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Era pleno verano y el niño en el vientre de Katniss crecía juntamente con el castillo. La gente observaba las dos cosas, el aspecto radiante de ella, que parecía vivificar con energía el aire a su alrededor, y el castillo, con la sensación de seguridad que contenía la promesa de Peeta de protegerlos.

Sin embargo, apareció una nueva amenaza. Hasta los siervos y los campesinos encontraron bajo la guía de Peeta una riqueza que nunca habían conocido y poco después una banda asesina de malandrines y ladrones descubrió las riquezas de estas tierras florecientes.

Peeta puso patrullas para que recorriesen los caminos y advirtiesen a los extraños, pero hasta esto resultó inútil y varias veces las familias se vieron obligadas a huir hacia la casa mientras sus hogares eran saqueados y destruidos.

Fue por casualidad que Peeta encontró un método más rápido de dar la alarma.

Katniss se había retirado al fresco refugio de sus habitaciones después de la comida del mediodía, para descansar un poco del bochornoso calor del día de finales de junio. Se quitó su vestido y quedó solamente con la liviana camisa de lino. Sintiéndose un poco desaliñada por el intenso calor, empezó a mejorar su apariencia. Se salpicó agua sobre la cara y la frescura del líquido la reconfortó. Tomó el espejo de plata que Beaufonte había comprado para ella en la feria de Londres y empezó a peinar sus cabellos, pero al oír la voz de Peeta abajo en el patio, fue hasta la ventana y se asomó.

Los tres caballeros y Haymitch estaban con él y los cinco vestían su equipo de batalla, pues no querían ser tomados por sorpresa si llegaba otra alarma. Habían regresado de Cregan poco antes de mediodía y ahora descansaban a la sombra de un árbol, antes de partir otra vez para hacer una amplia recorrida por la campiña.

Katniss llamó varias veces a su marido pero las voces de los otros se imponían a la de ella y él no la oyó. Por fin, frustrada, dio un paso atrás, pero los rayos del sol dieron en la superficie pulida del espejo que ella tenía en la mano y el haz de luz se reflejó y llegó hasta los hombres que estaban abajo. Peeta se puso inmediatamente de pie, miró hacia la fuente del resplandor protegiéndose los ojos con la mano y vio a su esposa en la ventana. Katniss bajó el espejo y rió, contenta de haber llamado por fin su atención, y lo saludó con la mano pues no tenía nada importante que decirle. Con una sonrisa, él respondió el saludo y estaba sentándose una vez más contra el árbol cuando se irguió otra vez y se puso de pie de un salto. Katniss lo miró intrigada. Él corrió hacia la casa y pronto ella oyó sus pisadas en la escalera. Instantes después, él estuvo a su lado y le arrebató el espejo de la mano.

Peeta fue hasta la misma ventana donde había estado ella, experimentó con el espejo y pronto atrajo la atención del grupo de abajo. Rió satisfecho, hizo girar el objeto en sus manos y fue hasta su esposa para besarla en la boca. Como ella pareció sorprendida, él rió por lo bajo y explicó.

—Señora, creo que te has ganado el día. No más patrullas que cansan a los hombres y los caballos por igual. —Levantó el espejo como si fuera un tesoro.— Sólo unos pocos muchachos en las cimas de las colinas con objetos como éste, y tendremos a los ladrones.

Rió y otra vez la besó con ardor antes de salir apresuradamente por la puerta, dejándola desconcertada pero feliz.

***

Casi una semana después, un grito desde la cima de la torre del castillo hizo que los caballeros se equiparan completamente para la batalla y la aldea quedó casi vacía, mientras los hombres corrían a tomar sus armas. Una señal con un espejo de uno de los vigías había advertido de la proximidad de un grupo de incursores.

Peeta salió con su pequeño ejército, muchos de a dos y hasta de a tres en cualquier cabalgadura que pudieron encontrar. Tomaron el sendero que iba hacia el sur, hacia Cregan, que estaba a una hora de marcha al paso y a media hora de galope desde Darkenwald.

El Lobo y La PalomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora