Capítulo 25

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Hugo.

Un mes. Un mes ha pasado ya, desde que mi locura de amor con Sofía a comenzado y francamente no me arrepiento. Mi conciencia tiene claro de que esto es una traición a la confianza de Clio y que probablemente si alguien se entera de esto, nos juzgarían y condenarían de lo peor. Aún así planeaba hacer lo posible para que Sofía estuviera segura.

Estaba seguro de que estaba loco por ella, ¿y cómo no estarlo? Tiene algo que me atonta por completo y soy incapaz de apartar la mirada de ella. Tal vez son sus ojos que muestran tanta inocencia al hablar de sus sentimientos y a la vez tanta perversidad cuando estamos juntos. O quizás es su forma de ser, que la hace ver fuerte y dulce al mismo tiempo. 

No lo sabía, aún no hallaba la respuesta para eso. Lo único que sabía, era que ella es a la que quiero y que no importa lo difícil que sea, vamos a luchar todo lo que sea posible para por estar juntos, porque aunque ahora nos hayamos vuelto egoístas con los sentimientos de los demás, nosotros sabemos que sería aún más egoísta privarnos de nuestro amor.

Si para estar junto a ella debo ser el más egoísta, pues estoy dispuesto a serlo.

—¿En qué tanto piensas, Hugo? —Clio interrumpe mis pensamientos cuando se aparece de golpe en salón.

—En lo feliz que soy en este momento de mi vida —y no miento, tengo a Sofía en este momento y eso me hace feliz—. Y en lo afortunado que soy.

Clio sonríe, acercándose aún más.

—Eso es lindo —dice—. Yo también creo que este momento es perfecto, ¿sabes por qué? Porque estamos juntos —toma mi mano por encima de la mesa—. Y porque nuestro amor es fuerte.

«Nuestro amor es fuerte.»

Las palabras me hielan la sangre.

—Lo sé... —murmuro y libero mi mano de su tacto—, ahora debo irme. Necesito revisar la mercancía que ingresa de los proveedores de Weing Leen. Nuestros negocios dependen de eso.

—Está bien, mi amor. Cuídate que aquí estaré esperando por ti.

Me despido de ella con un beso en la coronilla de su cabeza y prosigo mi camino para encontrar a Electra, tan reluciente como siempre. Pido a uno de los sirvientes que la preparen puesto que iremos en un largo viaje hasta la zona de entrega de provisiones.

Paso casi toda la mañana en el lugar, y tardo bastante en la revisión de todos los productos provenientes del reino vecino. Me gusta cerciorarme de que todo lo que reciba mi pueblo sea lo mejor. La vida de calidad que se merecen. Después de ese agotador trabajo me dirijo hacia el bosque de los suspiros que se ha vuelto el punto de encuentro entre Sofía y yo. ¿El nombre? Cortesía de ambos. Lo habíamos bautizado como nuestro lugar especial porque ese era el único lugar en el que podemos demostrar todo nuestro amor con los únicos testigos que nunca nos juzgarían.

—¿Sabes, amor?—Sofia susurra contra mi pecho—. Soy muy feliz a tu lado. Esto es... mágico.

Sonrío ante sus palabras.

—Yo soy feliz desde que te conocí —alza su mirada hacia mí y le dedico una pequeña sonrisa.

—Me alegra saber que soy tu felicidad, porque tú también eres la mía.

Duramos abrazados mucho tiempo con el silencio del lugar envolviéndonos, y es que con ella aunque pasen horas jamás me parecerían suficientes. El silencio es cómodo y es así cuando estás con alguien que realmente amas, no importa si no hay palabras de por medio, porque aún en silencio se están diciendo que se aman.

—Debo irme ahora, Hugo —se levanta de mi regazo y se pone de pie.

—¿En serio? ¿Tan pronto? —no puedo evitar sentir la decepción en mi pecho.

—Han pasado horas desde que estamos aquí y mi familia debe estar preocupada.

—Cierto —accedo—. Solo te pido que te cuides. No quiero que nada malo te pase.

Ella asiente y le doy un pequeño beso de despedida.

La veo partir en su caballo como toda una experta, como siempre lo ha sido. Y pensar que así la conocí. Por cada competencia de Derby en la que fui un idiota con ella y aún así ella no me abandonó cuando la necesité. Supongo que había caído rendido antes ella desde ese momento, pero eso ya no importa, porque ahora estamos juntos.

—¿Qué pasa, Electra? —la molesto cuando noto que su mirada triste sigue el camino que Sofia y Minimus siguen—. ¿Estás triste por qué Minimus se ha ido?

Un relincho es su respuesta.

—Yo también estoy triste por eso pequeña amiga. Yo también lo estoy.

Luego de que Sofía se despidiera de mí no me quedó otra opción que regresar al castillo y a mi verdadera realidad.

Llego rápidamente al castillo y la primera que me recibe es la madre de Clio.

Genial. Hemos tenido más de un roce y es bastante notorio que no puede tolerarme. Yo no estaba muy alejado de esa situación.

—Demoró mucho la revisión de provisiones, ¿no es así?

Directa a lo que quería saber.

—Así es... —afirmo—, fue mucho que recibir —sonrío siendo lo más cortés que puedo y retomo mi camino.

—Que extraño, los proveedores llegaron al castillo y entregaron el reporte en mis manos hace muchas horas.

Maldición. Me detengo en seco y giro en su dirección de nuevo.

—Dijeron que les encantaba hacer alianzas con nosotros. Y que eres un gran rey. Ojalá fueras así de buen esposo como lo eres siendo rey.

Me sonríe cínicamente y se acerca a mí.

—¿Dónde estabas?

—Mi esposa es Clio, no usted.

—Te hice una pregunta.

—Si hay alguien a quien le voy a reportar lo que hago es a ella. Así que si me permite, tengo sueño y quiero descansar. Ha sido un día demasiado agotador para mí.

—Te advierto una sola cosa —me señala—. Espero que no te estés viendo con esa mujer. La princesa, ¿Sofía era su nombre? ¿No querrás que le pase algo malo, no? Son tan amigos...

—¡Si usted le hace algo no me hago responsable de lo que le pueda pasar a su hija!

Reacciono de inmediato sin poder evitarlo.

—No te atreverías, Hugo —me fulmina con la mirada—. No te atrevas a tocar mi hija porque soy capaz de matarte.

—No me rete, entonces. No toque a Sofía y yo no tocaré a su hija. Es un trato —ella me mira furiosa pero no vuelve a cuestionar nada. Se pierde entre los pasillos a paso rápido.

Suelto un suspiro de alivio cuando me deja solo por fin. No sé que haría si ella llega a tocar a mi princesa. No soy alguien malo capaz de lastimar a otra persona, pero si trata de ella no me importaría mancharme las manos con la sangre de quien fuera. Iba a defenderla con mi vida.

Cuando la discusión ha terminado subo las escaleras dispuesto a ir a mi habitación. Toco la puerta varias veces pero nadie abre y me cuestiono si ella estará dormida. Decido entrar y en efecto, ella está del extremo derecho de la cama, de espaldas hacia mí. Me cambio mi ropa de dormir y me acomodo en el otro extremo.

—¿Hugo?

Su voz me sobresalta al instante.

—¿Sucede algo?

—Quiero preguntarte algo.

—Adelante.

Hay un breve silencio antes de que ella hable.

—¿De verdad serías capaz de lastimarme solo por ella?

Me quedo de piedra al instante.




EL REENCUENTRO (Sofía y Hugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora