Acompañante

95.9K 7K 526
                                    


        Todo mi cuerpo temblaba bajo aquella manta que me había tendido con dulzura Daisy. Estábamos en una mesa del comedor arropados y aún temblando de frío.

        —Aquí tenéis —nos tendió Oliver un plato de sopa a Logan y a mí.

Me fije en que llevaba puesto el mismo delantal que habíamos tenido que ponernos mi maridito y yo.

—Gracias —dije por lo bajo.

—¿Me vas a contar que hacéis aquí? —soltó Oliver como me temía.

—Podría hacerte la misma pregunta —conseguí contestar mientras sujetaba la cuchara como si tuviera párkinson.

—Oliver —le llamó Daisy—. Ven a ayudarme.

    Este me dedicó una mirada de: aún no he terminado contigo y después miró a Logan con odio y se marchó.
Durante los siguientes minutos me fije en que mi maridito y yo parecíamos un matrimonio desahuciado que vivía de bajo de un puente. Solo nos faltaba un cartel dónde estuviera escrito: Ayuden a este matrimonio en plena crisis económica con alguna limosna.

—¿Qué hace ese aquí? —me preguntó Logan al terminar la sopa.

—¡Y yo qué sé! Oliver no es de esos que ayudan al prójimo. De todas formas... Si no fuera por él estaríamos muertos.

  Hablando del rey de Roma, Oliver llegó a nuestro encuentro para recoger nuestros platos de sopa.

   —Estamos aquí para cumplir las horas en servicios comunitarios —contesté antes de que se marchará.

Oliver se detuvo para mirarme fijamente intimidándome.

  —En ese caso, moved el culo y trabajad —lo dijo de una forma autoritaria que no nos hizo ni pizca de gracia.

      Logan gruñó.

—¡Aún no me has dicho que haces aquí! —protesté.

—Lo mismo que tú, cumplir horas.

   ¿Cumplir horas? ¿Desde cuándo Oliver era un delincuente? Opté por no darle más vueltas al asunto y me quité la manta de encima. Me dediqué a servir la sopa a una cola que se extendía desde la puerta.

  —Gracias preciosa —me dijo un viejo sin dientes.

   Mis labios me obligaron a sonreír aunque no quisiera.

   —Que pase un buen día.

  Cogí otro plato hondo y lo llené de sopa.
No tardé en notar como un par de ojos se posaban en mí. Oliver estaba atento cualquiera de mis movimientos aunque seguía manteniendo su faceta fría. Después del incidente con las cartas no me había perdonado pero yo sabía de sobra que se moría por arreglar las cosas. No fueron los únicos ojos que  se cruzaron con los míos. Los de Logan se posaron un segundo en mí y luego volvieron a su oficio. Se notaba la tensión en el aire.

   —Aquí tienes.

—Que Dios te bendiga linda —dijo la  anciana a la que la servía.

   Sentí el aliento de alguien en mi oído. Me giré y algo decepcionada observé a Oliver bastante cerca de mí.

   —Aún no entiendo que haces aquí —declaró señalando una postura que me dejo algo desorientada.

¡Maldito bipolar!

—Oliver, ¿qué quieres? 

Seguí sirviendo platos como si me importará lo más mínimo su presencia.

—Quiero que te disculpes.

—¡Qué me disculpe! —exclamé.

    Pero que cara más dura tenía el desgraciado.

  —¿Es qué no quieres arreglarlo?

    Me percaté que se refería a lo "nuestro". ¿Volver a salir con Oliver? No lo tenía claro, no en ese momento.

      —Oliver yo...

     —¿Es por ese cretino que tienes por marido?

  Mis ojos se abrieron de par en par. 

—¡No! —me engañé a mí misma.

  ¿Qué me pasaba? Él y yo solo somos amienemigos, a veces amigos a veces...enemigos.

  —No me intentes mentir Gil, te conozco y sé que Logan tiene algo que ver.

  Mi orgullo se despertó en mi interior. Decidí convencer a Oliver de la única forma que se me ocurrió.

—Sé mi acompañante en la boda de Rachel, se casa este sábado —propuse.

   —No pienso hacerlo, aunque quiera no lo haré, paso de ser tu segundo plato.

  —Como quieras —me rendí.

   Se marchó y pude notar un cierto arrepentimiento por su parte. Continúe sirviendo platos hasta que oí como un plato chocaba contra el suelo. Mi mirada se dirigió a aquel alboroto que se había formado al otro lado de comedor.

    —¡Inútil! —dijo al voz de Logan.

    —¿A quién llamas inútil, capullo?

Oh mierda. Eran Logan y Oliver. Me apresure a su encuentro mientras me secaba las manos en el delantal.

    —¿Pero qué demonios ocurre?

    —Chicos calmaros —les dijo Daisy viendo el ambiente que se había creado entre ambos.

    —¡No pienso calmarme! —espetó mi marido—. Me ha lanzado el plato a propósito.

   Maldito Oliver, como siempre, provocando.

    —¿Por qué no vamos afuera y lo solucionamos, Weels?

   Una sonrisa maligna se extendió por el rostro de Logan.

  —¡Os habéis vuelto locos!

   Oliver salió a fuera dejando que algunos ancianos le observaran con atención. Logan fue a su encuentro cuando intercepte en su camino.

    —Quítate de en medio, Giselle.

    —¡No! —me crucé de brazos.

   No le costó mucho cogerme de los hombros y situarme lejos de la puerta.

    —¡Logan! Para, no hagas ninguna estupidez.

    Demasiado tarde, ya la había hecho. Solo fui capaz de distinguir a dos chicos darse de golpes y restregándose por el jardín delantero del comedor. ¡Bravo!

    —Chicos, avisaré al de los servicios comunitarios como no paréis —les amenazó Daisy llena de preocupación.

    Hombres, nunca cambiarán. Igual de bárbaros y bestias que en la prehistoria.

  —Aléjate de Giselle, maldito hijo de pe...

Pum, el puño de Logan se estrelló contra Oliver.

       —Ni se te ocurra insultar a mi madre. Y si tanto te importa Giselle ¿por qué no muestras más interés por ella? ¿Dónde estabas cuando la drogaron, imbécil?

  Oliver sacudió la cabeza notando como Logan había hincado el diente en la llaga.

    —¿Desde cuándo te importa Giselle, Weels? —Logan no respondió—. Si no recuerdo mal, no has hecho más que amargarla la vida.

   Se dieron una última sacudida y después vi como Logan iba derechito a su coche y se marchaba. Oliver se dirigió a mí con la cara manchada de sangre.

  —He cambiado de opinión, seré tu acompañante en la boda.

Yo Os Declaro EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora