Capítulo 30

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Hugo.

Dejo todas las cosas en el despacho y camino en dirección a la habitación de Clio.

Desde que salió con sus amigas hace unos días se ha sentido muy mal, y los médicos aún no han determinado la causa.

Sé que no soy el mejor esposo, pero tampoco quiero que le pase nada malo o que afecte a nuestro hijo.

Me adentro a la habitación y tratando de hacer el menor ruido, camino hacia la cama para observarla.

—Clio... —susurro llamando su atención.

—¿Hugo?

—Hola, ¿cómo estás hoy? —pregunto sentándome a su lado.

—Creo que mejor. Me duele un poco el cuerpo. Solo quiero que el bebé esté bien.

—El médico dice que quizás has tenido demasiado estrés, estuve pensando y tal vez pasó algo que te alteró así. ¿Discutiste con alguien?

La veo tensarse y desviar la mirada hacia otro punto de la habitación. Significa que hay algo por saber.

Esto no me gusta.

Es obvio que sí discutió con alguien y que quizás eso ha repercutido en su mal estado de salud.

—Discutiste, ¿verdad? —vuelvo a preguntar.

—Yo... no —juega con sus manos y sigue evadiendo mi mirada.

—No mientas —la acuso y ella bufa frustrada.

—Solo tuve una... pequeña diferencia con alguien.

—¿Quién es ese alguien? —le pregunto.

—Sofía.

Diablos.

¿Es que siempre tiene ser algo relacionado a ella?

No quiero que la acusen de nada, porque estoy seguro que la discusión no fue culpa de Sofía. Yo confío en ella. Nunca fue la típica chica que busca problemas, pero si sabe defenderse y estoy seguro que eso fue lo que pasó. Se defendió que algo que pudo haber dicho Clio y eso generó el conflicto.

—¿Cuál fue el motivo?

—No creo que sea necesario hablar de eso.

—¿Qué hiciste Clio? —pregunto tratando de no perder la paciencia.

—¿Por qué piensas que fui yo la culpable? —la miro obvio y ella bufa—. Solo traté de presumir mi feliz matrimonio, ¿bien? Parece que eso le molesto o que sé yo, así que trato de callarme.

—¿Trato de callarte?

—Me sacó en cara que no era verdad que soy feliz.

Y cuanta razón tiene.

Mucha en realidad.

—¿Piensas lo mismo? —me pregunta y ahora soy yo quien evade la mirada—. Lo piensas. Es obvio.

—Creo que no es un secreto para nadie, Clio. No somos felices. Todo el mundo lo sabe.

—Yo lo soy —me dice ofendida.

—¿Segura? Porque yo no lo creo.

—Vete —murmura—. Si no vas a decirme nada bueno, vete.

—Clio...

—Adiós, Hugo.

Maldigo en voz baja pero aun así me pongo de pie para salir de la habitación.

Tratando de tranquilizarme para evitar futuras discusiones, decido despejar mi mente en alguna otra actividad. Lo primero que se me ocurre es montar a caballo un rato.

EL REENCUENTRO (Sofía y Hugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora