El día era frío y despejado, como suelen serlo los días de enero. No hubo fanfarria ni trompetas para recibirlos, pero fue lo único que faltó cuando la alegre procesión entró en el patio de Darkenwald, porque pareció como si todas las personas de millas a la redonda se hubiesen congregado para dar la bienvenida al lord que regresaba a su mansión. Katniss estaba cálidamente envuelta en los pliegues voluminosos de su capa forrada de pieles de zorro y venía montada con elegancia en su yegua. El animal era de patas largas y brioso, y relinchaba de excitación, pero ella la contuvo para mantenerse cuidadosamente detrás de Peeta.
Él guió a su gran caballo entre la muchedumbre y se apeó frente a la casa. Cuando un lacayo tomó la brida de la montura de Katniss, Peeta la bajó de la silla y la depositó junto a él. Se inclinó cuando Katniss levantó la cabeza para hacerle una pregunta y Glimmer arrugó la frente cuando vio a la pareja desde la puerta de la casa y notó que cuando se tocaban era casi como si se acariciasen.
Cuando fueron hacia la casa, una multitud se reunió a su alrededor: los caballeros que habían acompañado a Peeta y los normandos que se habían quedado; un ruidoso grupo de niños que se atropellaban para tocar a los caballeros, especialmente a Peeta, y una cantidad de aldeanos deseosos de tener noticias del mundo exterior.
Glimmer entró nuevamente en la casa, y cuando se abrió la puerta, los sonidos del interior se mezclaron con los del exterior. Los perros ladraron a los desconocidos y se oyeron gritos de saludo. El apetitoso aroma a cerdo asado llegó desde el hogar, donde dos muchachos jóvenes daban vueltas al asador. El olor se mezcló con el olor a sudor y a cuerno y el aroma picante del ale recién servido. Aquí, Katniss conocía cada voz y cada aroma. Los ruidos parecían atacar a los sentidos pero ella se sintió más vivaz y alerta en esta cacofonía de sonidos, espectáculos y olores. Su corazón latió con fuerza cuando fue recibida por rostros familiares. Estaba en su casa, lejos de las posturas afectadas de la corte. Las mujeres gritaban para acelerara el festín y los caballeros y guerreros encontraron cuernos de ale para calmar su sed. Muchos fueron levantados y se hicieron brindis de un extremo al otro del salón. El ruido fue apagándose hasta convertirse en un grave zumbido y Katniss se encontró en el centro del círculo de hombres que conversaban animadamente con Peeta. Sintiéndose fuera de lugar, trató de apartarse de él para reunirse con las mujeres, pero aunque él no interrumpió su conversación, le puso una mano en un hombro para detenerla y la atrajo nuevamente a su lado. Contenta de quedarse, Katniss se aflojó y siguió cerca de él, disfrutando del sonido profundo de su voz y de su risa siempre pronta.
El salón quedó en silencio cuando la estridente voz de Glimmer se impuso a las expresiones de alegría.
—Bien, Peeta, ¿has matado tu cuota de sajones?
Se le acercó con pasos lentos mientras los demás le abrían camino.
—¿Has ganado este bello lugar y todo lo que contiene, o pronto tendremos que empacar nuestras pertenencias y trasladarnos a otra parte?
Peeta sonrió, tolerante.
—Esto es mío, Glimmer. Hasta a Gale le fue imposible quitármelo.
Ella levantó las cejas inquisitivamente.
—¿Qué quieres decir?
Él la miró con expresión de burla.
—Vaya, Glimmer, que nos hemos batido a duelo por esta hermosa tierra y por lady Katniss.
La mujer entrecerró los ojos y miró a Katniss con expresión acusadora.
—¿Qué se ha propuesto ahora la prostituta? ¿Cómo ha logrado engañaros a ti y a ese digno caballero de armas? Probablemente os ha llenado la cabeza hablándoos mal de mí. Puedo imaginármela muy bien diciendo mentiras y levantando los ojos al cielo con aire inocente.
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El Lobo y La Paloma
RomanceKatniss, hija de un señor feudal de la Inglaterra del siglo XI, ve cómo los invasores normandos matan a su padre y se apoderan de sus tierras. Su belleza sensual la convierte en el tesoro más codiciado del botín de los vencedores y dos caballeros, u...