Para lo bueno y lo malo

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    —Logan, despierta, vamos —gritaba desesperada en el interior de la ambulancia.

   —No puede oírte, esta inconsciente —me alertó el enfermero mientras le inyectaba algo a Logan.

     ¿Qué clase de mujer soy? La clase de mujer gafe que atropella a su marido. Debería estar entre rejas, joder. Me arrepentiría de por vida por lo que había causado. Minutos antes del accidente le había gritado cosas horribles y ahora me sentía como el puto culo.

   Llegamos al hospital enseguida y colocaron a Logan en una camilla para llevárselo. Tras media hora esperando en la salita de espera un doctor se acerco a mí y antes de que dijera nada solté:

   —¿Cómo esta?

    —Solo puedo hablar con la familia del paciente.

   Por un momento me maldije pero luego recordé.

   —Soy su mujer, estamos casados.

     El doctor no sabía si creérselo.

  —En ese caso, Logan tiene rota la pierna, también una costilla y un hematoma en la mandíbula.

   Mierda, no solo le había atropellado sino que también le había pegado.

  —Es un chico fuerte, en dos días le daremos el alta.

  —¿Puedo verle? —supliqué.

    El doctor torció el gesto y dijo:

   —Esta dormido, despertará mañana por la mañana debido a los calmantes.

   —Me da igual, quiero pasar la noche con él.

El doctor cedió a mi petición y me condujo hasta la habitación donde Logan residía en una camilla de hospital. Cuando el doctor se fue y nos dejó solos se me encogió el corazón. Logan tenía una pinta horrible, la pierna escayolada y la barbilla magullada. Me acerqué a su lado y me senté al pie de la cama con cuidado de no molestarle.

  —Lo siento —deslicé mi mano por su frente y le acaricié el pelo dorado revuelto. Hasta herido era guapo—. Cuando esto haya acabado te dejaré que me atropelles o que me tires de nuevo una bandeja de comida.

     Me sentí realmente bien cuando le hablé y sabía que no podía oírme. Me aportaba seguridad sacar todo lo que pensaba.

   —Eres... Muy especial para mí, Logan. Sé que hemos tenido nuestro altibajos pero he aprendido a aguantarte y digamos que me encanta estar contigo. Me gusta que me hagas rabiar, que me saques de casa en pijama para trabajar, que me emborraches, que me...beses y que te hayas casado conmigo. Nadie habría soportado ser mi marido como lo has hecho tú. —Me reí por lo bajo aún manteniendo los ojos llorosos de emoción.

  —Te quiero.

Me quedé en blanco al escuchar su voz. Esas dos palabras procedentes de sus labios que me paralizaron el corazón.

  —Oh, mierda, estas despierto.

  Se me cayó la cara de vergüenza. Vi como lentamente abría los ojos y los clavaba en mí. Esbozó una mera sonrisa al reconocerme.

  —¿Lo has oído todo?

  —Lo suficiente... para saber que te importo. La he cagado Giselle, soy yo el que debería disculparse.

   —No seas idiota, me he portado tan mal contigo como tu conmigo. Estamos en paz, aunque sigue en pie la idea de que me atropelles.

   Se rió quejosamente, aún estaba débil.

      —Deberías descansar Logan, te han fundido a calmantes y te recuerdo que la loca de tu mujer te ha atropellado.

    —Me lo merecía —agachó la mirada —. Si me duermo corro en riesgo de que cuando me despierte mañana ya no estarás.

   —Qué poca  confianza tienes en mí. No me voy a despegar de ti ni para ir al baño, ¿satisfecho?

Asintió y volvió a cerrar los ojos. Vi como se desplazaba hacia la izquierda de la camilla para ofrecerme sitio. Me tumbé a su lado y lo abracé para que se durmiera. Se estaba tan bien que no quería que se terminará nunca. Me di cuenta de que me estaba enamorando de quien jamás creí que me enamoraría.

       

Yo Os Declaro EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora