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Las últimas cosechas estaban siendo recogidas y las frías noches de octubre se habían llevado los brillantes colores del otoño y tendido un manto más oscuro de tonos castaños sobre la foresta. Desde la caza de jabalís, Glimmer había cesado de lanzar sus constantes dardos contra Katniss y para sorpresa de todos, contenía cuidadosamente su lengua y a veces casi se mostraba amable. Tomó la costumbre de bajar al salón para las comidas y después se sentaba a coser o hacer tapicería, mientras escuchaba el ligero flujo de conversación a su alrededor.

Finnick y Haylan eran figuras familiares en la aldea, pero cada vez que se encontraban intercambiaban duras palabras. Parecía como si ninguno de los dos pudiera cruzarse con el otro sin hacer un comentario mordaz. Peleaban constantemente por pequeñeces y su enemistad se hizo tan conocida que los niños venían corriendo cuando oían sus voces airadas para bailar alrededor de los dos e imitar sus ademanes coléricos. Por su habilidad para cocinar, Haylan recibió autoridad sobre la comida y su preparación. En sus momentos libres reunía lana y lino y trabajaba arduamente para aprender las artes más finas del hilado y la costura. Hasta trataba de aprender francés y empezaba a manejarse muy bien con esa lengua.

Para Katniss, fue una gran felicidad que Mags ahora se bañase regularmente y usara vestidos limpios y prolijos. Cuando la mujer creía que no había otros por ahí, venía desde su cabaña para jugar con Rye y siempre le traía juguetes que fabricaba con retazos descartados de tela o de lana. Una vez, hasta llegó junto a Katniss y se sentó a observar en silencio al bebé que mamaba del pecho de su madre. No hablaba, pero cada día que pasaba era más parecida a la antigua Mags de Darkenwald.

El niño tenía la piel clara de Katniss y su cabello ahora era de un brillante dorado rojizo. Pero Peeta se mantenía alejado del niño y parecía considerarlo como una exigencia necesaria para poder tener la compañía de Katniss. Sin embargo, la criatura florecía en el amor de su madre y Miderd, Hlynn y hasta Bolsgar se ocupaban de que no le faltaran mimos y cuidados.

Pasaron los días, las noches se hicieron más frías, el producto de la tierra llenaba los graneros y al castillo le faltaba poco para que fuera puesta su última piedra. Sólo la torre central no estaba completa y aquí el trabajo era lento. Los enormes bloques de granito eran arrastrados desde la cantera y medidos cuidadosamente. Se les daba forma en el suelo y se los izaba hasta el lugar definitivo por medio de equipos de caballos que tiraban de gruesos cables.

***

Entonces, una mañana de principios de noviembre, llegó un mensajero con noticias que hicieron poner ceñudo a Peeta. Señores rebeldes de Flandes habían hecho un pacto con los depuestos lores ingleses de Dover y Kent. Habían desembarcado tropas cerca de los grandes y blancos acantilados y marcharon para tomar de los hombres de Guillermo la ciudad de Dover, pero el castillo que el rey había ordenado construir en las alturas los tenía a raya. Guillermo salió de Normandía hacia el norte con una tropa, en dirección a Flandes, para sofocar la rebelión en su fuente, pero el príncipe Edgar había escapado y se había unido a los reyes escoceses en el norte, para causar problemas desde allí.

La peor de las noticias fue que bandas de hombres desgajados de la fuerza invasora flamenca huían tierra adentro y pronto podían venir a arrasar el país, furiosos por su derrota. Guillermo no podía enviar socorros, pero ordenaba a Peeta que se preparase para defenderse y si era posible que cerrara los caminos de retirada.

Peeta pasó revista a sus recursos y con poca demora puso a todos los hombres a trabajar. El castillo, por el momento, serviría tal como estaba, porque ahora había otros asuntos que atender. La tierra tendría que ser despojada de todo a fin de que cualquier banda que llegase no encontrase provisiones allí. Los rebaños de cabras, cerdos, ovejas y bueyes tendrían que ser traídos cerca de la fortaleza. Los graneros y depósitos debían ser vaciados y todo su contenido traído al castillo para llenar los enormes silos y sótanos construidos a lo largo de la muralla interior y debajo de la torre. Cregan sería la primera en entregar sus provisiones, porque estaba más lejos y era, por lo tanto, más difícil de defender. Después le tocaría a Darkenwald, si el tiempo lo permitía. Mientras Peeta y sus caballeros y soldados patrullaban los caminos de acceso en previsión de ataques hasta que todo estuviera hecho, los hombres de la aldea formarían la guarnición del castillo. Beaufonte y Bolsgar recibieron el encargo de dirigir estos preparativos en ausencia de Peeta. Cuando todo lo de Cregan estuviera en el castillo, los puentes cerca de la aldea serían destruidos para bloquear los caminos.

El Lobo y La PalomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora