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—De vuelta a casa...

El viaje de vuelta a nuestro país fue menos dramático, y con decir menos, me refiero a que mi madre estaba feliz porque Kara pudo venir, haciendo trampa, pero ciertamente fue lo mejor. Ahora ella está dormida, agotada he de suponer, y yo, aunque me siento cansada también, prefiero mantenerme despierta observando el paisaje nocturno que lentamente se va tiñendo de naranja. Han sido unos días perfectos para descansar, a pesar de las constantes quejas de mi madre por no vernos juntas como ella lo desea, me pregunto...

Sí alguna vez se rendirá.

Y la respuesta llega inmediatamente a mi cabeza, en un rotundo NO.

Escucho los quejidos de Kara que usualmente hace al dormir incómoda, y considerando su posición en la silla, sí, está muy incómoda. Suspiro sonriendo, levantándome para acomodar su cabeza en el cojín, logrando enderezarla lo humanamente posible, ya que a veces parece un ser de otro planeta, tal vez, si existen otros universos, ella sería uno.

Vuelvo a mi lugar observando la hora en mi reloj, en media hora llegaremos a National City, así que prefiero que siga durmiendo al verla como un zombie, no me serviría de nada, y lo he comprobado por años, cuando no duerme bien, es totalmente inútil, incluso ella lo acepta mientras golpea su frente en la pared, a veces es tan dramática como mi madre.

Cierro los ojos, pero no para dormir, sólo descansar mis parpados. Recordando lo poco que he descubierto de mi memoria perdida, pero la visión más vívida en mi mente, es la que experimenté en el orfanato, esa mancha de sangre en el muro...

¿Por qué sigue ahí después tantos años?

¿Acaso el personal de limpieza nunca se detuvo a inspeccionar esa parte del muro?

¿Cómo pueden dejar algo así con el riesgo de que un niño lo vea?

Muchas preguntas de las cuales no tengo respuesta, y eso me pone de mal humor. Exhalo y abro mis ojos, encontrándome con los azules de Kara, quien está observándome atentamente, frunzo el ceño tratando de averiguar si está teniendo un momento de sonambulismo, o sólo está aturdida por la alerta del avión ya que pronto vamos a aterrizar.

- ¿Por qué me miras como una psicópata? — Cuestiono con burla.

-Ya te has respondido con esa pregunta — Muestra una sonrisa torcida y yo resoplo, riendo.

-Claro, ahora dime la verdad — Cruzo los brazos, y la veo mover el cuello hasta oír el crujido — Auch, te lastimarás si sigues haciendo eso-

-Lo necesito — Estira los brazos — Y sólo estaba mirando como fruncía el ceño, ¿En qué piensa? –

-En lo único que he pensado durante estos días-

-Oh... — Bosteza — ¿Algún avance? –

-No realmente, ya que mi madre nos mantuvo ocupadas, a penas y tuve tiempo de recordar mi nombre-

-Sí, esta vez la señora Lillian nos utilizó demasiado — Ríe — A veces pienso que es capaz de embriagarnos y llevarnos a Las Vegas para casarnos con un juez imitador de Elvis-

-La creo capaz — Secundo, riendo también — Y ahora abrocha tu cinturón, vamos a aterrizar-

-Yay...-

Finge emoción levantando el puño, sé bien cuánto odias los aterrizajes, supongo que la sacudida no le agrada, aunque ella dice que es porque siente un hormigueo en su espalda que le provoca nauseas, a veces me desconcierta cuán ridículo es su cuerpo. El capitán anuncia minutos después que hemos llegado, así que tomamos nuestras pertenencias y vemos a Alan recibir nuestro equipaje. Lo saludos y caminamos rumbo a la salida, y él sólo puede reír al ver los movimientos ridículos de Kara, ¿Por qué tiene que seguir con este ritual? Ya la gente nos considera a los blancos ridículos por aplaudir al aterrizar un avión, y ahora ella hace esos malabares imaginarios, quiero golpearla.

¿Quién soy...? Sin TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora