"Una flecha, una trampa y una espada"

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The First Bad Ending

⚠️ ADVERTENCIA ⚠️
Mención de muerte explícita y sangre. Leer bajó tu propio riesgo.
Importante recordar que esto es un final alternativo, no afecta la trama original.

Las caminatas en el bosque eran sus favoritas, especialmente antes de la hora dorada, ella y sus cachorros tenían una rutina, una ruta que seguir y un lugar donde descansar. Nunca hubo ningún inconveniente, solo eran ella y los pequeños persiguiendo mariposas.

Sin embargo, la joven osa estaba completamente emocionada, sabía que su pareja llegaría aquella tarde, el otoño no dejaba que el calor invadiera el lugar y aquel hibrido de oso polar que tanto amaba podría estar junto a ella y sus cachorros.

Por su emoción no pudo notar la inquietud que crecía en su pecho.

Sin necesidad de hablar, ella y sus cachorros se levantaron al mismo tiempo, debían volver a su hogar antes de que terminara la hora dorada.

Un crujido le hizo dejar de soñar, lo había escuchado claramente, y fue una flecha la que hizo caer a la pequeña Raven.

Sin dudarlo un solo segundo, tomó su forma humana para acercarse con rapidez a la cachorra herida.

— ¡Raven! —

Su pequeña sangraba entre sus brazos, estaba confundida y asustada, ¿qué estaba pasando?

— ¡Rubén, sígueme! — Comenzó a correr lo más rápido que sus piernas les permitían, el cachorro seguía a su madre, estaba igual de asustado y confundido que ella.

No sabía que ya conocían su ruta de escape, y fue una soga la que capturó su pie, haciéndola caer, dejando una herida abierta en su cabeza, y levantándola en el proceso. Era una trampa en la que había caído, con su cachorra en brazos, quien se debilitaba cada vez más, Rubén graznaba desde abajo.

Y en cuanto escuchó las múltiples pisadas que se acercaban a ellos con rapidez, no tuvo más opción.

— ¡Rubén! — El asustado cachorro le observó al instante — Tienes que irte, mi niño —

¡La tenemos! —

Rubén, vete por favor — El cachorro negaba con la cabeza, no quería alejarse de ella — No quiero que lastimen, por favor, huye tal como acordamos —.

¡Ahí está! —

¡Corre, Rubén! — El cachorro alarmado comenzó a mover sus patitas al escuchar tanto ruido, no había forma de no obedecer — ¡Corre al centro de Karmaland! —.

Podía sentir como corrían detrás suya, eran rápidos, pero el era pequeño y podía escabullirse en cualquier lugar, tal como su madre le había enseñado.

"Recuerden gritar por Merlon"

Nunca supo quien era ese tal Merlon, su madre nunca le contó nada de Karmaland, simplemente les había pedido que nunca se acercaran a la ciudadela. Al ser tan pequeños, obedecieron a la joven osa.

Se sentía cansado, sus pequeñas patitas daban todo lo que podían. Entendía que aquellos hombres malos lo dañarían si lo atrapaban, algo que su madre le enseñó a los 5 años.

Los híbridos eran criaturas tan mágicas pero a la vez tan vulnerables.

La ciudadela de noche era sumamente aterradora para alguien tan pequeño, todas las casas permanecían con sus luces apagadas y no había ninguna persona fuera.

"Y recuerden gritar por Merlon" las palabras de su madre seguían resonando en su cabeza como un bucle.

Comenzó a soltar pequeños graznidos tímidos, pero al ver que los hombres no se encontraban tan lejos del lugar comenzó a graznar con intensidad, ocasionando que una que otra persona despertase en sus hogares.

Un hombre anciano caminaba tranquilamente hacia su casa, se había quedado más tiempo en la alcaldía por culpa de su trabajo, pero no se quejaba, amaba ayudar a la gente.

De repente lo escuchó.

¡Merlon! — la voz de lo que parecía un niño resonó en su cabeza, confundiendo un poco al hombre — ¡Ayúdame! —.

Comenzó a correr hacia donde provenía la voz, pues no era la voz cualquiera de un niño cualquiera del pueblo en peligro, era la voz animal de un híbrido en peligro.

Su aura comenzó a expandirse con rapidez para poder buscar al pequeño, sintiendo su presencia en el centro del pueblo. Agilizó sus pasos al darse cuenta de que no estaba solo.

Su aura azul asustadiza se encontraba rodeada de múltiples auras de colores oscuros con el único deseo de acabar con la vida del híbrido.

"Cazadores" fue su único pensamiento.

Pudo divisar la silueta a lo lejos, rápidamente inhaló con profundidad para soltar un poderoso rugido desde el fondo de sus pulmones. Llamando la atención de los cazadores, despertando a los habitantes del lugar.

Las puertas de abrieron con rapidez, un hombre salió con una espada en sus manos dispuesto a atacar.

Sin embargo, Merlon había llegado demasiado tarde.

Los graznidos pararon, el llanto del pequeño cachorro cesó y la presencia de un hibrido nuevo desapareció.

El corazón de Merlon se apretujó cuando pudo ver como aquellos cazadores reían de haber terminado con la vida del cachorro.

Un cachorro de su misma especie.

Un cachorro de oso pardo.

Un charco de un liquido rojizo y brillante comenzaba a esparcirse debajo de él, una espada le había atravesado por completo, arrebatándole la vida a un ser inocente de una manera cruel y despiadada.

— ¡Ustedes cazadores no son bienvenidos aquí! — Merlon estaba furioso — ¡Aléjense del cachorro! —.

— Ya esta muerto, no puedes salvarlo — Aquello híbridos de lobo se burlaban de su sentir.

— Aún así, merece un funeral digno, les ordeno que me lo entreguen —.

— Déjenselo al anciano — Una figura abrumadora aparecía desde las sombras, imponente, aterradora y con una mirada que gritaba "peligro". Su presencia sola bastó para que Merlon rugiera como advertencia, las personas detrás suya permanecían en guardia, dispuestos a pelear si el protector se los ordenara. — Así tendrá a alguien a quien llorarle en la tumba familiar —.

La mirada llena de odio de Merlon se tornó a una mezcla de sorpresa y shock. ¿Qué acababa de decir..?

— Puedes quedarte con el cuerpo de tu nieto — Para Viggo, jugar con los sentimientos de aquel anciano era lo que más disfrutaría hacer siempre. — No te preocupes por el de tu hija, nosotros nos encargaremos de ella —.

Merlon corrió hacia el pequeño osezno cuando los híbridos de lobo se alejaron, su pelaje estaba empapado de sangre y todo su cuerpo parecía un cascarón vacío, sus ojos aún permanecían abiertos, quizá hubiera deseado que estuvieran cerrados, el viejo hombre no pudo contener su llanto al notar aquellos orbes esmeraldas que alguna vez vio en su hija.

Se había quedado solo.

Solo.

Para Alele.

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