CAPÍTULO XIV - La sala de los huesos

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- Cuando salgamos de aquí tendré que tatuarme ese símbolo, estaba muy de moda cuando construyeron esta caverna. – Lanzó Richard sarcásticamente, era obvio que trataba de tranquilizarme.

- ¿Hasta con los chorritos de sangre? – Dije Viendo como del símbolo empezaba a salir sangre.

Richard se limitó a sonreír torciendo la boca, mientras se acercaba al símbolo. Soltando la mano de mi primo me puse a examinar el salón, mis ojos se habían acostumbrado nuevamente a la oscuridad, caminé por los alrededores tambaleante, crujiendo cada paso que daba, pasé al lado de la puerta, seguí la trayectoria, hasta llegar a algo que llamó mi atención.

- Richard...luz... - Pedí sin apartar la mirada de la pared, la luz se hizo, algo estaba escrito en la pared acorazada. Leí. – El sacrificio teñido de rojo, el sacrificio que Satanás espera para saciar su sed, ese sacrificio te dejará entrar al reino maldito, donde vive, donde parte de nosotros vive, dale lo que quiere, lo que queremos. –

- ¿Hasta canciones tiene esta caverna? – Jugó Richard, no pude contener la risa, nuestros cerebros estaban a la defensiva, sabíamos que estábamos en peligro.

Como representan las ideas en las tiras cómicas, así sucedió en mi mente, un bombillo alumbró las ideas, entonces apareció la respuesta, estaba todo claro a pesar del confuso orden de palabras.

- Un sacrificio. – Vi el símbolo de la pared chorreante de sangre. – Hay que darle sangre -.

- ¡Aline! ¿Te estás escuchando? – Dijo Richard impactado tras escuchar mi idea.

- Richard...sé que suena como una locura... - Explicaba. - ...pero tras ver las cosas que he visto, que hemos visto, puedo creer en todo, ¡Oye, vimos una bestia, hicieron ese puto símbolo con los huesos de Anna, vi un espectro! No necesito más información para creer en esto. –

- Dime ¿Qué quieres lograr con todo esto? – Preguntaba Richard ya algo alterado. - ¡Dios Aline! ¡No sabes nada de esto! –

- ¡No fue a Susan la que mataron idiota! – Escupí sin ningún remordimiento, estaba furiosa.

Richard se quedó congelado por unos segundos, al igual que yo, sentía como mis cienes latían, estaba harta de todo, quería respuestas, quería venganza.

- ¿Qué te sucede? Suéltalo Aline...

- ¡Estoy harta! ¡No puedo vivir como me siento! No puedo seguir así, mataron a mi madre y a mi hermana, no pude hacer nada, me siento sola, me siento asquerosamente inútil. – Estallé sollozando. – Quiero sentirme útil, sentir que hago algo por ellas, que soy la primogénita perfecta, y la hermana mayor protectora, quiero...quiero...las quiero aquí, quiero a mi mamá, para que haga funcionar todo, y a Anna para que robe mi cereal y me haga perder los nervios, las necesito. –

Richard me abrazó fuertemente mientras lloraba en su pecho, sentí como si toda la gravedad se había convertido en nada, todo el peso que llevaba cargando había salido despedido de mi cuerpo, me había desahogado, pero aun así el temor y la intriga seguía en mi mente, mi corazón estaba bien, pero mi mente no, las ideas seguía allí adheridas como sanguijuelas haciéndose cada vez más grandes, mi primo acariciaba mi espalda en señal de consuelo.

Toda mi realidad se había llenado de sin sentidos y una soledad abrumadora, hace pocos días estaba peleando con Anna por haberse comido mi cereal, hoy pedía a gritos tenerla cerca de mí. Desde que ví mi primer periodo siempre ignoré a mi madre, ahora que lo pensaba, cada detalle de su vida era ajeno para mí ¿Cómo pude ser tan egoísta? ¿Cómo podemos ser tan idiotas los adolescentes? Recuerdo la noche antes del desastre, habíamos comido pizza, a Papá le había salido turno extra en el centro comercial, y mamá nos consintió pidiendo la cena y buscando nuestra película favorita, la Sirenita, sí, odio admitirlo, estoy muy grande para esa película, pero amaba la curiosidad de Ariel y lo intrépida que era, a parte su cabello rojo me recordaba a nosotras tres. Mi madre estaba sentada en el extremo opuesto del sofá, leyendo un periódico, mientras Anna yacía en el centro con una rebanada de pizza y los ojos clavados en la pantalla, volví la mirada a mi madre y esta no apartaba la vista del papel, sus ojos recorrían a toda velocidad cada línea, cada párrafo, Úrsula robaba en esos momentos la voz de Ariel y eso me hizo volver.

Toda la escena anterior fue reemplazada por mis rodillas reposando sobre blancos y amarillentos huesos, un craneo me devolvía la mirada sin ojos, dos hoyos profundos y negros, huecos, como mi pecho en estos momentos. Richard se mantenía a mi lado, en silencio, vigilante.

- Mi realidad se vuelve locura... - Expresé con una amarga sonrisa.

- ¿Qué sería Aline sin un poco de locura? – Jugó Richard.

- ¿Esto te parece poca locura? – Entré al juego.

- Siempre me ha gustado las diferentes locuras que me has hecho experimentar...

- ¿Y que opinas de esta?

- Dejame decirte querida prima, que estas hecha una mierda.... – Concluyó con una carcajada.

Reí a la vez que bajaba el rostro y volvía a llorar, mi primo me dio un beso en la mejilla, esta causó una descarga que recorrió todo mi cuerpo. Lo mire y su rostro estaba a pocos centímetros del mío, sentí como mis pómulos se iban llenando cada vez mas de sangre y el calor iba aumentando, sus ojos azules taladraban los míos, apartó unos mechones de mi cara mojada y me plantó otro beso, esta vez en la frente. Como impulsada por la inercia, pasé los brazos por su espalda, mi cabeza cayó en su pecho y empecé a llorar mares, todo lo que esos días no había podido llorar, lo hice allí, en aquel lugar extraño, en esa extraña circunstancia, pero con la compañía necesaria, con Richard acariciandome el cabello, consolandome con su silencio, mis sollozos rebotaban en la inmensidad de la estancia, lagrimas tras lagrimas, recuerdos pasaban por mi mente, una que corría a 200 Km/h sin pausas. Mi primo solo se limitaba a darme un beso aquí y allá mientras mantenía el compás de caricias en mi cabello, vi cuando llevaron a Anna por primera vez a la casa, lo celosa que estaba que todos hablaran de ella, luego una acalorada conversación de mi madre por teléfono en un idioma que nunca la había escuchado hablar antes, otra vez comiendo pizza en el sofá pero esta vez si estaba papá, mi hermana y yo corriendo por la calle con nuestros regalos de navidad y así se fueron apagando las lagrimas, todo el sentimiento de duelo estaba haciendo su trabajo y era hora de que se convirtiera en una realidad asumida, los espasmos causados por el llanto pronto fueron menguando, Richard me dio un último beso antes de decir:

- ¿Cuánto llorará tu lamento?

- Hasta hoy...

El Diario de las Sombras (PRONTO EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora