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Palacio de Topkapi.




Luego de la no tan agradable plática entre las Bolena y las Aragón, las cosas siguieron normal, Ana asegurándose que Isabel no viera a Philipha, Philipha por otro lado se concentraba en tomarse las yerbas para la fertilidad por otro lado, Catalina se encontraba debatiendo en si enviarle o no una carta a su primogénito informándole las nuevas noticias, y la sultana trataba de ocupar su mente en sus hijos y en educar a Anastasia, aunque la espina en su interior no la dejaba en paz.

Al paso de algunas semanas, la paciencia de la sultana Melek había desaparecido, pues las constantes disputas con Philipha y Ana la había llevado a pagar sus disgustos con cierta rusa que se encontraba en las mazmorras, por otro lado la madre sultana estaba ajena a lo que pasaba en el harem. Isabel varios días atrás había visto a Philipha en los jardines, sin embargo no tuvo el valor de enfrentar a su hermana mayor, así que hizo lo primero que se le vino a la mente y eso fue su hermano mayor, por lo cual no tardó en tomar papel y pluma y escribirle a su hermano, eso si, con un recordatorio de no decírselo a su padre, pues el rey era capaz de dejar atrás la campaña e ir a decapitar a ambas mujeres.

A ya casi 3 meses del inicio de la campaña, llegó una carta al palacio anunciado el regreso de los hombres victoriosos, por lo cual la madre sultana no escatimó en gastos para hacer una fiesta por el regreso del sultán y los hombres de la familia real inglesa.

Al llegar el día del regreso del sultán de la campaña, todos se levantaron entusiasmados, las concubinas porque esa noche tendrían la oportunidad, al menos una, de ir con el sultán, Philipha y Ana porque pondrían su plan en marcha, aunque estaban con los nervios de punta, pues tendrían que esconder a Pilipha de los ojos del Rey y el príncipe, la sultana Melek estaba contenta por el regreso de su padre y hermano, no podía decir lo mismo de que quería volver a ver la cara a su esposo.

En estos últimos días la sultana Melek había tomado cierra distancia de la familia otomana, eso incluyendo su esposo, pues solo le enviaba cartas a su padre y hermano. ¿Se sentía celosa? Si, ¿Sentía rabia porque su marido siguiera acostándose con otras? Si, aunque es algo que ella sabía que pasaría. Su madre le recordaba constantemente que podía divorciarse cuando quisiera, y conseguir un mejor esposo, y era cierto, la sultana podía haberse casado con cualquier hombre que quisiese, sin tener que soportar las reglas otomanas.

A las afueras del castillo de Topkapi, se escuchaba el galope de los caballos, anunciado la llegada del sultán.

Dentro todo era un caos, Ana escondiendo a su hija para evitar que su identidad sea conocida. Por otro lado la sultana Melek se encontraba con su madre dudando si lo que estaba por hacer era lo correcto, pues al momento de casarse no solo adoptó el título de esposa, si no también las costumbres y estilo de vida de su esposo, y lo que estaba haciendo podría considerarse una falta de respeto hacia la Dinastía Osmanlí.

-¿Crees que debería de hacerlo?.- preguntó la sultana a su madre.

-No lo creo, debes de hacerlo.- soltó un suspiro.- Cariño, debes de demostrarle quien eres, debes de demostrarle esa vena atrevida que siempre haz tenido, debes de demostrar que contigo el no jugará, eres una mujer fuerte con o sin el, demuéstrale a todo el harem tu verdadero yo Elizabeth.

Soltando un sonoro suspiro se dedicó a arreglar su tiara, y caminar hacia el harem con su madre detrás.

En el harem estaba la familia otomana, y Ana, a la espera de los hombres que regresaron victoriosos de la campaña.

-¡Atención El Sultán Suleiman!.- gritó fuerte el agha de la puerta dando paso a el hombre de casi treinta años con una enorme sonrisa en su rostro.

-Madre.- dice saludando debidamente a su madre.

-Mi león, gracias a Allah estás bien hijo mío.- responde esta.

-¡Atención el Rey Erinque de Inglaterra y el Príncipe Eduardo de Inglaterra.- pronunció el agha tensando automáticamente a cierta mujer inglesa. Luego de algunos saludos se dieron cuenta de la presencia faltante.

-¿Donde está Melek?.- preguntó el sultán a su madre.

-Seguro en sus aposentos con su madre hijo mío, mandaré a buscarla enseguida.

-Esto es una total falta de respeto.- dice Anas su criada en voz baja.- No esperaba menos teniendo en cuenta la madre.

-Mucho cuidado en cómo se dirige a mi madre y mi hermana.- dice el príncipe Eduardo en voz baja.- No vaya a ser que mi padre se entere antes de tiempo que tienes a tu bastarda aquí en el palacio y metiéndose en la cama de mi cuñado, A propósito ¿Donde está?.- preguntó con un toque de sarcasmo.- Ni se moleste en responder, claro que la tiene escondida en alguna habitación, como si eso la salvara de su muerte inminente.

-¡Atención... Haseki Melek Sultán!.- anuncia el agha.

Por las puertas del harem, con la cabeza en alto y su madre respaldándola, entra Melek. No, no Melek la buena esposa y madre o la mujer ejemplar de Turquía, por las puertas del harem entra la Princesa Elizabeth de Inglaterra, luciendo un clásico vestido de la realeza inglesa, cortesía de su madre, su largo cabello está suelto con ligeros rizos en las puntas, para completar porta en su cabeza la corona que solía usar en eventos importantes cuando aún no se había convertido al islam. Dando una clara señal de que Elizabeth de Tudor esta enterrando poco a poco a la siempre buena Sultana Melek.


























Disculpen la demora pero e aquí el capítulo:) , espero que les haya gustado.




















Créditos: Lissette411 gracias por tus hermosos capítulos:3

La Sultana MelekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora