❄️🐻CUATRO🐻❄️

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Madrugada del 22 de diciembre

Vegetta se adentraba en la cueva, algo dentro de él sabía que su amado se encontraba ahí dentro y debía encontrarlo a toda costa.

Un leve ronquido llegó a los oídos del azabache - ¿Rubén? -.

Ahí lo vio, se encontraba hecho bolita en un rincón al final de la cueva, estaba cubierto con un abrigo, pero aún así temblaba levemente.

Tomó rápidamente su móvil y envió un audio al grupo, avisando que lo había encontrado. Lo guardo en sus bolsillos para acercarse al híbrido.

- ¿Cómo llegaste aquí, chiqui? - preguntó aún sabiendo que no habría contestación.

Se inclinó a su lado, para tomarlo entre sus brazos, notando su helada y pálida piel - Oh no - murmuró.

Debía ponerlo en calor para evitar la hipotermia, como si la cosa más frágil del mundo se tratase, lo tomó entre sus brazos, cuidando que esté completamente abrigado.

Por suerte, esta cueva se encontraba tan cerca de su increíble mansión flotante, no tardaría más de 5 minutos en llegar y ponerlo a salvo.

Comenzó a correr lo más rápido que sus piernas le permitían, el aire frío entraba por su nariz, escuchaba uno que otro quejido de Rubén por el movimiento brusco pero era necesario.

Un par de horas después

Sus ojos se abrieron lentamente al sentir los rayos del sol de la mañana en ellos, un leve olor a comida inundo su nariz. Su estomago imploraba alimento, su cabeza daba vueltas y se sentía completamente mareado.

Intento levantarse de la cálida cama, sus piernas le fallaron, haciéndole caer. Se encontraba bastante débil, podía sentirlo, su energía era baja y solo quería dormir después de engullir una buena cantidad de comida.

Escucho el sonido de la puerta abriéndose rápidamente y unas pisadas acercándose a él - ¿Qué estas haciendo, tontito?- reconocería su voz en cualquier lado, uno de sus brazos de poso en su espalda mientras el otro sujetaba sus piernas. Se sujeto fuertemente de su cuello, mientras escondía su rostro en su formado torso, el olor que desprendía de su ropa invadía su nariz. Eso le gustaba.

- Samuel...- susurro suavemente contra su pecho - Tengo hambre...-

- ¡Yo me encargo! - los pasos de Luzu alejándose le hicieron darse cuenta de que ahora estaba solo con Vegetta en su habitación.

El azabache lo deposito suavemente en la cama, al momento de querer alejarse, los brazos del híbrido se lo impidieron, estos hicieron que hundiera su rostro en el cuello de Rubén.

- ¿Chiqui? - dijo algo avergonzado, la cercanía al castaño le ponía bastante nervioso.

Intento alejarse pero las tibias manos de Rubén capturaron sus mejillas, obligando que ambos se miraran a los ojos, el híbrido se levanto un poco, dando el primer paso. Un beso.

El cual fue respondido con timidez, ambos sabían y entendían a la perfección como se sentía el otro, quizá eso facilito que Vegetta se colocara sobre el cuerpo del castaño, para depositar suaves besos en el cuello de este, mientras las manos traviesas de Rubén se colaban en su camisa, subiendo y bajando acariciando el formado torso del azabache. Rápidamente quito aquella molesta camisa, dejando sus músculos al aire, una imagen que volvía loco al castaño, al comparar su delgado y sus pequeños músculos con los de aquel chico que consideraba un dios griego.

Las manos traviesas de Samuel jugaron con los pants del híbrido, pero al intentar bajarlos...

- ¡Ay Dioses! - la voz de Luzu les hizo entrar en razón rápidamente, cubriendo sus cuerpos con la colcha de la cama de Vegetta - ¡Al menos esperen a que me vaya, cerdos! -.

Cerro la puerta con rapidez, dejándolos solos otra vez, se miraron y soltaron una leve risa - Ven vamos a la cocina, necesitas comer algo - Vegetta se coloco la camisa de nuevo, ayudando al hibrido a levantarse.

- No quiero desmayarme cuando lo hagamos -.

- ¿De que hablas? - pregunto confundido el azabache.

- Ya sabes lo que dicen, nunca hagas el delicioso sin haber desayunado. En vez de venirte te vas -.

- Tontito -.

❝ HIBERNACIÓN ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora