Capítulo 21

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Hugo.

—¿Hugo? —maldición—. Te hice una pregunta —la voz de Clio me hizo reaccionar de golpe. Me había quedado frío sin saber que decir.

—Yo... Yo...

—¿Tú? —su ceño se frunció más y la impaciencia en su voz fue palpable—. Hablaba de Electra —fue lo único que se me ocurrió en ese momento.

—¿Electra?

—Claro. Mi yegua.

—Y ¿Acaso ibas a hablar con tu mascota? —dijo un poco desconfiada la madre de Clio.

—Electra no es una mascota—aclaré—, es una amiga. Y a veces, suelo hablar con ella de cualquier cosa. No se extrañe por mi actitud —intentaba sonar calmado aunque por dentro casi moría—. Bueno, debo irme —me levanté un poco disgustado por el interrogatorio de la familia de mi esposa. Era la mejor actitud que podía tomar.

La falsa indignación siempre ayudaba.

—¿De verdad irás a ver a Electra?

—Si, Clio —cerré los ojos y respiré—. De verdad es muy importante para mí; además, también visitaré a mi familia, ya no te preocupes, no pasará nada malo.

—¿Y no te despides?

Vamos. Yo podía con esto.

Dejé un beso sobre sus labios para calmarla y salí muy rápido del comedor del castillo, casi corriendo. Ridículo pero necesario si quería evitar más preguntas.

Decidí montar un caballo cualquiera de los establos de mi ahora nuevo hogar y me dirigí al castillo de mi padre, que pronto sería de mi hermano. ¡Maldición! Y pensar que por esa razón ahora no estaba casado con Sofía sino con otra mujer a la que no amo.

Llegué al reino de Alburqueque en cuestión de minutos, seguía siendo veloz para volar a caballo, por suerte. Saludé a los guardias y me dejaron pasar como si nada, pero cuando ingresé a la sala me topé con los reyes de Encantia y su hija mayor reunidos con mi padre y Axel. ¿Pero que hacen aquí? Me dije mentalmente. ¡Claro, Hugo! Son los suegros de tu hermano, es obvio que van a frecuentar el palacio para tu desgracia.

—Hola a todos y buenos días majestades —dije intentando sonar seguro. Al parecer hoy era mi día de suerte.

—Eran buenos hasta que llegaste tú —murmuró la chica rubia. Yo solo la miré con indiferencia.

—Ámber, no te comportes de esa manera —la regañó su madre—. Esta visita no es para eso.

—No puedo evitarlo, aún siento rabia de la humillación que le hizo a mi hermana. Y pensar que en algún momento ella y todos nosotros le creímos.

La furia se mezclaba con la elegancia de su voz. Podría querer incinerarme vivo y seguía oyéndose igual de elegante.

No quería seguir escuchando como la familia del amor de mi vida me odiaba, así que era mejor marcharme.

—Lo mejor será que me vaya. No quise importunar, sus majestades.

Apenas me di la vuelta cuando otra voz me detuvo.

—¿A que viniste hijo? —por fin habló mi padre, haciéndose notar. A este punto pensé que no quería hablarme.

—Solo vine por Electra, quiero llevarla conmigo, siempre fue mi compañera y amiga. Creo que la necesito junto a mí.

—¿No gustas esperar y que luego hablemos? —preguntó mi padre

—No quiero molestar, me llevaré a Electra y vendré otro día. No te preocupes, padre. Vendré a verte, adiós —fue lo último que dije y me dirigí a los establos.

EL REENCUENTRO (Sofía y Hugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora