Mujer, novia y niñera

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No solo era la mujercita de Logan Weels. Ahora también su novia definitiva y oficial. Vaya, ¿quién me lo iba a decir?

   —Pobrecito mi niño —dijo la señora Weels frotando la frente de su hijo.

    —Mamá, ya basta, me estas dejando en ridículo —se quejó como si tuviera seis años.

   —Gracias por cuidar de Logan, Giselle. Sino lo habría pasado muy mal momentos después del terrible accidente.

      Ay madre, Bridgett no tenía ni la más remota idea de que había atropellado a su único hijo.

   —En cuanto a eso... —comencé a decir pero me quede en blanco pues no quería fastidiar los lazos que se había creado con los padres de Logan. En especial con Bridgett porque el prade parecía tenerme una manía, ya ni te cuento si se entera de qué le he hecho a su hijo.

    —Ya he firmado el alta —dijo el señor Weels en el umbral de la puerta.

  —Tendremos que cancelar el viaje para cuidarte, Lon.

   —¿El viaje? —le pregunté a Bridgett.

Dirigió sus ojos hacia mí y respondió con dulzura:

   —Nos íbamos a visitar a mis padres de Darmouth, al otro lado del país.

  —¿Por qué no vais? —Logan me miró intentando descifrar mi creciente curiosidad por sus planes familiares— Quiero decir... —me expliqué— yo podría cuidar de Logan, no tengo problema, además no creó que le moleste mi compañía.

   —Giselle, tienes instituto —me dijo él.

   —No hasta dentro de dos días —inquirí.

   —Nosotros volveríamos en tres días y el tercero Logan podría quedarse solo por la mañana hasta que llegarás del instituto, Giselle —dijo el padre de Logan para mi sorpresa. Estaban encantados por qué les quitará al pesado de su hijo de encima.

    —Por mí no hay problema, ¿Logan?

Este resopló y después de poner los ojos en blanco cedió a regañadientes. Que se fuera acostumbrado, era su mujer aparte de también su novia y mi responsabilidad era arreglar mis errores cuidándole.

   Sacaron a Logan de la camilla y su madre se encargó de vestirlo y peinarlo como si fuera pequeño. Verle en una silla de ruedas con la línea del pelo hacia un lado fue la mar de adorable.

   —¿Qué? —me dijo borde al ver que me lo comía con los ojos.

   —Nada, que no sabía que fuéramos a misa —respondí yo sarcástica.

    —Anda calla, no sabes la vergüenza que tengo.

  Cogí el manillar de la silla de ruedas y comencé a tirar de él por los pasillos del hospital con sus padres detrás.

        —Giselle, no tienes por que hacer esto. Sé cuidarme solo y lo menos que quiero es verte como mi sirvienta día y noche. Eso nos convertiría en un matrimonio machista de los años cuarenta.

        —Cierra la boca Mr. Weels, ahora estas bajo mi responsabilidad y harás lo que yo te diga.

     Soltó una risa por lo bajo y cuando vio que su madre no miraba se despeinó el pelo para que le quedará como tanto me gustaba, revuelto.

       Nos montamos en la parte de atrás del cochazo de sus padres de tapicería de cuero blanca. Uno de esos coches que  tenían todo lo último en carrocería incorporado.

       Aunque nos separara el asiento central nuestras manos comenzaron a moverse hacia la otra y se entrelazaron. Mirábamos por la ventana siento el contacto del otro. Cuando por fin llegamos, Logan subió con muletas hasta su habitación donde su madre lo dejó arropado en la cama. Bridgett me explicó como utilizar la cocina, que había mil tapers en la nevera y me dio los números de contacto por si necesitaba ayuda o algo. Me parecía divertido, era como si ahora fuera la niñera de Logan.

        —Sé que cuidarás bien de Lon —me dijo su madre dándome un beso maternal en la frente.

      —Lo haré, disfruten del viaje.

       Sus padres se marcharon y nos quedamos solos. Si Logan no estuviera escayolado estaríamos ahora mismo montando una fiesta.

       Subí las escaleras y entré en su cuarto.

     —¿Ya se han ido? —me preguntó abriendo un ojo para confirmar que era yo.

      —Sí y estamos solos.

     Rodeé su cama hasta llegar al otro lado y me tumbé para quedarme a su lado. Logan hizo un esfuerzo por darse la vuelta de costado y quedando su cara enfrente de la mía.
    
         —¿Qué quieres hacer Mrs. Weels?
 
   Dudé durante una instantes hasta que dije:

—Umm, había pensando en que viéramos una película. Palomitas, pizza, tú y yo. ¿Qué me dices?

   —Esta bien, tú decides, ahora eres la ama de esta casa. Pero sólo con una condición.

   —Desembucha.

   —Antes de la pizza y las palomitas me apetece probarte a ti primero.

   —Buena condición.

Alargué mis brazos para pasarlos por su cuello y me llevé sus labios a los míos. Sus besos eran de escándalo cuando se lo proponía, me gustaba tanto besarlo que podría quedarme así toda la noche. Mientras nos pegábamos el lote vi por el rabillo del ojo como cogía el teléfono fijo y marcaba unos números. Me despegue de él y rápidamente me colocó el teléfono en la oreja. Tras varios pitidos una mujer contesto:

  —Pizzeria Fusini, ¿puedo ayudarle?

   Logan comenzó a besar mi cuello provocándome cosquillas. Yo me quedé tan embobada como si tuviera un kilo de coca e el cuerpo.

   —Eh... Sí, quería pedir.. Ah... una pizza familiar de...

  Los labios de Logan subieron mi clavícula hasta mi oreja donde susurró:

   —Barbacoa.

   —Una pizza barbacoa.

La mujer apuntó mi pedido y dirección y luego colgó.

   —¿Estás loco? —le dije riéndome.

   —Shh, calla, elfo del bosque —me volvió a besar ferozmente y con mayor intensidad.

   El sonido del timbre nos interrumpió.

   —¿Tan pronto a llegado el repartidor?

    —Ahora vengo —dije cogiendo la cartera de Logan.

Bajé las escaleras corriendo y abrí la puerta. No, no era el repartidor.

Yo Os Declaro EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora