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Momentos después, Luciana se retiró del puesto de Mateo con una olla de café que él le obsequió (insistiendo mucho) a su amiga y nueva futura empleada.

La olla vino adentro de una bolsa, además de que no había estado sobre el fuego por lo que Luciana pudo cargarla sin miedo a quemarse.

Estaba tan feliz.

Al principio de aquella terrible noche, las cosas presagiaron en convertirse en un verdadero desastre para Luciana y Colette, pero por obra de los generosos dioses, ellas dos estaban acomodándose otra vez, y mejor que nunca.

Luciana todavía no podía creer que la mayor parte de su buena suerte haya sido gracias a Gateguard de Aries.

»¿Renegociar? —le había preguntado ella de forma cuidadosa.

En su momento, Luciana temió mucho de lo que él pudiese querer gracias a su postura ventajosa, sobre ella y su (aún desconocido, pero ya adivinado) estado de desempleo.

»Aunque no lo creas, yo también tengo palabra... y he accedido a tus condiciones. A todas ellas —achicó su mirada sobre ella—. Sin embargo, voy a advertirte una cosa.

Volviendo a su presente de golpe, Luciana caminaba tranquila hacia la casa donde Colette la esperaba, cuando de pronto, en medio de su camino y casi llegando a su morada, hablando entre ellas, estaban Margot y Nausica. Como otros días, Luciana pensó que hoy habían venido más temprano que en las últimas ocasiones, así que no consideró rara su visita.

—¡Hola niñas, buenos días! —las saludó con su mejor actitud.

Sin embargo, las miradas que la recibieron, fueron de preocupación.

—Ojalá fuesen así —contestó Nausica.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó Luciana borrando su sonrisa—, ¿quieren acompañarme a la casa? ¿Hay café? —les ofreció alzando la olla.

—¿Está Colette adentro? —inquirió Margot.

—Sí.

—Entonces hablemos aquí —dijo Nausica en esa ocasión, ella, estaba el doblemente preocupada por lo sucedido.

Si tan solo se dejasen de misterios y se lo dijesen a Luciana de una buena vez.

—Pues díganme ya, ¿qué pasa? —les murmuró un poco hastiada del misterio.

—¿Recuerdas al hermano de Colette? —Nausica le habló en el mismo tono de voz.

—Ajá —Luciana frunció el ceño—, ¿acaso el cretino se atrevió a volver? —preguntó enojada.

—No —espetó Margot, tan pálida como Nausica—, escuché ayer, por medio de unos santos de bronce que hablaban entre ellos en la taberna que...

—¿Qué? —insistió Luciana en saber. Se sentía ansiosa y preocupada.

—Antier se hizo el descubrimiento de una fosa con cadáveres —le susurró Nausica asqueada—, dijeron que ahí encontraron a un pequeño grupo de cuerpos de gente que se habían dado como desaparecida. Esa fosa pertenecía a un asesino que no podían encontrar... entre ellos estaba el hermano de Colette.

Soltando un respingo, casi soltando la olla del café, Luciana negó con la cabeza.

—A ver, a ver —volvió poco a poco en sí, Luciana las detuvo, con el fin de pensar.

Esa noticia no fue nada fácil de digerir. Es decir, era común que crímenes (asesinatos y robos) se cometiesen por los pueblos cercanos, y que el Santuario mantuviese ignorantes a sus pobladores a menos que tuviesen características físicas detalladas del sospechoso que buscaban; todo con la finalidad de no propagar el pánico, sin embargo... el hermano de Colette, ¿realmente había sido...?

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