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Gran duda. Gran riesgo, también.

—¿Tú crees? —preguntó Gateguard con cierta inocencia.

Un momento. ¿De verdad estaba considerándolo?

—¿Con cuántas has salido hasta ahora? —se tragó ese fastidiado: "no".

—Yo... jamás... he salido con ninguna mujer —reconoció caminando atrás de ella, con cierta pena.

Otra vez, Luciana en serio se sintió mal por haberle dicho con tanta burla: "virgen inseguro", cuando evidentemente lo era.

No era que se sintiese halagada, o aprobase el uso del asesinato como el primer recurso para resolver un problema, sin embargo... por lo que él mismo le acaba de explicar, Gateguard había matado una parte de su alma para que ella y Colette no tuviesen que vérselas con aquel gordo pervertido y el hermano borracho.

Eso había sido lo más... noble que alguien hubiese hecho alguna vez por su insignificante y viejo trasero.

No podía sencillamente dejarlo ahí en el fango, y si ella también tenía que mancharse con esa sangre también, entonces lo aceptaría.

Sólo esperaba que Gateguard de Aries no llegase otra vez a esos extremos por ella, ni por nadie, en realidad.

Luciana sonrió un poco, reconociendo que ella también podía llegar a ser bastante ingenua.

Él era un santo dorado. Era más que obvio que en una guerra él iba a ser el primero en luchar.

Matar o morir.

Cielos... en serio no quería pensar en eso ahora.

—¿Y yo qué soy? ¿Una cabra? —expresó Luciana fingidamente ofendida, tratando de subirle el ánimo y sacarse a sí misma de sus propios pensamientos oscuros.

—¿Estamos saliendo? —preguntó él confuso, dando pasos más largos hasta posicionarse a un lado de ella.

—Bu-bueno... —expresó un poco nerviosa—, yo al ser la primera mujer que invitas a tu cama... creo que es más o menos así.

Gateguard de Aries pareció meditarlo.

—¿Y eso qué quiere decir? —preguntó como si de pronto el tema le causase intriga.

—¿Qué más? —le dijo ella entre risas—, que ya no eres tan virginal. Felicidades.

Cuando Gateguard se rio con ella, Luciana paró en seco sus risas y lo miró desconcertada.

—¿Qué? —preguntó él.

—Nada —masculló, no queriendo decirle lo encantador que se había visto sonriendo, y que debería hacerlo más a menudo.

Tal vez este no era el momento para hacérselo notar.

—Yo... yo no me burlé de ti —dijo Gateguard de pronto.

No entró en detalles, pero Luciana supo a qué se refería.

¿Había escuchado bien?

—¿Entonces... a qué se debió ese recorrido visual sobre mi persona? ¿Y a qué vino esa mueca del final? —esa que ella no quería llamar "sonrisa".

—Pensé... en que ya no sabía qué más hacer —soltó una risa, trasparentemente apenada.

—No entiendo —Luciana no lo captó al momento, pero luego de decir eso, cayó en cuenta de lo que él quería decir.

—Qué no creí que llegaría tan lejos, por eso también pensaba que soñaba, es decir... parecías odiarme esa noche. Para empezar, no sé por qué accediste a quitarte la ropa —masculló confundido—. ¿Por qué no te negaste?

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