.
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Yo Os Declaro Enemigos
Humor• Del odio al amor no hay un paso, sino muchas locuras • Si te despiertas una mañana con un dolor de cabeza espantoso, un pedrusco encajado en el dedo y tu peor enemigo durmiendo a tu lado, entonces preferirías volver a dormirte y, si hace fal...