Capítulo 6

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El día se hizo eterno después de lo sucedido entre los dos jóvenes, pero al fin era de noche y la ansiada reunión estaba a nada de concretarse.

Todos los miembros de las familias reales estaban cenando reunidos y temprano ya se había planeado realizar una actividad que los ayudara a relajarse. Una pijama en donde todos participarían parecía ser el plan perfecto.

A Hugo —quién la ansiedad por el encuentro con su princesa lo tenía desesperado— se le ocurrió que antes de cambiarse para reunirse en la pijamada, podrían conversar y llegar un poco tarde después de aclararlo todo, por supuesto siempre y cuando fuese separados para que nadie sospeche. Interceptar el camino de Sofía antes de ello sería lo mejor.

Cuando la cena terminó Sofía se puso de pie, directo de camino a su habitación cuando alguien la tomo del brazo.

—Sofía creo que ya podemos hablar.

Los ojos azules de ella se abrieron con sorpresa.

—Hugo... ¿qué...? Me asustaste —acusó—. ¿Pero qué es lo qué haces? No tienes que salir así de la nada. ¿Estás loco?

—No lo sé, pero voy a estarlo si no tenemos esta conversación ahora.

Sofía lo miró suspicaz, confundida. ¿Desde cuando el recto temperamento de Hugo se había vuelto tan angustioso? Definitivamente no podía deberse a lo ocurrido en esa habitación.

—Ven, conversemos en mi habitación —dijo Sofía—. Nadie va a interrumpirnos.

—De acuerdo.

Ambos caminaron hacia la habitación, fingiendo tranquilidad. Se sentía un ambiente tenso y cargado entre los dos miembros de la realeza pero hacían su mejor esfuerzo por ignorarlo. En cuanto llegaron a la habitación se sentaron en un cómodo mueble, uno junto al otro y se quedaron en silencio por unos instantes, hasta que Hugo habló.

—Dime una cosa, Sofía —Hugo tomó aire antes de hablar—. ¿Qué fue lo que pasó en mi habitación?

A Sofía se le tiñeron las mejillas de rojo.

—¿Lo qué... pasó?

— ¿Tú sentiste algo cuando ocurrió el beso? —le preguntó.

La pregunta dejó helada a Sofía, no sabía que decir, quizás Hugo solo quería saber la respuesta para humillarla una vez más como lo había hecho hasta ahora; así que sin dudarlo dio su respuesta.

—Claro que no, Hugo.

—¿No?

—Fue solo un momento de confusión para ambos... —dijo aunque le dolía decirlo—. Porque para ti tampoco significó nada, ¿cierto?

—Sinceramente, no lo sé.

—¿No lo sabes? —Sofía arqueó una ceja—. Me trataste muy mal durante estos días, supondríia que tu respuesta debería ser no.

—¿Y qué si en realidad me gustó?

—Serías un idiota.

—No puedes juzgarme por ser sincero.

—¿Sincero? ¿Tú te consideras sincero? Te has comportado como todo durante estos días, menos como una persona sincera. Una persona sincera no  rompe promesas ni traiciona a nadie, ¿crees que tienes el derecho de decir que sentiste algo por el beso?

—Sé que me he portado mal, pero quizás no soy tan malo cómo crees

—Hugo... dejo esto de una vez. Deja de confundirme, ¿si? Tú no me quieres y si así fuera, jamás lo aceptarías.

—¿Cómo es que lo sabes? —la enfrentó el príncipe.

—Porque tu meta es ser rey. No ser la sombra de tu hermano es tu mayor objetivo.

—¿Por qué me dices todo esto? ¿No se supone que arreglaríamos todo?

Sofía sabía que lo que estaba diciendo solo estaba haciendo más grande el problema, pero no podía controlar los sentimientos de amor hacia Hugo, y a la vez, las ideas de olvidar ese amor que le hacía tanto daño.

—¿Puedes decirme sinceramente lo que de verdad sientes por mí?

—Estoy muy confundido, Sofía.

—¿Y por qué no intentas decir la verdad? —le preguntó ella, con hilo de voz.

—No voy a negar que si están saliendo a flote otra vez —y una chispa brilló en los ojos de la princesa—, los sentimientos de nuestra niñez...

Sofía al escuchar eso no le importó nada y se abalanzó hacía los brazos de Hugo propinándole un beso rápido y sorpresivo, después de todo ya no eran niños y reaccionan de acuerdo a su edad. Hugo por su parte correspondía con lujuria cada sentimiento que representaba ese beso.

La tensión subió mucho más y sin soltarse ambos empezaron a caminar en dirección a la cama. El príncipe lanzó a Sofía a la cama de una manera varonil pero no agresiva y prosiguió el beso luego de quitarse la chaqueta y la corbata. Ninguno se daba cuenta lo lejos que estaban yendo y lo mucho que ambos lo estaban disfrutando. Por suerte el momento de cordura volvió a Sofía cuando supo lo que sucedía; ella no podía fallarle así a su familia y manchar los valores que le habían inculcado. No así.

Apartó a Hugo de encima suyo, con las mejillas encendidas y el cabello revuelto y le pidió que se retirará. Él no entendía la reacción de la princesa pero acató lo que le pedía. Salió con la cabeza en alto y le dio una tierna sonrisa a Sofía antes de marcharse, después de eso ella se tiró de espalda sobre la cama.

Sofía añoraba que lo que estuvo a punto de suceder se repitiera de nuevo, mientras él recordaba el beso repentino de la princesa, pero también se dio cuenta de que un paso más allá hubiera generado muchos problemas, aunque eso no significa que no sintieran nada.

Ya era tarde así que ambos debían apresurarse a la pijamada. Pese a planearlo de forma contraria, terminaron llegando los dos a la vez, lo que dejó confundidos a todos. Hubo un silencio antes de que el primer curioso se atreviera a hablar.

—¿Están bien? —preguntó Axel—. ¿Por qué llegan tan tarde?

—Y juntos... —dijo Ámber con una ceja arqueada.

—Yo vine por mi lado —justificó apresurado Hugo—, solo nos encontramos aquí en la puerta.

—¿Sofía?

—Eh... lo mismo que él.

A su hermana no le convenció.

—Entiendo —dijo—. Bien... si ya están aquí, sepan que estábamos empezando, así que la primera actividad puede ser un baile en parejas.

—¿Parejas?

—Es una manera de socializar entre todos, así que ¡comienzen a buscar a su pareja! —exclamó feliz Hildegard, quien ya tenía a su príncipe del brazo.

Hugo había decidido una cosa, iba en busca de Sofía, o eso era lo que pensaba hasta que Cleo se atravesó en el camino y le pidió bailar con ella. Para nadie era un secreto que desde que eran niños Cleo sentía algo por Hugo, incluso antes de la llegada de Sofía, pero Hugo no prestaba mayor importancia a nada más que a él mismo. Sofía vio a lo lejos como Hugo con resignación aceptó bailar con Cleo, hasta que escuchó a alguien hablar detrás de ella.

—¿Te gustaría bailar conmigo, princesa Sofía?

Cuando volteó la cabeza y vio de quien se trataba se sorprendió, jamás se hubiera imaginado que él se lo propondría; pero tampoco iba a negarse.




EL REENCUENTRO (Sofía y Hugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora