Los pocos hombres de Darkenwald que habían sido tomados prisioneros, fueron liberados después de pasar la noche, atados, en el frío aire de octubre. Ahora se los veía confundidos, atontados por la derrota del día anterior. Las mujeres fueron a la plaza con agua y alimentos, y las que encontraron a sus hombres los alimentaron y se los llevaron a sus hogares. Otras esposas lloraron a los muertos y observaron, abrumadas de dolor, cómo sus esposos e hijos eran puestos en las fosas. Y otras más, que buscaron entre los rostros de los vivos y los muertos sin resultado, se marcharon, preguntándose si alguna vez volverían a ver a sus seres queridos.
Katniss contempló todo, apesadumbrada, desde la puerta de la casa señorial. Los muertos fueron sepultados por los siervos llegados desde Cregan, quienes trabajaron a las órdenes de dos caballeros de la confianza de Peeta. Katniss los oyó hablar de otro más, quien se había quedado en Cregan, con unos pocos hombres de armas, para mantener la paz allí. Su madre, con el rostro magullado e hinchado, fue hasta la tumba debajo del roble y dejó caer sobre ella una lluvia de florecillas. Después se arrodilló, y como si le hablara a Erland, hizo ademanes y lloró con el rostro entre las manos;
El padre de Katniss tenía alrededor de sesenta y cinco años cuando lo mataron y su esposa tenía solamente unos cincuenta. Aunque él ya era anciano y canoso cuando ella aún estaba en la flor de su edad, había existido entre ellos un amor que hacía que todos los días fueran alegres y luminosos. Katniss había conocido en su niñez a un hermano mayor, pero se lo llevó una plaga que se abatió sobre las aldeas. Así, ella había recibido todo el cariño y la dedicación de sus padres desde entonces, y la casa señorial había sido un lugar de afecto y bondad, lejos de la ruta de los conquistadores que inundaban a Inglaterra como las mareas. Erland fue prudente y sobrevivió a una multitud de reyes. Ahora, parecía que la destrucción de la guerra había descendido aquí, como vengándose de su larga ausencia.
Mags se incorporó, cansada, con aspecto perdido y desamparado, frotándose las manos, y miró a su alrededor, angustiada, desesperada. Empezó a caminar hacia la casa señorial, arrastrando los pies, como si no quisiera encontrarse con las caras desconocidas que ahora parecían llenar todos los rincones del lugar. Varias mujeres se le acercaron con sus lamentos, como habían hecho durante años, y le pidieron ayuda, sin pensar en el trauma que había sufrido la misma Mags. Ella las escuchó unos momentos y las miró, a través de sus párpados hinchados, boquiabierta, como sumida en un hondo estupor. Katniss se estremeció y un sollozo le subió a la garganta cuando vio a su madre, su una vez hermosa madre, que ahora parecía más una idiota retardada que una majestuosa dama.
Mags levantó las manos, como si no pudiera seguir soportando los lamentos de las mujeres, y dio un alarido.
—¡Idos! —gritó—. Yo tengo mis propios problemas. Mi Erland murió por vosotras y ahora vosotras recibís a los asesinos con poco más que algunos ceños fruncidos. ¡Sí! Los dejasteis entrar en la casa, violar a mi hija, robarme mis tesoros... ¡Aahh!
Se mesó los cabellos y las mujeres retrocedieron asustadas y sorprendidas. Con paso lento, penoso, Mags fue hasta la puerta y se detuvo al ver a Katniss.
—Que se busquen sus hierbas y curen sus heridas —murmuró a través de sus labios hinchados— . Ya estoy harta de sus dolores, sus heridas y sus achaques.
Katniss la vio alejarse y se sintió invadida por una profunda pena. Esta no era la madre que ella había conocido, tan llena de amor y de compasión por los campesinos y aldeanos. Mags había pasado una vida yendo al pantano y a los bosques para buscar raíces y hojas a las que después secaba, mezclando pociones, bálsamos y tisanas para curar las heridas y enfermedades de todos los que acudían a su puerta. Había enseñado cuidadosamente a Katniss el arte de curar y le había hecho conocer y distinguir las hierbas y saber dónde buscarlas. Ahora Mags despedía a las mujeres que acudían a ella, sin escuchar sus ruegos, de modo que Katniss tendría que asumir esa responsabilidad. La aceptó como una bendición, agradecida porque esa tarea serviría para distraerla.
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El Lobo y La Paloma
RomanceKatniss, hija de un señor feudal de la Inglaterra del siglo XI, ve cómo los invasores normandos matan a su padre y se apoderan de sus tierras. Su belleza sensual la convierte en el tesoro más codiciado del botín de los vencedores y dos caballeros, u...