¿Podre confiar?

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Al día siguiente mi mente se estaba comenzando a estabilizar, pero entonces comencé a preocuparme, cuando eso sucedía llegaba la fiebre alta, lo que provocaba que me decayera cada vez más en salud.

Al levantarme de la cama hice lo de siempre, realicé una lista mental de las cosas que me iba a proponer para ese día, y luego saber cuántas había logrado cumplir. Una de las cosas que me propuse en esa lista, era tratar de confiar en el nuevo grupo, confiarles mis sentimientos y dejar salir lo que sentía realmente por cada uno de ellos.

Especialmente por él, por Miguel, pero no dejaba de pasar por mi mente una pregunta: ¿podre confiar en las personas que me rodeaban en ese grupo?, las conocía de nada, en realidad solo conocía sus nombres, sus apellidos, y algunos segundos nombres, pero muy pocas fechas de nacimiento, muy pocas direcciones, en realidad, yo siempre investigaba a las personas, aunque ese siempre fue mi don, lograr una investigación casi perfecta y encajar cada cabo suelto que pueda haber allí.

Llegué al liceo el día martes, aun me estaba sintiendo mal, pero tenía que soportar mi dolor, tenía que seguir, no podía frenarme.

Llegué un poco tarde, ese día tocaba química, al llegar al liceo me encontré con mi prima Alvanis, no entré a química ya que sabía que el profesor no me dejaría entrar, pero entonces entró Armando, quien me dijo que entráramos a la clase.

—que lo que mano, ¿Cómo te sientes hoy?—me preguntó al llegar

—na, ahí—mentí, me sentía mal, muy mal.

—Vamos a ver si el profesor nos deja entrar en la clase—me propuso para luego emprender camino hasta el salón de química.

Me despedí de mi prima, subí las escaleras junto con Armando hasta el tercer piso, para toparnos con que no había comenzado la clase de química.

—buenas tardes profe—dijo armando irrumpiendo en el salón para luego presentarme yo

—buenas tardes profe—saludé para echar un reojo al salón y ubicar al grupo

Me acerqué a él, a Miguel, me senté en la fila de al lado justo al lado de su pupitre, recosté mi cabeza del pupitre, y las palabras de Carmen me hicieron reaccionar de algún sueño extraño.

— ¿Te sientes mal todavía?—me preguntó Carmen volteándose hacia mi persona

—pues lamentablemente, si, y no tengo más remedio que esperar por los exámenes que me pidieron—expliqué de forma rápida

—Bueno jóvenes, vamos a empezar la clase—dijo el profesor mientras yo sacaba el cuaderno de química de mi bolso.

La clase de química fue un poco complicada, me vi invadido por la duda ya que no sabía que estaba explicando el profesor en ese momento, no lo entendí de nada, era como si los tantos números mezclados con letras se convirtieran en un código Morse difícil de descifrar sin la maquina especial.

—Bro no soporto verte así—dijo Miguel dirigiéndose a mi

—Miguel, te repito que no me mires si no te gusta—respondí de forma brusca sin querer responder de esa forma

Yo no quería que se alejara de mi, pero mis actitudes de desconfianza amistosa provocaban eso, entonces me di cuenta de que no era cierto, mi confianza no se estaba acabando, más bien se acrecentaba, aumentaba, sobre todo en el, ¿Por qué?

Salimos de química y nos sentamos por un tiempo en el patio trasero del Juan José Mendoza, me recosté como de costumbre, traté de calmarme, no podía, el silencio en el grupo era tan espontaneo que mi presencia era lo único que lo podía romper, pero era como si yo no estuviera presente.

¿Te conozco?✓[¿Por Qué Nos Obsesionamos Con Lo Imposible?]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora