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Con lentitud, Luciana despertó una cuarta, quinta, sexta o séptima vez consecutiva (a decir verdad...eso ya daba igual) sintiendo mucho dolor en su cuerpo.

Jamás, la frase: "Estoy muerta", le pareció tan adecuada para describir su estado físico y mental al unísono.

Además, su cabeza, tanto afuera como... adentro de ella; estaban demasiado mal.

Lo peor es que no sabía exactamente por qué se sentía tan... mal. Se encontraba tan decaída. Tan poco deseosa de seguir existiendo. Estaba demasiado agotada... y tenía un frío sentimiento de vacío por dentro que le imposibilitaba siquiera separar un solo dedo de la cama como haría en cualquier otra mañana...

No recordaba qué había pasado con exactitud... todo era bastante confuso; sólo sabía que había estado a punto de morir. Lo sabía, lo presentía. Y... en parte, le hubiese gustado quedarse así.

¿De qué servía vivir?

¿Por qué no había muerto?

Al cabo de un rato, mirando sin expresión alguna, el techo de la alcoba, Luciana alzó su tembloroso brazo izquierdo. Frunció el ceño, había varios moretones, pero la mayoría ya casi desaparecían. Sus huesos apenas podían moverse lo suficiente para estirar sus dedos.

Pronto, también reconoció que la sangre había dejado de salir de su vientre y, por lo que apenas lograba adivinar, el nombre de Gateguard le vino a la cabeza, presintiendo que él tuvo mucho que ver con que estuviese aún con vida.

Él...

Ella no supo qué había ocurrido, tampoco, por qué se sentía tan mal.

Lo único que lograba atraer a su memoria, era que había hablado con el oneiroi; éste le había dado una bebida mágica, pero ya no lograba reconocer nada más.

La conversación con... ese tipo fue larga, Luciana incluso se preocupó por ya no saber qué le había dicho el dios. Pero, sus pensamientos perezosos fueron interrumpidos cuando la puerta de la alcoba fue abierta por Sage de Cáncer, quien llevaba en una de sus manos, una bandeja larga de metal con una jícara con agua y algunos trapos blancos bien doblados.

—Has despertado —se vio sorprendido, pero ella no lo vio dado a que estaba acostada bocarriba y no podía moverse, así que sólo logró reconocerlo por su voz.

—¿Qué pasó? —masculló bastante lento, no encontrado otro modo de querer saber lo que no podía recordar. Pero, estaba tan débil que ni incorporarse podía; apenas encontraba la energía suficiente para abrir la boca.

—Bueno... —él se acercó, dejando la bandeja en un mueble a un lado de Luciana, el cual, ella no pudo mirar porque su cuerpo no respondía a las órdenes de girar el cuello—, bastantes cosas.

—¿Mmm?

—Escucha, te pondré al tanto de todo, pero necesito que me digas lo que recuerdas; lo último.

No encontrando nada de extraño en su petición, ella decidió ser sincera.

—Recuerdo al oneiroi. Me dijo algo... me dio algo... pero ya no recuerdo muy bien qué pasó en esos momentos, o después —susurró tomándose su tiempo, incluso parpadear era cansado—; me duele todo el cuerpo, y tengo moretones... ¿qué me pasó?

Yendo al ritmo de sus palabras, Luciana por un segundo creyó que el oneiroi le había golpeado o algo, sin embargo, una parte suya le dijo que eso no había ocurrido. No lo aseguraba, pero tampoco tenía fundamentos para sostener dicha acusación.

Sage de Cáncer mojó uno de los trapos en el agua de la jícara, luego de exprimirlo bien, se puso en el área de visualización de Luciana, para limpiarle el rostro.

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