A la mañana siguiente. Katniss fue rudamente despertada por una fuerte palmada en las nalgas, que le arrancó un alarido de dolor. Sobresaltada, levanto la vista y se encontró cara a cara con Peeta, quien estaba sentado en el borde de la cama y la observaba, aparentemente muy divertido. Sonriendo, él le tendió las ropas y miró muy atentamente mientras ella se vestía, deteniendo sus ojos en los pechos tentadores y en los muslos suaves y marfileños antes que ella se pasara la enagua por encima de la cabeza.
—Eres una moza perezosa —bromeó él—. Vamos, tráeme agua y ayúdame a vestirme. Mi vida no es tan regalada y ociosa como la tuya.
Katniss lo miro con furia y se frotó su maltratado trasero.
—Duermes profundamente —dijo él.
—Espero que tú también hayas dormido bien, milord —dijo ella, echando la cabeza atrás y mirándolo con insolencia— Por lo menos, se te ve descansado.
Peeta le dirigió una lenta mirada que pareció traspasar las sencillas vestiduras y le sonrió, con ojos cálidos y brillantes.
—Bastante bien, damisela.
Katniss enrojeció intensamente y corrió hacia la puerta.
—Traeré el agua —dijo, y se alejó rápidamente
Mags se le acercó cuando ella llenaba un cubo con agua caliente de la olla que colgaba sobre el fuego del salón
—Él atranca la puerta o pone un guardia a vigilar —se lamentó la mujer—. ¿Qué se puede hacer para salvarte de él? Esa bestia no es un hombre fácil para ti. Oí tus gritos, anoche.
—Él no me tocó —dijo Katniss, un poco asombrada—. Toda la noche dormí a los pies de la cama y él ni siquiera me tocó.
—¿Qué clase de hombre podría hacer eso? —preguntó Mags—. Juraría que esto no fue por misericordia. Aguarda hasta la caída de la tarde y él te tomará. Esta vez, no te demores. Huye. Huye.
—No puedo —respondió Katniss—. Él me encadena a la cama.
Mags gimió de desaliento.
—Te trata como a un animal.
Katniss se encogió de hombros.
—Por lo menos, no me golpea. —Pero recordó, se frotó las posaderas, y añadió: —Sólo un poquito.
—Hum. Te matará si lo contrarías.
Katniss meneó la cabeza, recordando el momento en que él la estrechó con fuerza contra su pecho. Ni siquiera encolerizado, él había abusado de ella.
—No, él es diferente.
—¿Cómo lo sabes? Sus propios hombres le temen.
—Yo no le temo —replicó orgullosamente Katniss.
—¡Tu temeridad será tu perdición! —gimió Mags—. De nada te servirá ser terca y orgullosa como tu padre.
—Debo irme ahora —murmuró Katniss—. Él está esperando para lavarse.
—Encontraré una forma de ayudarte.
—¡Madre, deja todo como está! Temo por ti. Ese a quien llaman Haymitch cuida como un halcón la espalda de su amo. Te matará si te atreves a intentar cualquier cosa. Y Peeta me resulta más aceptable que esos otros chacales.
—¿Pero qué hay de Finnick? —siseó Mags, mirando hacia donde el joven yacía dormido, acurrucado entre los perros.
Katniss se encogió de hombros.

ESTÁS LEYENDO
El Lobo y La Paloma
Storie d'amoreKatniss, hija de un señor feudal de la Inglaterra del siglo XI, ve cómo los invasores normandos matan a su padre y se apoderan de sus tierras. Su belleza sensual la convierte en el tesoro más codiciado del botín de los vencedores y dos caballeros, u...