14

212 15 0
                                    

El pequeño grupo se formó temprano y partió de Darkenwald con las primeras luces del día. Irían primero hacia el oeste y después hacia el norte, a Londres, pasando por el lugar donde el príncipe Edgar había lanzado su ataque frustrado contra Guillermo.

Reinó el silencio cuando fue atravesada la población en ruinas de Southwark, donde las casas derruidas todavía humeaban y los sajones que habían quedado sin hogar removían y escarbaban entre los escombros en busca de los tesoros que pudieran recuperar. Los desamparados pobladores miraron a los viajeros con expresión de muda desesperación, pero cuando sus ojos cayeron sobre el caballero normando, el fulgor del odio brilló en toda su intensidad. Conocían, sin embargo, el peso de la ira de Guillermo y se tragaron su rabia hasta que el grupo se perdió de vista.

Gowain condujo a su reducida comitiva por el puente de Southwark a Londres, el día de Navidad, temprano, y durante horas tuvieron que abrirse camino entre la enorme multitud. Parecía flotar en el aire una locura general; hombres ingleses levantaban bien alto sus copas para brindar despreciativamente por Guillermo el bastardo, y vagaban de un lado a otro en frustrada confusión. El grupo se acercó a Westminster y la multitud se hizo todavía más densa. Gowain y sus hombres se vieron obligados a usar sus lanzas para despejar el camino. Entraron en la plaza y hasta los enormes caballos fueron llevados de un lado a otro por la presión de las masas. Maldiciones y amenazas poco hacían para abrirles paso y avanzaban centímetro a centímetro. Gowain miró por encima del hombro a Katniss, quien cabalgaba en una yegua más pequeña. La cabellera de la joven estaba cubierta por el capuchón de su manto, pero en su rostro no había señales de pánico. Ella aferraba las riendas con mano firme y segura.

Entonces, adelante, se elevó una explosión de llamas, y cuando la gente retrocedió asustada, un grupo de caballeros normandos fue empujado hacia ellos. Katniss luchó para mantenerse en su silla cuando su montura tropezó y trató de no caer debajo de un caballo enorme que los empujaba y aplastaba contra la pared. Katniss sintió que su caballo cedía bajo el peso del animal más grande y vio la amenaza que corrían ambos de ser pisoteados por los cascos.

***

Peeta se había levantado temprano y se había vestido con sus mejores galas para la coronación de Guillermo. Con cierta renuencia, dejó a un lado su gran espada y se ciñó a su costado una hoja más corta y liviana. Iba vestido de negro y rojo con adornos de oro y su alto cuerpo, de anchos hombros, y sus facciones bronceadas, resultaban ciertamente impresionantes. Sus ojos azules y su pelo descolorido por el sol se veían más claros contra su piel atezada.

Cuando se marchó de la casa, dejó a Milbourne y Beaufonte órdenes de que tuvieran a los hombres preparados y a su caballo ensillado, con su yelmo y su larga espada colgados del arzón. Si se presentaban problemas, ellos lo buscarían cerca de la escalinata de Westminster, porque a medida que se acercaba el momento, Guillermo temía que hubiese un conato de revuelta y quería que parte de sus fuerzas se mantuviesen alertas.

Peeta se puso a pocos metros más adentro del amplio portal de la catedral y presenció cómo el cuerpo alto y poderoso de Guillermo se inclinaba ante el obispo normando. Con lenta y solemne pompa, la ceremonia inglesa continuó. La corona descendió sobre la frente del duque normando y gritos de "Viva Guillermo" proferidos por los ingleses resonaron en la abadía. Peeta contempló todo con una sensación de alivio en el pecho. Esto era lo que habían luchado por conseguir. Guillermo, duque de Normandía, era proclamado rey de Inglaterra.

Súbitamente, desde el exterior llegaron gritos airados y Peeta salió a la puerta para investigar esta perturbación. De un tejado se elevaba una columna de humo y las multitudes de sajones luchaban con normandos armados, mientras estos últimos aplicaban teas encendidas a otros edificios. Peeta corrió desde la iglesia y se abrió camino hasta el caballero más cercano, quien luchaba contra la confusión.

El Lobo y La PalomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora